POV. Alex
Supongo que debí prever que mi madre aún salía como mi contacto de emergencia en el hospital.
El doctor —o más bien, un interno chismoso— se encargó de avisarle que estaba en emergencias por un golpe que me propinó mi esposa y que la policía me había dejado allí.
Siendo que mi madre no conoce a Alexa ni sabe el caos que carga encima, no era precisamente la mejor manera de presentarla.
—No volverás a juntarte con esa salvaje.
—Mamá, no lo hizo a propósito.
—Eso dicen todas las parejas maltratadas.
—Mamá, por favor. Debo ir a recoger a Alexa a la comisaría. Ya tiene mucho tiempo allí y no ha desayunado.
—¿Y qué? ¿Acaso eres el encargado de hacerle el desayuno?
Respiro hondo, porque parece que todo lo que diga solo hunde más la imagen que mi madre tiene de Alexa.
—Papá, ayúdame, por favor.
—Alex, tienes que aceptar que esta situación no es la más óptima.
—Te estoy diciendo que no lo hizo a propósito.
—¿Entonces por qué la policía cree lo contrario?
—Por el amor de Dios, hice un estúpido chiste y el policía lo entendió mal. Si fuera un caso real, te apuesto a que no hubieran actuado tan rápido.
Ironizo, ya cansado del tema, mientras me pongo las pantuflas para buscar al oficial que me trajo hasta aquí.
—Alexander, espera, iremos contigo.
—Papá, no. No quiero que conozcan a Alexa de esta forma.
—Ay, por favor, debo asegurarme de que no es una abusiva. ¿Es esta la primera vez que la detienen?
Y quise decir que sí… pero recordé esa vez cuando…
—¿Por qué lo piensas tanto? ¡Ay, William, nuestro hijo se casó con una criminal! —dramatiza mi madre, contagiando a mi padre, que ahora me mira igual de angustiado.
Hermoso. Simplemente divino.
Cuando llegamos a la comisaría, la recepcionista parece reconocerme.
—¿Alex, cierto?
—Eh… sí —respondo confundido.
—Dame un momento y te llevo con Alexa.
—¡Dios mío, Alexander! ¡A tu esposa la conocen en la comisaría! —murmura mamá al borde del colapso.
—A mi esposa la conocen en la comisaría —repito, masajeando el puente de mi nariz, que todavía duele del golpe.
Que Alexa ya sea conocida puede ser bueno… aunque, con lo creativa que es, no estoy tan seguro.
La oficial nos guía hacia lo que parece ser un comedor, y ahí la veo:
Alexa bailando con el capitán.
Mis padres se quedan boquiabiertos.
Música de fondo, varios oficiales vitoreando, y mi esposa —en pijama y con el pelo despeinado— girando entre risas en medio de todos.
No puedo evitar sonreír.
Porque, sin importar dónde esté, el caos de Alexa siempre encuentra un espacio para rehacer las cosas.