Eso que llaman...Amor

Capítulo 9. Confesiones

—Mamá, la boda de Alexander y yo fue un error. —Las palabras salen atropelladas, y me quedo en silencio a medio camino, con la voz temblando. No sé cómo continuar sin que se me caiga la cara de vergüenza. Siento un nudo en la garganta, y mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas, otra vez.

—Ay, mi niña, ven aquí. —Mamá me envuelve en sus brazos. Su olor, esa mezcla de vainilla y suavizante, me desarma por completo. Cierro los ojos y apoyo la cabeza en su hombro, buscando refugio en el único lugar donde todo parece tener sentido.

—Los matrimonios son difíciles, Alex, especialmente cuando eres joven.

—Ya tengo veintisiete años, mamá. —Intento reír, pero suena forzado.

—Aún eres joven, Alex. Yo me casé con tu padre a los veintitrés, y de no ser porque él me embarazó de ti en cuestión de días, juro que me habría divorciado.

—¡Mamá! —La miro horrorizada, aunque no puedo evitar sonreír.

—¿Qué? —responde con total naturalidad—. Amo a tu padre, pero ese señor es la persona más estresante que he conocido. Me lleva la contraria en todo.

—Nunca lo escuché discutir contigo. —Cruzo los brazos, intentando mantener la compostura.

—Ni lo harás. Él es la persona más calmada del mundo, y decidió buscar a la más explosiva para casarse. Tal como lo hizo tu chico. —Mamá levanta una ceja, divertida.

—¡Mamá! No soy tan mala. —Me dejo caer sobre la cama, hundiendo el rostro entre las manos.

—Alexa, te amo, eres mi hija... pero te pareces tanto a mí que no sé cómo tu padre no se ha vuelto loco con nosotras dos.

—Mamá, no lo entiendes. —Levanto la vista. Mis ojos arden—. Él y yo no tenemos una relación. Me casé con él totalmente ebria en Las Vegas. No sé qué hacer, ni siquiera en la oficina, respecto a esto.

Mamá suspira. Se sienta a mi lado y toma mis manos entre las suyas, apretándolas con suavidad.

—Alexa, el estado etílico no te hace una persona diferente —dice con voz serena—, solo te da valor para hacer lo que sin ese empujón no harías.

—¿Qué insinúas? —pregunto con el ceño fruncido, aunque en el fondo temo la respuesta.

—Que el hecho de que ambos decidieran casarse dice mucho más de lo que están dispuestos a admitir.

Desvío la mirada. Jugueteo con el borde de la sábana mientras mis mejillas se calientan.

—Mamá...

—Hagamos algo. —Su tono se suaviza, y me pasa una mano por el cabello, como cuando era niña—. Dale a esto seis meses. Convivan como personas casadas, conozcan a sus familias, vivan juntos... y si después de eso no sientes nada, si no quieres estar con él, yo misma te ayudaré a darle la noticia a la familia.

—¿Le dirás a papá cómo terminamos casados? —pregunto entre un suspiro y una risa nerviosa.

—Dios, no. —Mamá rueda los ojos—. Te mataría. Y ni hablar de tus hermanos. Yo te guardo el secreto. Inténtalo con ese chico, y déjame seguir en mi papel de suegra.

—Esto puede salir mal, mamá. —Bajo la cabeza, enredando mis dedos con los de ella.

—Y puede salir bien. —Sonríe, levantándome el mentón con suavidad—. Quién sabe... tal vez ustedes terminen sintiendo eso que llaman amor.

Mamá se levanta, me acaricia una mejilla y sale de la habitación con una sonrisa cómplice.

El silencio se instala de golpe.

Seis meses...

Tal vez sea suficiente para deshacer un error.

O para cometer uno más grande.



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En el texto hay: amor en oficina, redessociales, romcom moderno

Editado: 28.10.2025

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