No es que llegás. Aparecés.
Tampoco es que te vas. Desapareces.
En el medio, uno se resuelve como puede.
Admiro profundamente esa capacidad de cagarte en los demás.
Es como un don que tenés.
“Don” Lorena Pronsky
- …La psicología es un poco como la política, viene uno con una teoría y dice “el aparato psíquico funciona así” y sale otro y dice “no, funciona asá” solo que en vez de producirse el debate en la televisión o en el congreso lo hacen a través de libros, papers, trabajos y dentro de todo se tratan mucho mejor. Además, nunca, ninguno, está completamente errado… Eso es lo lindo y lo interesante de todo esto…
Decís mientras caminas de un lado a otro del aula con el puntero en la mano sonriendo, hay que romper el hielo las primeras clases, los alumnos se muestran interesados en lo que explicás, el power que trajiste es atractivo. Pasas de diapositiva con el mando a distancia. Seguís con tu discurso.
- Entonces este cuatri vamos a ver psicoanálisis, conductismo, Gestalt, hay más de 150 escuelas, ¡imagínense si quisiéramos verlas todas! Y algunas corrientes filosóficas para entender algunos…
Te interrumpen unos toques en la puerta que está abierta.
- Perdón, ésta es la materia “Teorías”- escuchás una voz que te suena y te girás a mirar.
- Mmm…Ss..Si- llegas a decir, y te quedas de piedra por ver quien está ahí.
- Ah, perfecto, estoy en el lugar indicado- sonríe el recién llegado y a vos se te cae el mundo a preguntas. - ¿Hay break? ¿O cuánto falta para que termine la clase? Necesitaría hablar con usted.
“Con usted” dice el cara dura. Haciendo acopio de todas las habilidades teatrales adquiridas en los talleres de teatro que hiciste de adolescente, te dirigís con la mayor naturalidad posible a la mesa que está delante del alumnado para tomar agua de tu vaso térmico, de pronto no tenés saliva para contestar. Pero fallás. Tu mano no da con el asa y, en cambio, la golpea, dejando en evidencia que, además, la taza está vacía. Habrá que responder como se pueda. Los alumnos miran con atención la escena.
- Falta una hora- te limitas a decir.
- Excelente, me quedo por acá. – el hombre que se había asomado con su barba recortada, lentes de marco negro y pelo oscuro como si el tiempo no le hubiera casi pasado, sale del aula.
Te recoges el pelo, de pronto entraste en calor, no solo te sorprende tenerlo ahí, sino que notaste la electricidad que te generó verlo.
Luego de un par de respiraciones profundas, retomas la clase más calmada. Él vuelve, con una botella de agua y un vaso plástico que agradeciste con una tensa sonrisa cuando lo dejó arriba de la mesa y se sentó a escuchar tu clase.
Cuando el último de los estudiantes se fue, sentís como si hubieras corrido una maratón, no sabés cuándo fue la última vez que te sentiste así en tu vida. Él sigue sentado en los incómodos asientos asignados a los alumnos, mirando con atención tus movimientos. Estás en el escritorio frente a tus pertenencias listas para guardar y como él no se digna a decir nada, disparás:
- ¿Cómo llegaste acá, Ezequiel?
- Todos los caminos conducen a Roma. Podes llamarme Eze si quieres, eh.
- A veces hay que ser creativo y seguir caminos que no conduzcan a Roma, además está bueno preguntarle a Roma si quiere ser visitada. Y la verdad que no se me da llamarte Eze…
Silencio.
- Vine a tribunales a hacer unos trámites- le señala la carpeta negra que tenía en la mano- y pensé en pasar.
- Me sorprende que te acuerdes algo de lo que hablábamos…
- No, la verdad es que soy muy malo recordando, pero nada que las conversaciones de Instagram y Whatsapp no ayuden a recordar- le guiñó un ojo.
- Sólo eso, ¿“pensé en pasar”?
- No, en realidad, no… Vine a devolverte esto.
Y abriendo su carpeta saca tu libro “La historia sin fin” de Michael Ende. Camina hasta al escritorio, te mira a los ojos, lo pone frente a vos, seguís su movimiento con tu mirada hasta que das con sus manos y si, ahí aparece todo lo que pensaste que tenías olvidado.
- Y a darte esto - de su saco extrae un perfume- es este, ¿no? El perfume con el que habías perfumado el libro cuando me lo diste.
Lo pone arriba del libro. Te mira. Te limitás a asentir levemente. Él se da cuenta de tu perturbación. Te sonríe triunfante.
- Me pasee por varias perfumerías reconociendo perfumes, no daba en la tecla.
- Lo daba por perdido el libro.
- ¿Cómo lo nuestro?
- ¿Lo nuestro? Si nunca tuvimos nada, Ezequiel. Sólo nos mensajeamos un montón.
- Pero nos conocimos mucho… Y compartimos muchas cosas, no podés negarlo. - te mira pícaro.
- Las letras y mensajes acercan mentes, pero no la piel Ezequiel. Y vos te comiste los mocos.