Eso fue todo

Eso fue todo

Mi mamá detesta la vieja casa del abuelo, dice que está maldita. La tía Alda se metió una vez, con mi tío Nano, a limpiar las canaletas y arreglar algunas goteras del techo y fue lo último que hicieron. La casa era vieja, pero no tan vieja: tenía la edad de mis tías no más. No era pa' tanto, pensaba yo, como para culpar a la casa de que hubiera pasado algo tan terrible.

Mi abuelo se había ido de vacaciones y mis tíos se habían quedado a cuidar la casa. Ese día encontraron una caja de zapatos envuelta en bolsas de basura arriba del techo, y mis tíos, pensando que podría ser algún tesoro suyo, no dudaron en abrirla. Mi abuelo siempre andaba escondiendo objetos medianamente valiosos, antigüedades y pequeñas curiosidades. Le gustaba juntar cachureos brillantes y todo le servía. Lástima que este no fuera el caso: el abuelo no tenía nada que ver con el misterioso paquete hallado bajo una teja suelta.

La caja atada con yute y lana roja pronto mostró su contenido sin resistencia: era un muñeco de barro lleno de alfileres enormes que lo atravesaban por todos lados. Mi tío quería tirarlo a la basura, pero mi tía sintió piedad. Es una maldición – insistió mi tío – uno de esos muñecos vudú, hay que botarlo lejos, ¡Alda, no seay porfiá!

Pero mi tía, que era más bondad que persona, insistió a su vez que, si esa cuestión era magia negra, había que hacer algo al respecto. Pobre tía, no tenía cómo saber que era la peor de las ideas y mi tío la amaba demasiado como para no apoyarla en todo lo que se le ocurría.

Decidieron pensar qué hacer más tarde, y así continuaron los quehaceres de la casa deteniendo su mirada en la caja cada vez que pasaban por el comedor. Postergaron tanto el tema que ya era hora de acostarse, y decidieron dejar el asunto para la mañana siguiente.

Pero nadie podía dormir. Algo denso se sentía en el aire. Mi tía se levantó a la madrugada y le dijo a mi tío que era inaceptable seguir ignorando la caja, así que caminó directo al comedor, tomó el muñeco entre sus manos con dulzura y le susurró que ella estaba para ayudarlo. Respiró hondo, y así sin más, decidió remover un alfiler. Lo fue tirando con cuidado, y al terminar de retirarlo, el muñeco crujió, retorciéndose.

¡Botemos esa cuestión, Alda! – gritó mi tío espantado, pero mi tía negó con la cabeza – Nano, no podemos dejarlo así... Por piedad... Reza un padre nuestro y unos ave maría si querís, pero no podemos dejarlo así. Yo seguiré sacándolos –. Mi tío estaba aterrado, y con justa razón: por ahí se escuchaban siempre unos graznidos potentes en las noches, y él no quería tener na' que ver con esas aves de magia negra, pero los ojos piadosos de mi tía lo convencieron y, cerrando los ojos, comenzó a rezar.

Por cada alfiler, el muñeco se fue retorciendo, liberando un polvillo fino que caía entre las rendijas del piso de madera. El sonido del crujido era lo que ponía más nervioso a mi tío y elevaba la voz de su rezo para escapar del terror. Cuando mi tía tocó el último alfiler que quedaba, atravesándole el pecho, el muñeco se hinchó como si inhalara profundamente, y al terminar de retirarlo, soltó un suspiro profundo de alivio, y no se movió más. A lo lejos se oyó un fuerte graznido que parecía el de un queltehue.

Mi tío estaba tan nervioso que le temblaban las manos, mandó a mi tía a bañarse tres veces y mientras, él se aseguró de juntar cada hebra y trozo de papel que hubiera por ahí, lo metió todo de vuelta a la caja junto con el muñeco y le dijo a mi tía que lo botaría a la mañana siguiente, sin falta, lo más lejos posible. Luego se lavó las manos y trapeó todo el comedor varias veces.

No pudo pegar un ojo en toda la noche, pero mi tía durmió plácidamente. Tan pronto el sol iluminó el techo de la casa, alguien tocó la puerta.

Toc.

Toc.

Toc.

Tres golpecitos perfectamente iguales, en sonido y potencia. Asustados, mi tío se levantó a buscar un palo, y mi tía se escondió tras la ventana para ver quién era.

Es un viejito – dijo mi tía – Un viejito no más –. Mi tío refunfuñó y entreabrió la puerta con cuidado, sin soltar el garrote, por si acaso porque ¿qué viejo iba a llegar a una hora como esa? no tenía ni un sentido. Nano estaba listo para mandar un golpe si era necesario.

Buenos días. ¿Ustedes sacaron la cajita que había en el techo? – a la tía Alda se le iluminaron los ojos al escuchar la pregunta y susurró emocionada – Nano, ¡él debe ser el que estaba maldito! Vino a darnos las gracias –, el tío miró con desconfianza, y como no atinaba a decir nada, mi tía agarró la puerta y la abrió por completo – sí caballero, nosotros la encontramos y le sacamos los alfileres al monito – asintió alegre.

El viejo hizo una mueca extraña que pareció una sonrisa y extendió las manos – ¿Me la podría pasar? – Sí, por supuesto – dijo mi tía, y fue corriendo a entregársela. El tío era el más feliz de que al fin se llevaran esa maldita caja.

Durante el intercambio, el viejo acarició la mano de Alda y sonrió al ver uno de sus cabellos enredados en su mano – Gracias, querida – hizo una leve reverencia y se retiró sin más, llevándose la cajita bajo el brazo. Mi tía se sentía feliz de haber hecho una buena acción, pero mi tío estaba escéptico.

¡Ay, por cierto! – dijo el viejo y se interrumpió con un carraspeo – Dígame –, se acercó atenta la tía –¿Le faltó algo? – el viejo extendió una gran sonrisa que le causó rechazo instantáneo a mi tío que sostuvo el garrote con más fuerza. El viejo respondió llevándose la mano libre al estómago y miró a la tía fijamente – ¿Sabe? no alcancé a desayunar, ¿me invitaría usted una tacita de té? – ¡NO! – bramó el tío agarrando a su Alda y metiéndola del camisón adentro de la casa, alzó el garrote para señalar la calle y aseguró – No tenemos desayuno para usted, váyase por favor. ¡Buenos días! –, agregó de último minuto recordando sus modales y le cerró la puerta en la cara. Miró de reojo a su mujer, muda de disgusto, y sólo le dijo – ya, ya, no me mirís así. Vamos a dormir, ya fueron suficientes buenas acciones por hoy y todavía tenemos que desmalezar el jardín –. Se sentía incómodo. En sus entrañas sabía que algo malo pasaría.



#2215 en Otros
#500 en Relatos cortos

En el texto hay: cuento, cuento corto

Editado: 03.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.