Ese fueguito interno

Introducción

Lo único que tenemos seguro en la vida es esa luz que nos hace ser quienes somos y que ilumina el camino cuando las cosas van mal.

Pase lo que pase, aunque sientas que no podés más.

Por favor, no te apagues.

Nunca te apagues.

Cinwololo

 

El fuego en la humanidad marcó un antes y un después en la evolución humana. Le permitió al ser humano alumbrar las noches oscuras, espantar el frío en las temporadas crudas y desarrollar su musculatura gracias a los nutrientes que le aportaba la carne que consumía sin riesgos y así, llegar más lejos. Más tarde, le permitió juntarse a su alrededor a compartir historias, hacer lazos, construir vínculos, y también le ayudó a arrasar con ciudades, bosques y culturas enteras en busca de poder y territorios.

Actualmente, el fuego es sinónimo de muchas cosas. De rebeldía, de pasión, de enojo, de unión; la ausencia de éste es señal de que algo va mal, algo se apaga, algo se consumió ahí donde están los restos de cenizas, algo pasó.

La llama comienza con una mínima chispa, depende del contexto y de los presentes lo que deparará de ella: puede convertirse en un incendio destructor de todo a su paso o en un calor perezoso necesario para calentar una pava y preparar unos mates para un corazón roto. Frecuencia, intensidad, espacio y tiempo confluyen en este elemento que no es ni bueno ni malo en sí mismo, obedece al cómo, dónde y quién lo utilice.

Hoy ya no lo vemos tan a menudo como se presentaba en el paisaje exterior de nuestros antepasados, porque el fuego, ahora, es interno. Es ese llamado al arrojo, a la aventura, a la pasión, al vínculo. ¿Hay alguien capaz de negar el calor de un abrazo? ¿Y el incendio que puede generar un beso o el simple toque de una mano? ¿Y el ardor de las mejillas ante un comentario certero? Si hay alguien capaz de negarlo, permítanme llamarlo tibio.

 Este compilado contiene historias sobre diferentes tipos de fuegos, algunos más bravíos, otros más controlados o menos intensos, pero todos fuegos al fin.

Y si hay algo que creo que dejan en claro todos y cada uno de estos cuentos, es que, de una manera u otra, nunca dejamos de arder.

 

 




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