Zoray | Mundo Essential
Una semana antes de la fusión
Sólo faltaba una semana, menos de 7 días para que ese día fatídico llegue, he de creer que estoy pasando por un proceso de negación y creo que por lo menos hoy, debo permitirme caer, sufrir y autodespreciarme.
Envuelta en las suaves telas de mis sabanas acostada en mi casa, sintiendo el característico olor a jazmín y algo de tierra mojada que mi madre se encarga de impregnar por toda nuestra casa cada semana, en su usual canalización de esencia, es divertido verla, como sus cabellos revolotean, y la casa entera se llena de un ambiente pacífico, natural. Es hermoso.
Suspiro, pues jamás podré hacer algo parecido, aunque algunos días despierte con las ansias de que suceda algo especial, es difícil aceptar que eres diferente, pero me consuelo diciendo lo que me han repetido mis padres me han repetido.
“Soy diferente, pero eso no me hace menos. Soy especial, soy real y puedo hacer cosas grandiosas; Tengo un propósito, algún día lo descubriré y cuando mire atrás, todo habrá valido la pena”
—Todo habrá valido la pena—Repito y siento como mi corazón se aprieta un poco—. Soy fuerte, lo soy—Eso último lo digo en un bajo susurro casi entrecortado.
Es entonces cuando recuerdo que no les avise a mis amigos que no iría a nuestro encuentro, deben estar en la biblioteca, haciendo lo que ella misma debería estar haciendo, después de todo es su búsqueda, no debería dejarles esa carga. No es su peso para llevar, es el suyo.
Siento la puerta abrirse un poco y me incorporo un poco.
Aquí vamos de nuevo.
Veo el cabello castaño asomarse y buscar dentro de la habitación hasta dar conmigo.
Me encojo en mi sitio al ver su cara de reproche al verme.
—Hola, cariño—Termina de entrar y le pido que cierre la puerta, no me gusta verla abierta.
Él arrastra una silla de mi habitación y se planta frente a mí, se acerca y me da un suave beso en mi frente, tomando asiento, es entonces cuando contesto:
—Hola, papá—Sonrío, a pesar de todo siempre me alegra verle.
—Pequeña essen—Volteo mis ojos cuando me llama de esa manera en que lo hacía cuando era una niña y no entendía porqué todos los niños me rechazaban diciendo que no era uno de ellos.
—No me llames así, Pá—Cruzo mis brazos y giro mi cabeza hacia un lado con falsa indignación—. Ya no soy una niña.
—Oh, sí que es cierto, mira nada más esa estatura que traes encima, mi hija mide casi tres metros, ya no logro divisar su horrible cabello y mucho menos, sus insípidos ojos grises azulados, y no hablemos de su…—Me suelto a reír.
—¡Papá! ¡Ya basta! ¡Deja de burlarte de mí estatura! —Vergonzosamente, no soy muy alta, soy muy baja, demasiado para mi especie, donde normalmente el promedio es un metro con 66 centímetros y yo, tenía una estatura con 10 centímetros menos, como decía, una vergüenza— Y déjame decirte, no soy fea. Y si lo llegara ser, sólo déjame recordarte que según mamá soy idéntica a ti. —Sonrío con suficiencia.
—¡Es cierto! ¿Cómo pude olvidar ese pequeño detalle? Si mi princesa Zoray es hermosa, una divinidad essentiana. Justo como su padre, sólo ve este perfil—Gira su rostro para mostrarlo, y luego hacía el lado opuesto —¿Ves esto? —Señala su nariz, exactamente su tabique. Asiento sonriendo —Se llama perfección.
Es esa última oración la que logra que me suelte en risas y él me sigue, siento como mi estómago se oprime tanto, al punto de quedarme sin aire, menos cuando sigo escuchando las carcajadas de mi creador, quién tiene un tono particular de reír, de vez en cuando hace un sonido parecido a uno de los animales del mundo natural que nos enseñan en el adiestramiento. Como un cerdo.
Aún recuerdo cuándo nos estaban enseñando aquella clase de animales naturales, nos reprodujeron sonidos en nuestras mentes, era la primera vez que lo hacían, sólo los dotados mentales pueden hacer eso, por eso son parte del personal encargado del adiestramiento, al menos del básico. Recuerdo que cuando fue el turno de escuchar al cerdo, estuve esperando ansiosa, es uno de los pocos momentos en los que me siento parte de este mundo, al menos puedo participar de aquellas actividades, nadie estaba por encima de nadie, todos estábamos aprendiendo. El punto es que al escuchar el característico sonido estuve tan sorprendida, no lo podía creer y solté a reírme en medio de la clase, estaba entonces en el nivel 8 o 9, era una niña que creía haber escuchado a su padre, y entonces dije lo que pensé:
“¡Es mi creador, es papá riendo!” Todos empezaron a verme extraño y el instructor estaba furioso conmigo por decirte semejante grosería. Creo que la peor parte fue cuando llamaron a mis padres a comentarles el inconveniente, mi padre tuvo que decirles su pequeña particularidad para que no me aplicaran alguna amonestación.
Después de algunos años supe la terrible escena que armé, aunque ya era algo tarde para arrepentirse.
Mi mente regresa al presente cuando veo a mi padre sosteniendo su estómago intentando controlar su risa y a mi madre mirándolo desde la puerta también riendo y es cuándo me doy cuenta de que estuve tan inmersa en mis pensamientos que no fui consciente de su llegada a mi habitación. Ella avanza y se sienta a un lado de mí, no sin antes hacerme a un lado con sus caderas. La miro mal.
Y ella me mira de manera juguetona emitiendo un inocente “¿Qué?”
—Nada, madre, nada—Le sonrío batiendo mi cabello, siento un poco de calor y lo desplazo todo hasta un lado. Observo las puntas de este, siendo consciente que ha estado creciendo un poco desde la última vez, había decidido cortarlo hace unos meses por debajo de mis orejas, pero ahora sobrepasaba mis hombros. El tiempo algunas veces pasa demasiado pronto.
Nuestras respiraciones parecen ir en calma y coordinadas o al menos tengo esa sensación, papá al fin calma su risa y toma una silla y se sienta cerca del lado en el que está mi creadora, toma su mano, es un gesto espontáneo que siempre tienen, cuando están cerca, sus manos siempre se buscan, Lindo.