Pov. Alex
El sonido de las conversaciones parecía haber llegado a su fin.
La casa estaba en ese punto entre el silencio y la incomodidad.
Yo seguía de pie frente a la ventana, mirando hacia la calle, mientras Alexa se movía inquieta por la habitación como si buscara algo que decir y no encontrara las palabras correctas.
—Tu mamá me dejó sin argumentos —murmuré al fin, intentando romper la tensión.
—¿Por qué? —pregunta sin mirarme, acomodándose el cabello detrás de la oreja.
—Porque parece convencida de que somos el matrimonio más estable del mundo.
—Eso es culpa tuya.
—¿Mía?
—Tú sigues actuando como si esto no fuera un desastre.
Me siento en la cama, invitándola a hacer lo mismo. Luego de unos momentos en un silencio tranquilo, le comento:
—No creo que debamos dar esto por terminado. Sería aceptar que tomamos una decisión así estando ebrios, y eso no luce bien en dos adultos.
Me observa en silencio unos segundos, con esa mirada que parece pesar cada palabra antes de decirla.
—Podemos poner un tiempo y decir que decidimos separarnos. Así podemos incluso cambiar de trabajo sin arrastrar esa decisión —concede al fin.
—Hasta que todo se calme, por mí está bien.
—No tienes que hacerlo, Alex. No quiero arrastrarte más a esto.
—Ya estoy dentro, pecosa. Y sinceramente, no me molesta tanto como a ti.
Sus mejillas se tiñen de rojo.
Cruza los brazos, incómoda.
—No es eso. Solo… esto no tiene sentido.
—Tal vez sí. A veces las cosas necesitan tiempo para tenerlo.
Por un instante, el silencio se vuelve distinto. No incómodo, sino denso, como si algo se hubiera movido entre los dos y ninguno supiera exactamente qué.
—Entonces… ¿de verdad quieres seguir fingiendo que estamos casados? —pregunta finalmente.
—Sí. Pero con una condición.
—¿Cuál?
—Te mudas conmigo.
Sus ojos se abren de par en par.
—¿Qué? ¡Ni hablar!
—Alexa, ¿cómo vamos a convencer a tu familia si seguimos viviendo separados?
—Podemos inventar que estoy de viaje.
—¿Por un mes? ¿Dos? ¿Cuánto crees que tardarán en sospechar?
Se queda callada, presionando los labios entre los dientes, como si morder las palabras fuera mejor que decirlas.
Sé que está buscando una salida lógica, pero no la hay.
—No puedo simplemente mudarme contigo.
—No simplemente, no. Pero temporalmente, sí.
—Alexander…
—Solo hasta que resolvamos lo de la anulación. Te lo prometo.
Suspira, se pasa la mano por la cara y me mira, con esa mezcla de cansancio y rendición que no necesita palabras.
—Esto va a salir mal.
—O tal vez no.
—Siempre dices eso cuando todo está por explotar.
—Y mira que todavía estamos enteros.
A pesar de sí misma, sonríe.
Y en ese momento, mientras la observo reír con los ojos cansados y la nariz ligeramente roja, entiendo que no puedo decirle la verdad.
No todavía.
Si supiera por qué realmente necesito que se quede conmigo, me odiaría por mentirle.