|André| Mundo natural
Un leve temblor en mi mano izquierda hace que mi cuerpo reaccione, no quiero ceder ante ello, pues me encuentro realmente agotado, pero es tan constante que al final termino por desperezarme y observar mi mano, la cual sigue temblando y por un momento no conozco la razón para que aquello suceda, pero luego giro mi cabeza hacia el calendario y soy consciente de la fecha, sí, se está acercando.
Lo que significa que estos malestares solo empeorarán en cuanto se acerque más el día de mi nacimiento, nadie conoce el origen de dichos malestares, durante toda mi infancia asistí a diversos pediatras que no dieron sino resultados inconclusos, e incluso diagnósticos erróneos en la mayoría de los casos, viví los primeros años de mi vida consumiendo múltiples medicamentos para aliviar un dolor que parecía no ser físico, nada funcionaba.
Nunca tuve enfermedades que un niño común tendría, nada de gripes, nada de resfriados, ni infecciones, fiebres, NADA.
Sólo una afección anual que ha turbado toda mi vida, después de mi cumpleaños número 10, empezaron a creer que mi dolor era psicológico o se trataba de algún tipo de trauma en mi subconsciente, entonces cambiaron a los pediatras por psicólogos y posteriormente por psiquiatras.
Intenté convencer por todos los medios a mis padres que no se trataba de nada de eso, que mi dolor era real, que no había nada mal conmigo, fue entonces cuando en mi cumpleaños número 12, mi padre entró a mi habitación y me pidió perdón, no sabía porqué lo hacía, se lo pregunté muchas veces, pero él sólo lloraba y decía que aquello era su culpa, que haría que todo aquello parase, que merecía ser feliz, que algún día entendería todo, pero mientras necesitaba que confiara en él y entonces quise creerle, pero cada año, se me hacía más difícil.
Después de aquella noche mi madre, que era la más insistente sobre aquello, dejó todo eso atrás y parecía que entonces, todo parecía estar en normalidad.
Creí que después de dejar tantos tratamientos, me sentiría diferente, que nada me haría sentir extraño, pero muy en el fondo sabía, que mi rechazo hacía todo a mi alrededor iba más allá de mi propio entendimiento.
Traté de dejar ir aquellos pensamiento que tanto me perturbaban y vuelvo al presente, donde luego de haberme incorporado en mi cama, me lanzo rápidamente hacia mis cobijas envueltas, pero al parecer no calculo muy bien y termino golpeando la parte trasera de mi cabeza contra el cabecero de mi cama.
Creo que justo en este momento, sí que me despierto con totalidad.
Y cómo no, con tremendo golpe, cualquiera lo haría.
Trato de llevar mi mano hacía esa zona, pero parece que cada vez tiembla más, así que lo dejo para otra ocasión.
Decido que lo mejor es levantarme de una vez por todas.
Siento la voz de mi madre en la planta baja, lo que significa que debe estar preparando el desayuno.
Camino torpemente hasta el baño del pasillo y es cuando veo a Lexy, quién también parece querer compartir mi destino, tarde se da cuenta de ello, así que me adelanto y entro rápidamente cerrando la puerta tras de mí, no puedo evitar reír. Es tan tonta.
—¡Maldita sea, André! ¡Eres un idiota! –Siento un golpe seco en la madera lo que me hace ensanchar aún más mi sonrisa, puedo imaginarla pisando fuertemente las baldosas con el berrinche que debe estar armando.
Giro y voy directamente al lavado, observo a mi mano temblorosa.
Dios, incluso ya parezco un anciano.
Abro el grifo y entonces introduzco mi mano en ella e inmediatamente siento el alivio.
Suspiro.
Después de haberme aseado completamente, me dirijo ya listo hacía la cocina dónde se encuentra mi madre con una Lexy furiosa por haber tenido que usar el baño del primer piso.
—Buenos días –Digo secamente. Me aseguro de guardar mi mano aún con algunos temblores en mi bolsillo izquierdo. No quiero que empiecen a preocuparse, ye tienen suficiente.
—Hola, cariño. ¿Ya estás listo para hoy?
—Si, madre. No es como si fuese la primera vez en ir a la Universidad.
—Lo sé, lo sé. Pero es que eres tan joven, tan apuesto y ya mi hijo es todo un profesional ¿Acaso no puedo estar orgullosa?
Tuerzo un poco los ojos, pero sonrío.
Y es que, no me basta con sufrir dolores anuales, no, resulta que también soy un bicho raro, al tener un cerebro demasiado ¿Desarrollado? No lo sé.
Pero eso me dio para saltarme varios grados y poder estudiar algo que me gustase, cómo lo es todo aquello relacionado a la naturaleza, si, las personas creen que soy una especie de científico ambientalista, pero para mí es algo más que eso, y resulta que por suerte soy demasiado bueno en ello.
Tanto así que demoré menos de lo esperado en graduarme y me ofrecieron un trabajo cómo científico en un país impronunciable a través de la academia, pero lo rechacé, no quiero alejarme ni sentirme más extraño de lo que ya me siento.
Así que con la excusa de que no estaba lo suficiente listo, dije que me conformaba con algún empleo más sencillo en la Universidad relacionado con ello.
Es así como hoy, estoy yendo a mi primer día de trabajo, no cómo estudiante sino cómo instructor docente.
Si, es un nombre absurdo. Pero bueno, sólo allí siento que dejo un poco mi anormalidad.
—Tampoco es para tanto, mamá —Dice Lexy, mirándome con odio.
Mi madre la mira con algo de reproche mientras yo le hago saber lo envidiosa que se encuentra por apenas haber terminado la escuela con 17 años y al no haber decidido qué estudiar, opta por averiguarlo en un semestre, entonces mamá me reprende a mí, y se queja de qué haber hecho para tener a dos hijos tan poco tolerantes con el otro.
Estos son los momentos que más aprecio de mi vida, a pesar de todo lo que no logro entender, las tengo a ellas y a mi padre.
Río un poco, aún con mi mano en mi bolsillo, pregunto por mi padre, veo cómo su rostro se tensa un poco, pero lo disfraza rápidamente mientras me sirve el desayuno y me dice que tuvo que salir de prisa por un asunto del trabajo, tengo ganas de preguntar, pero intento convencerme de que no es nada malo y decido abordarla después.