A había transcurrido dos años desde la última ocasión en la que hablé con Natalia, me había aislado más, me marché de casa a un departamento donde vivía con uno de los compañeros de la universidad, la extraña forma en la que trabajaba nuestra mente nos sirvió para poder hacer un corto metraje que nos buenos trabajos con buenos ingresos para tener una vida independiente, pensé que eso me ayudaría que me llenaría, pero fue inútil, todo no era más que una leve distracción que en muchas ocasiones no funcionaba, me sentía un fraude, había basado mis últimos años en fingir que todo estaba bien, el olvidar e ignorar todo, pero no era más que una máscara, una falsedad, cada momento a solas me resulta una tortura, mi mente se volvió mi peor enemigo, mi pecho se convirtió en un agujero negro que consumía todo dejando tristeza, las fiestas, beber, bromear, grabar, escribir todo era un intento desesperado para dejar eso en el olvido, pero ya no hay más, no queda un plan a seguir, nada que me sostenga ahora.
Fui a la biblioteca de la universidad para leer algo que me despistara un poco, la biblioteca estaba casi vacía, cosa normal un viernes a las 5:00pm, me encontré con un libro llamado “Los caídos: El alado” el libro me tenía bastante entretenido hasta que el móvil me vibró, era un mensaje de mi roommate, decía que fuéramos a un bar y que iban a ir unos cuantos más, mis opciones eran seguir leyendo hasta que el libro no fuese suficiente o ir a tomar y esperar que eso me ayudara al menos esa noche, no tarde ni dos segundos en decir que sí.
Llegué al bar a las 8:00pm había varias mesas repartidas en la estancia, estaba un tanto lleno, pero no tardé en encontrar a mi roommate, los demás eran compañeros de carrera y un par de actores de nuestro primer corto metraje, mi mente me estaba atacando en ese momento así que hice lo que me pareció la mejor idea que fue tomar hasta que se me olvidara todo eso, en mi proceso de auto destrucción cerebral fui al baño, al salir alguien se me acercó por la espalda y me dio un par de palmadas, me giré extrañado y vi a la mujer que me saludaba, una mujer de pequeña estatura sonriéndome, tardé unos segundos en reconocerla, era Marisol, andaba una blusa de tirantes roja con una falda negra, unas medias altas negras y unos tacones negros
- ¿No se acuerda de mí? – me dijo al ver que yo no decía nada y solo la miraba
- Obvio que sí – le respondí dándole un abrazo, estaba un poco en shock al verla después de tanto tiempo, no había perdido contacto del todo con ella, pero nunca imaginé volver a verla
- ¿Cómo ha estado? Hay demasiadas cosas que hablar – me dijo abrazándome fuertemente
- Sí, hay demasiado – en ese momento quería contarle todo, quería sacarlo, pero no podía, no quería, no era igual que antes
- ¿Con quién está? – me preguntó mirando alrededor
- Con unos amigos – aun no entiendo porque digo eso si ellos apenas y son conocidos, lo más cercano a amigo era mi roommate y ni siquiera lo era
- Ah lastima, será vernos después – no quería que se fuera, quería quedarme con ella
- ¿Usted con quién está? – le pregunté mientras pensaba que me inventaba para quedarme con ella
- Con unos amigos, pero ellos ya se van
- Yo ya me voy, puede venir conmigo si quiere – no se me ocurrió nada mejor que eso
- Pero usted está con ellos
- Yo ya me iba – ella lo pensó unos segundos
- Está bien
Me marché con ella, cuando todos me vieron levanté la mano sobre la cabeza de ella la señalé para después hacer una seña de que me iba, eso fue más que suficiente para mi despedida de ese lugar y de todos
- ¿No se va a despedir?
- Ya lo hice… antes de ir al baño
Pasamos recordando viejos tiempos hasta llegar al departamento, ingresamos, comimos, bromeamos, la pasé bien… genuinamente bien, después de tanto tiempo no fingí, estaba riendo de manera sincera, casi había olvidado esas sensaciones, estaba tranquilo
- ¿En qué terminó todo lo que sentía? – tuvo que preguntar eso, como una ola que me agarró desprevenido todo se me vino encima una vez más. – así de mal – dijo cuándo desvié la mirada y me demoré en responder, creo que nadie me conoce tan bien como ella incluso ahora
- Todo está peor, por fuera todo está bien…. Pero por dentro es lo opuesto totalmente
- Yo ya estoy aquí y le voy a ayudar con eso – me dijo con una gran sonrisa
Ella cambió el tema de conversación, me conoce tan bien que supo cómo hacer eso, sin darme cuenta todo se fue casi por completo mientras hablaba con ella.
Pasé con ella todo el tiempo que podía, ella se volvió en mi refugio, mi único escape, cada que podía estar con ella lo hacía y ella parecía entender en lo que me ayudaba, al año siguiente fuimos a la feria, la feria a la que llevaba años de no ir, estábamos bajando de un juego cuando vi algo que me llamó la atención, clavé mi mirada en una fila a lo lejos, una mujer con el cabello castaño lacio un poco más debajo de los hombros se giró… esos ojos, esa sonrisa… era Natalia, me paralicé, mi cuerpo tembló, otra vez todo como hacía varios años, Marisol me jaló del brazo y fuimos lejos, me salvó, ¿Qué habría dicho o hecho? De seguro algo muy estúpido, pero solo ese vistazo bastó para que pasara pensando en ella el resto del mes, ya ni Marisol lograba sacarme esa imagen de Natalia de la cabeza, eso se volvió algo imposible. Con la llegada de diciembre me tocó ir de compras, estaba comprando regalos para mi familia, mi roommate y Marisol (mi círculo social con el tiempo se volvió muy pequeño, lo bueno es que se ahorra mucha plata en esas fechas del año) saliendo de una tienda vi a Natalia, iba caminando en dirección hacia mi sin notarme, yo no pude despegar mi mirada de ella, supongo que ella sintió mi mirada y volteó a mirarme, arrugó su frente y entre cerró sus ojos (se veía hermosa haciendo eso) después sonrió y caminó en mi dirección, mis piernas empezaron a temblar, mi corazón empezó a latir a mil por segundo y sabía que mi voz estaba como la de un puberto en pleno desarrollo