Eso que llaman...Amor

Capítulo 6. Matrimonio nulo

—No pueden anular el matrimonio hasta dentro de unos quince días, y tomando en cuenta las festividades, les diría que vuelvan dentro de un mes.

—Qué graciosa eres, Ciaran —murmura Alexa, con claras intenciones de discutir.

—Alexa... —intento advertirle.

—Señorita... —replica ella, elevando la voz con esa calma peligrosa—. Necesito que me explique por qué un procedimiento de anulación de un documento legal firmado bajo los efectos del alcohol no puede resolverse en cuestión de horas, cuando hace apenas unas horas firmamos la licencia de matrimonio.

—Señora, estamos en Las Vegas —responde la dependienta, con una mueca fastidiada—. No podemos procesar cada solicitud de divorcio o anulación de inmediato, y menos durante las festividades. Si necesita algo más, puede volver dentro de treinta días laborales.

—Gracias por la información, señorita —murmuro con una sonrisa diplomática, mientras tomo a Alexa por los hombros y la guío hacia la salida. Noto que se queda callada de repente.

Durante las dos horas de vuelo, Alexa se mantiene casi en completo silencio. Apenas responde a uno que otro comentario mío, y su mirada perdida me hace sospechar que algo anda mal.

Ya en el taxi, sigue mirando por la ventana, con la cabeza apoyada en el vidrio. Al final, sostengo su rostro suavemente para que me mire.

—¿Qué tienes, pecosa?

Sus ojos me observan unos segundos, como si dudara si responderme o no. Finalmente, suelta con una sonrisa leve:

—Solo estoy cansada —murmura, cerrando los ojos y recostando la cabeza en el asiento.

—No es solo eso —digo, jugando con sus dedos—. Algo anda en esa cabecita tuya y te está molestando. ¿Qué pasa?

Esta vez no me mira cuando responde:

—Me da miedo la reacción de mi mamá.

—¿Por qué?

—Soy la mayor. Mi familia está acostumbrada a que yo tenga el control. No sé cómo decirles que hice algo sin pensar, sin que pierdan la confianza en mí.

Su confesión me aprieta el pecho. Por primera vez entiendo la gravedad de todo esto para ella.

A pesar del caos que la acompaña, Alexa siempre tiene el control. Verla sentirse tan pequeña me resulta doloroso.

No digo nada. Solo la abrazo por los hombros y beso la punta de su cabeza, intentando reconfortarla.

Pasamos unos minutos en silencio hasta que ella pregunta, de pronto:

—¿Por qué me llamaste pecosa?

—Porque tienes pequeñas pecas por toda la nariz y parte del rostro —respondo, algo adormilado.

—Casi siempre llevo maquillaje. ¿Cómo lo notaste?

Me acerqué lo suficiente.



#1139 en Otros
#408 en Humor
#3275 en Novela romántica
#1027 en Chick lit

En el texto hay: amor en oficina, redessociales, romcom moderno

Editado: 28.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.