Aún queda un capítulo. Aunque el final parezca un cierre. Será precisamente sobre cómo se resuelve el problema que se trata en este capítulo. En un inicio no era algo que fuera a incluir, pero hace poco vi una serie que me hizo pensar que uno de los problemas a los que se enfrentan este tipo de relaciones recibe muy poca atención, y eso lo vuelve aun peor.
Sigo muy ocupada y con la salud a medias. Lo he intentado corregir lo mejor posible, pero pido perdón por cualquier dedazo que me haya dejado. Que seguro que los hay.
Abrazos a todos. Es un placer escribir con todos vosotros dejando vuestro apoyo. Una siente que no está sola y que al otro lado de las letras hay alguien que lo aprecia. Mil gracias, en serio.
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Llevar al mundo real aquello que en la intimidad se daba de forma más natural era complicado. O al menos a esa conclusión llegó Víctor tan solo un día después de que entre Samuel y él la situación se asentase en determinada dirección. Había despertado junto a él, con sus brazos pálidos rodeándole y con los cabellos castaños de Samuel haciéndole cosquillas contra su nariz. Víctor parpadeó, confuso, hasta que su cabeza se llenó de una y mil cosas. De olores cítricos y bocas de labios gruesos y sensuales.
Víctor sonrió, escondiendo el rostro en aquellos despeinados cabellos oscuros. Lo sintió removerse contra él, sin despertarse, y Víctor no pudo evitar apretar su agarre, sintiéndose extrañamente a gusto con su amigo durmiendo entre sus brazos. ¿No debería haber ahí cierta incomodidad? ¿Dónde estaba la confusión que sintió todos aquellos días anteriores? Parecía desaparecida en combate, quizás escondida en el mismo lugar que cualquier duda al respecto. Porque Samuel, con su respiración lenta y acompasada, con sus labios apretados en un puchero infantil, hacía que su corazón latiese rápidamente pidiendo más. Y más y más.
-Samuel -murmuró contra su pelo, y Samuel murmuró algo contra la piel caliente del cuello de Víctor, sin despertarse.
Sonriendo, se alejó lo suficiente como para poder mirarle a la cara, y la ternura se mezcló con la diversión ante la piel sonrojada y llena de marcas de dormir.
-Está bien, hurón.
Finalmente libre de su agarre, Víctor salió de la cama sin hacer mucho más ruido, metiéndose en la ducha de inmediato. Cuando salió, Samuel seguía durmiendo y Víctor tenía hambre. Se entretuvo pasando canales del televisor, después mirando las noticias en su Twitter, y más tarde seleccionando la ropa que se pondría hoy. Samuel despertó veinte minutos después, cuando los sonidos del estómago de Víctor empezaban a ser vergonzosos.
-¿Qué hora es?
-Casi las doce, Samuel. Empezaba a preguntarme si debería preparar ya la comida más que el desayuno.
-Me muero de hambre.
-Yo sí que me muero de hambre. ¿Desayunamos, entonces?
Samuel asintió, caminando medio dormido aún hasta la cocina. Allí, se dejó caer pesadamente sobre una silla de madera.
-¿Tostadas? -preguntó Víctor.
-Tostadas.
-¿Café?
-Chocolate.
-Bien.
Víctor preparó dos tazas de cacao con leche y una montaña de tostadas junto a la margarina y la mermelada de melocotón.
-Gracias -le escuchó murmurar, y solo pudo sonreír, sentándose a su lado e inclinándose sobre él para posar sus labios sobre los de Samuel. Lo sintió tensarse junto a él, y después, cuando Víctor se separó, escondió el rostro detrás de su taza de los Simpson. Estaba tan ridículo que Víctor se echó a reír, y Samuel, aún más rojo, le tiró un trozo de pan.
-¡Oye!
-No te rías de mí, desgraciado.
-Auch.
Cuando levantó el brazo en amenaza de lanzar otro proyectil, Víctor se rindió, riendo, y esta vez fue Samuel quien lo agarró del cuello de su suéter para acercarlo y darle un beso rápido y húmedo sobre los labios.
-Sabes a chocolate.
-Igual que tú.
Víctor asintió, ausente, y finalmente se rindió. Dejó de lado su desayuno y agarró a Samuel, empujándolo hasta que consiguió que se sentase sobre su regazo, cada pierna a un costado de Víctor.
-Hueles bien -le escuchó mascullar contra sus cabellos.
-Me duché antes de que despertases.
-Hueles bien.
Y aquellos ojos grandes y castaños lo miraron grandes y expresivos. Porque Samuel a veces no podía ocultar nada. Víctor ciñó su agarre sobre la carne blanda de su cintura.
-Sabes que te quiero, ¿verdad? -dijo. Porque era verdad. Porque fuera de todos los sentimientos románticos, aquella era una de las personas que más quería en el mundo. Y Samuel tenía que saberlo.
-Sí, lo sé. Yo también te quiero a ti, Víctor, pero a veces creo que son dos formas diferentes de querer.
-Cada uno quiere de forma diferente, ¿no es cierto?
-Sí, claro. Pero no es a eso a lo que me refiero.
Víctor sacudió la cabeza.
-Samuel, esto se siente bien. Me gusta estar así, entre tus brazos, besándote y tocándote. No es amor de amigo. No solo, al menos. No puede serlo.