Esencia

CAPITULO 3

NARRA ZAYD

Mi madre toma a mi hijo de la mano. Lo lleva a la sala de juegos. Me lanza una mirada antes de desaparecer, como quien está por lanzar un decreto.

Cuando regresa nos sentamos en el patio interior. Las luces cálidas se reflejan en la fuente. El aroma del té de menta y azafrán flota entre las cortinas de lino.

—Han pasado cinco años, Zayd.

—Lo sé.

—No puedes seguir así.

—¿Así cómo?

—Solo. Sin una esposa. Sin una compañera que comparta tus rezos. Tu mesa. Tu sombra.

—Tengo a Yusuf.

—Pero Yusuf no tiene madre.

Guardo silencio. ¿acaso no puedo criar solo a mi hijo?

—He encontrado a alguien —dice. La frase se despliega como una daga envuelta en seda.

—¿Cómo que encontraste…?

—Una joven de familia respetable. Educada. Devota. Buena reputación. Es sobrina de la esposa de tu primo. La he conocido. Me parece apta.

Mi voz se endurece.

—¿Apta para qué? ¿Para ocupar un trono muerto? ¿Para fingir que la sombra de Hayat no existe?

—Para ser madre. Para ser luz.

—¿Y si su luz no alcanza a ver a Yusuf?

Ella guarda silencio. Pero yo no.

—¿Sabes cómo miran a los hijos de un primer matrimonio aquí? Como competencia. Como residuo. Como prueba de debilidad.

—Eso no es justo.

—Pero es real —. Me altero —. Mi hijo no será tratado con injusticia.

Me levanto. Camino hacia la columna de mosaicos. No por dramatismo. Por contención.

—No voy a arriesgar a mi hijo. No voy a traerle una mujer que lo tolere en vez de amarlo. No voy a esperar que sea aceptado si tiene que compartir herencia, cariño y nombre con alguien que lo verá como intruso.

Mi madre baja la mirada. Pero no se rinde.

—¿Y tú? ¿Te vas a condenar al frío?

—No estoy hecho para rehacer nada. No quiero más hijos. No quiero más pactos. Solo quiero… que Yusuf no crezca sintiéndose menos.

Ella se acerca. Me toma la mano. Su gesto es viejo. Pero su dolor… es nuevo.

—Entonces espera. Pero no te entierres, hijo. Algún día, una mujer no verá a Yusuf como una sombra… sino como su propio sol.

—Hasta que eso ocurra Yusuf seguirá siendo solo mi hijo, ¡Hayat es su madre y así seguirá por el resto de mis días!

Y lo deja ahí. No lo discute más.

Respiro profundo y me alejo de ella. Sabiendo que esto es una guerra que apenas empieza.

“Hayat, amor… ¿Qué hago?”

Esa noche, cuando cierro los ojos, no pienso en reuniones. Ni en millones. Ni en nombres aptos. Solo quiero sentir una vez más las manos de mi esposa, ver mi reflejo en sus ojos, escuchar su voz, sentir su aroma. Escucharla sonreír.

Me levanto cansado y camino a la habitación de mi hijo. Lo encuentro sentado en la ventada.

—Abi… yo… no puedo dormir —. Dice parándose creyendo que lo regañare.

—¿Qué miras por la ventana?

—Busco una estrella.

—¿una estrella?

—Una que este por caer. Dices que mi madre fue como una estrella que cayó del cielo, si cae otra estrella iré a recogerla para ti, para que sonrías.

Mi corazón se aprieta y trago saliva. Camino hasta él y lo abrazo.

—¿encontraras una estrella para mí?

—Sí, sé que mi madre también se podría triste al verte tan triste.

—¿Cómo sabes que estoy triste?

—No sonríes, vi las fotos de antes con madre, sonreías mucho… ahora… no.

No tengo palabras para responder. Porque no puedo decirle que desde que su madre se me adelanto mi alma vaga en pena por esta casa, fundida con la penumbra y el vacío de mi corazón.

—Vamos a dormir —. Lo acuesto y me acuesto a su lado.

—Abi… si encuentro una mami… ¿sonreirás?

—Si eres feliz voy a sonreír, si te ama como yo te amo, voy a sonreír, pero tenerte conmigo es suficiente para ser feliz.

NARRA LENA

La mujer que lleva varios minutos hablando del islam, me mira. Como si notara que estoy maldiciendo desde hace media hora. Escuchando como disfrazan la opresión con “cuidado”.

—Esto no es opresión. Es dignidad sagrada.

—Entiendo… creo —respondo, aunque algo en mi estómago se retuerce.

Hay de dos aquí. O me queman viva o elijo que me quemen viva. Algo es seguro, sana y salva no voy a salir.

—Sobre la vida social: los géneros se mantienen separados salvo que sean familia cercana. Hay cafés exclusivos para mujeres, salas de oración distintas, entradas separadas al hospital o la universidad. Esto promueve la pureza, el orden, y evita la tentación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.