WENDY
No se en que momento ocurrió, pero en un abrir y cerrar de ojos ya eran las cuatro de la madrugada.
Miro por la ventana y la luna llena brilla sobre el silencio sepulcral del pueblo. Las calles están más tranquilas que de costumbre, incluso la playa se encuentra vacía, algo raro teniendo en cuenta que estamos en vacaciones y los jóvenes más que nada suelen quedarse allí hasta altas horas de la madrugada.
Mi charla con Sara finalizó luego de casi tres horas de charla. Me tranquilizó saber que Nate no podría venir hacia aquí ya que no sabía donde me encontraba. A pesar de que no quedó persona a quien no se lo preguntara, pero la respuesta de todos era la misma: "No lo sé" o "no te lo diré"
Una vez más Sara se ofreció para venir hacia aquí y hacerme compañía, pero mi idea de estar sola seguía en pie, por lo que le agradecí pero la rechacé.
Con mi madre no pude hablar durante mucho tiempo, estaba en casa de los abuelos y como hoy es viernes estaba la mitad de la familia allí por lo que él barullo y escándalo que se escuchaba de fondo nos impidió poder hablar tranquilas, de todas formas le prometí que en cuanto despertara al otro día la llamaría sin falta.
Vuelvo a sentarme en el sofá aún cubierta con la manta y me quedo allí mirando fijamente un punto cualquiera de la sala. Hace unos años atrás solía quedarme despierta en mi habitación contemplando el techo desde la comodidad de mi cama, a veces incluso aún permanecía despierta a la hora que mis padres se iba a trabajar, su pregunta siempre era: "¿has madrugado?" "¿Ya no tienes más sueño?" "¿Qué haces levantada a estas horas?" Y mi respuesta era siempre la misma: "hoy decidí levantarme temprano" pero la realidad era que no había pegado ojo en toda la noche, muchas veces porque en mi cabeza daban vuelta millones de pensamientos que por más que quisiera no podía alejar, y por otro lado porque el dolor de mi cuerpo no cesaba a pesar de los analgésicos que había tomado. El dolor de mis brazos, piernas, rostro o cualquier otra parte del cuerpo en la que Nate me había golpeado, por la noche parecía doler el doble de lo que me había dolido cuando lo hizo, ese usualmente era el causante de mi insomnio.
Nunca jamás le había comentado a alguien acerca de lo que estaba sucediéndome. Quizás por miedo, quizás porque no era consciente de la gravedad del asunto, no lo sé, pero lo que si sé es que debió de suceder una tragedia para que yo abriera la boca y contara por todo lo que estaba atravesando y hacía tantos años que había estado ocultando tan bien.
Ahora mismo, aquí sentada bajo la tenue luz de la lámpara portátil rozo con mis dedos cada una de las cicatrices que descansan en mi cuerpo y es casi imposible no derramar una lágrima al recordar ese momento tan espantoso y traumático que no le deseo a nadie.
—Jamás dejaré que vuelva a suceder—digo con voz firme—jamás dejaré que un hombre vuelva a ponerme un dedo encima
CHASE
—Espera...—digo jadeando—Es-espera—intento tomar la mano de la chica rubia que está demasiado entretenida acariciando mi pecho por debajo de la camisa pero es imposible. Giro mi rostro en dirección a la otra chica, una morocha alta de tez pálida, ella por su parte juega con mi cabello y deja un sendero de besos desde el lóbulo de mi oreja hasta llegar a mi cuello.—creo... que deberíamos.... parar—intento decir sin aliento, pero una de ellas —ya no se de cual de las dos se trata—succiona mis labios y me indica que haga silencio
—Cielo, por favor has silencio... no logro concentrarme—su boca se convierte en una gran sonrisa pícara y deseosa de más placer, y dicho eso la rubia comienza a desabotonar mi camisa con una velocidad abismal. Roza sus dedos suaves en cada parte de mi piel desnuda y podría jurar que estoy a punto de desmayarme del placer, cada toque y cada roce hace que mi piel se erice.
No me había percatado lo bien que se sentía que alguien acariciara tu cabello hasta que la otra chica dejó de hacerlo, estuve a punto de decirle que continuara, que no parara, por un momento pensé que se había arrepentido de esto y había decidido marcharse, pero en un abrir y cerrar de ojos la veo bajarse del sofá y sentarse en el suelo. Con una mano y con ayuda de su boca comienza a desabrochar mi pantalón, luego continúa con mis bóxer y cuando menos me lo espero la rubia me empuja hacia atrás y me recuesta sobre el sofá sentándose ella sobre mi pecho y besando todo lo que encuentra en el camino, mientras que la otra chica se coloca en la punta del mismo y juguetea con mi entrepierna. Lo toma con su mano, luego con su boca, vuelve a envolver sus largos y finos dedos alrededor de mi miembro y lo presiona, lo acaricia, lo lame, incluso lo muerde.
—Mierda... no pares...—digo entre jadeos
——
Abro los ojos y no recuerdo ni que día es, que hora es y mucho menos cuánto tiempo ha transcurrido desde que Caleb y Alex me dijeron que sería buena idea festejar el partido de hoy en "un lugar de calidad." Lo primero que pensé era que iríamos a algún bar a beber algunas cervezas y quizás algo más, no sería una noche tranquila pero tampoco algo alocado. Pero luego de pasar por casa, ducharnos y vestirnos más decentes emprendimos camino en el auto de Caleb hacia la otra punta del pueblo, casi a veinte o treinta kilómetros de Jacksonville. Era un pequeño pueblo llamado Greenland, tengo un leve recuerdo de haber pasado por allí junto a mis abuelos en uno de los tantos viajes que hice junto a ellos.
No era un bar pero tampoco un club nocturno, era algo así como un... no lo sé, no puedo describirlo, me quedaré con la combinación de un bar y un club nocturno. Estuvimos un largo rato allí bebiendo más de la cuenta —como era de esperarse— recuerdo haber charlado con dos o tres chicas y creo que luego de unos minutos las ignoré, la conversación se estaba convirtiendo tediosa. También recuerdo haber estado un largo rato solo afuera del lugar, tenía una vista grandiosa hacia unas montañas no muy lejos de donde me encontraba. La brisa de la noche era cálida y pegaba sobre mi rostro un poco sudoroso a causa del calor que hacía dentro del lugar—era un sitio pequeño, con muy poca ventilación, y habían cincuenta o sesenta personas allí dentro, es decir más de las que debería haber.—
En un momento dado recuerdo vislumbrar a dos chicas a lo lejos, estaban solas bebiendo dos botellas de lo que me pareció que era cerveza y fumando hierba —el humo que salía de sus bocas las delataba— a todo eso habían transcurrido varios minutos y Caleb y Alex seguían dentro hasta que de repente salen por una de las puertas principales abrazados a dos chicas, que luego de una larga charla nos enteramos que eran amigas de las otras dos chicas que estaban sentadas a lo lejos.