—Touché
Tal vez esta palabra no te suene ya que no la utilizas muy a menudo como el gallinero que traigo conmigo o mejor dicho “El Quinteto”. Sábados y Domingos prácticas. Ir mejorando día a día, esa es la meta, por algo cito a todos para afinar algunas técnicas que tenemos en común. —Haz practicado Ivette —he escuchado decir más de dos veces los comentarios que vienen de la boca del instructor. No es que sea la peor del curso o del grupo, pero considerándolo tenía que esforzarme por hacer bien los ataques, porque cada vez y cuando era el hazme reír del gallinero que por más que ocultaban sus risas el verme derrotada les hacía gracia. Pero ¡NO!, antes de comenzar la historia que acaba de pasar hace dos semanas, quiero que sepas que si lees esto verás la fuerza que toman las palabras “soñar” y “sí puedo”
Todo ocurrió un día viernes en el que el sol quemaba todo a su paso, no podíamos salir porque era algo insoportable sin duda. Con el ventilador y un par de refrescos, Gabriela, Lena, Samuel y yo nos quedamos en nuestra guarida secreta esperando la llegada del último (y no menos importante) amigo, Jonathan. Me divertía con ellos ya que el hecho de no tener hermanos era evidente, en un grupo siempre hay: los molestosos, los chillones, los estudiosos y, sobre todo; los serios, que es con el que yo me identifico.
—Díselo Lena —decía angustiado Samuel—, no vaya a ser que quedes fuera.
¡Qué mente la mía!, otra palabra que también me identificaba es la de ser distraída, casi nunca prestaba atención a lo que me decían.
“—Podría ser una excelente noticia, o aún, me podría estar muriendo y tú no escuchas ni mis gritos” —sentenciaba mamá con firmeza.
—Ya lo he pensado Sam, me rehúso a participar, tú sabes que yo tengo demasiados nervios —suspiraba una rendida Lena.
Iba a participar de su extraña conversación que a la vez era confusa para ellos, pero en ese momento llegó “el molestoso del quinteto”, que sudado, se acercó a darle un abrazo a su pequeña (e insoportable hermana) Gabriela.
—Ya era hora, Señor Puntual —se burló Gaby zafándose de su abrazo—. ¿Dónde estabas?
Jonathan alzó los hombros y sin darle la mínima importancia a la pregunta se sentó a mi lado.
—¿Seguimos con el plan? —preguntó.
¿Había un plan? ¿algo que yo no me había dado cuenta antes? ¡Pff!, se supone que entre amigos no hay secretos y aquel plan del que han estado hablando (probablemente durante la media hora que he estado aquí) no me asienta para nada.
—Lena ha dicho que no quiere, así que nadie puede obligarla —se apresuró Gabriela a contestar.
Esto ha sido más complicado de lo que pensé, las miradas del gallinero se tornaron vacías al escuchar la supuesta decisión de Lena, pero… ¿Será algo malo?
—Lamento interrumpir, pero, ¿De qué están hablando? —pregunté entre dientes.
Tal vez conseguí quitarles el estado de estupefacción que tenían, porque al escuchar mi pregunta (al parecer demasiado tonta para ellos) estallaron en carcajadas que mínimo, se les escuchaba hasta afuera. Lo único que conseguí no fue una respuesta certera sino una mirada decepcionada de Samuel al ver que no había prestado atención a la conversación. Hubo segundos de silencio hasta que Gaby se dignó a contestarme.
—Hablábamos sobre la competencia de esgrima que se viene dentro de poco Ivi —habló mostrándome el calendario.
La verdad es que a mi poco me importaba la competencia. La realidad es que yo no era buena en esquivar los ataques; y en atacar siempre me resbalaba o la espada salía volando. En vista del peligro decidí ser un cero a la izquierda para evitar un accidente del que yo podría salir perjudicada.
A la competencia solo iban los que sabían dominar las poses, desplazamientos y ataques con la espada, que, sin ir demasiado a la redundancia, eran escogidos por el instructor. Estaba consciente de que nunca iría a una competencia de esas, porque en casos así, mi torpeza tomaba lugar y haría que cualquier payasada haga perder los estribos al instructor e incluso a mí misma.
—¿Quién de nosotros se presentará ante el instructor y querrá ir a la competencia? —preguntó un inquieto Samuel que no dejaba de juguetear con sus manos.
—Eso nadie lo decide, solo él nos sacará uno por uno —Lena tomó la palabra.
—Cualquiera de nosotros podría ser —dijeron Samuel y Lena con tranquilidad.
Bufé resignada al escucharlos, podría haberme salido de aquel deporte y escoger otro, pero este era el que más me llenaba y no podía dejarlo en la nada. —Te falta practicar —escuché varias veces decir al instructor semanas atrás. Últimamente me estaba sintiendo incómoda por el hecho de que ahora practicábamos al aire libre y eso me daba demasiada inseguridad a la hora de combatir con algunos chicos de la clase.
DOMINGO
—Touché
Tocada cuatro veces seguidas ¡qué horror!, con esto mi animo estaba por el piso. Me quedé sentada en una de las bancas más cercanas en compañía de Jonathan.
—Confía en ti Ivette, solo te hace falta…
—practicar —terminé por él.
Siempre me esforzaba en hacer bien las cosas, ponía el alma si era necesario en cada combate que tenía, pero la confianza había desaparecido sin dejar rastro en mí, con tantas burlas y críticas mi autoestima bajo.
Cuando los demás terminaron la pelea el instructor pidió que nos acercáramos para tratar un tema de urgencia. Al terminar de explicar las bases de la competencia sucedió lo inesperado (y desastroso para algunos).
—He estado observando detenidamente las aptitudes de todos ustedes y llegué a la conclusión de que la persona que nos represente será Ivette Russel.
Al escuchar mi nombre una lágrima se desbordó por mi mejilla, no podía asimilar lo que sucedía y las cosas que pasaban por mi cabeza en aquel momento.
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