Eso que llaman...Amor

Capítulo 14. Comodidad

POV: Alexa

Un relámpago me despierta de golpe y, sin poder evitarlo, grito.

De inmediato, unos brazos me rodean y siento cómo unas manos recorren mi espalda, revisándome por todas partes.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó?

Mi corazón está acelerado, así que tardo en responder.

Es más, antes de que pueda hacerlo, otro relámpago se vislumbra por la ventana y vuelvo a encogerme, esta vez contra el pecho de Alexander.

Le tengo pánico a los relámpagos, y justo ahora, la ventana de la habitación deja entrar la luz intermitente de los rayos que no dejan de caer.

—Alexa, ¿les tienes miedo a los truenos?

Sin encontrar la valentía para salir de donde estoy, asiento. Apenas soy consciente de que tengo el rostro enterrado en su clavícula.

Hay un momento de silencio. La respiración de Alex se calma, pero los rayos continúan cayendo. Eso significa que no pienso moverme de mi refugio.

—Alexa, hay una tormenta. Debes soltarme un momento para que pueda cubrir las ventanas y buscar algunas cosas.

A regañadientes, intento apartarme, pero otro trueno suena de fondo y me obliga a volver a mi posición original, escondida en su cuello.

Esta vez, lo muerdo.

—¡Ay, Alexa!

—Perdón, me asusté.

Él ya no intenta sacarme de mi espacio; al contrario, se las ingenia para arroparme mejor.

Entre truenos y espasmos, logro quedarme dormida nuevamente.

---

POV: Alex

El rostro dormido de Alexa es todo lo que puedo ver.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que la tormenta empezó, pero ya no me importa. Su respiración se ha vuelto tranquila, y el miedo que la tenía temblando hace apenas unos minutos parece haberse rendido al sueño.

Su cabello, más fino de lo que recordaba, cae sobre mi pecho y me hace cosquillas.

No me atrevo a moverme. Me limito a observarla.

Tiene unas veintisiete pecas esparcidas sobre la nariz y los pómulos, como si el sol se hubiera divertido salpicándola ahí, justo donde más la ilumina. Al final, resulta que no tiene una constelacion de estrellas ahi, pero se acerca lo suficiente para mi.

No creo haberlas notado antes, y por alguna razón, eso me resulta… fascinante.

Sin poder evitarlo, paso mi pulgar por su mejilla, delineando el camino de las pecas.

Cuando un trueno vuelve a retumbar, ella se encoge y, sin abrir los ojos, busca refugio otra vez en mi pecho.

Suelto un suspiro, sintiendo un extraño peso en el pecho al darme cuenta de algo: su miedo, que hace un momento me preocupaba, ya no me resulta incómodo.

Me enternece.

Aún con su cabello haciéndome cosquillas en el pecho, sonrío sin poder evitarlo.

No tengo la menor intención de apartarla.

Estoy demasiado cómodo con su cuerpo sobre el mío, demasiado consciente del calor que desprende incluso dormida.

Y casi puedo jurar que, sin quererlo, estoy empezando a enamorarme de ella.



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En el texto hay: amor en oficina, redessociales, romcom moderno

Editado: 28.10.2025

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