Espacio para Adam.

Capitulo ocho.

La cabaña del lago.


Los chicos habían venido justo cuando Chris me dio un poco de espacio, mas paso un brazo por encima de mis hombros y todos quedaron espectadores esperando que uno de los dos hablara.

Estuve centrado en mirar solo mi batido de chocolate todo el rato, intentando descifrar qué fue lo que acababa de pasar. Algo en mi lo encontró estimulante, divertido, podría decir que me sentía un tanto emocionado. Pero no iba a demostrarlo, mucho menos sacar el tema, si Pierce pregunta simplemente diré que fue algo que sucedió en el momento y punto. Aunque no necesita explicaciones.

—¿Así que ustedes...?— pregunto curioso Eric, ansioso por la respuesta.

—¿Nosotros que?— dice Chris a mi lado, solo me limito a hacerme pequeño en el lugar.

—No se hagan ¿Están juntos o no? no necesitan dar tantas vueltas.— Melissa se canso de esperar respuesta y oí una suave risa por parte del... por el momento, innombrable.

—Por mi parte sí, ¿Y por la tuya, Adam?— Por Dios, necesitaba ayuda urgente. Desvié un milisegundo la mirada y Pierce la levantó de su teléfono, sintiendo la mía. Devolví mi vista hacia el pretendiente y tartamudee sin poder dar una respuesta muy clara.

—Smith.— Voltee a ver a Pierce, pero no fui el único que lo hizo en cuanto hablo.— Tu padre me está preguntando donde estas, quiere que te lleve a la ferretería ahora mismo. Al parecer no lo tienes muy contento que digamos.— El saco las llaves de su auto de su bolsilla y las mantuvo en su mano izquierda.

—Yo puedo llevarlo.— soltó Chris, cagandome el sueño de alejarme de él.

Todos podemos llevarlo.— aclaró Melissa, apuntándose a la idea.

—No, no pueden.— respondió divertido, Pierce. —Su padre es el señor Jones, así que solo puedo llevarlo yo.

Sentí miradas extrañas y solo me dedique a analizar sus caras.

—No pasara nada si lo acercamos hasta la ferretería.

—Te has acostado y dejado sin dudar dos veces a Maya, rompiéndole el corazón y prácticamente haciéndole entrar en depresión. Ahora imagínate que te vea llegando con su hijo, peor aún, de la mano con el y si nos excedemos un poco más, despidiéndote de Adam con un beso...— Chris se cayo ante las palabras del chico de los ojos claros y se levantó de la mesa.

Supongo que al final los rumores del colegio eran ciertos.

—Y a nosotros nos odia, supongo que será otro día.— dijo Eric apenado.

—O tal vez nunca.— Tho había pellizcado a su novia y esta se quejo después de hablar.

—No voy a esperarte toda la vida— Pierce comenzó a alejarse de nosotros y me apresure para alcanzarle el paso, subimos a su auto y vi por el espejo como poco a poco la tienda de la que salíamos se hacia mas y mas pequeña hasta que desapareció en el camino.

—¿A dónde me llevas?— rompí el silencio después de unos dos minutos.—Es más que obvio que no es con mi papa.

—Si sigues juntándote con ellos vas a enloquecer.

—Sueñas si solo voy a hacerlo contigo.— El sonrió y yo me relaje en mi asiento, pasamos por una carretera que para mi era conocida, por la cual pase cuando llegue al pueblo ¿Estábamos saliendo? —Para el auto.

—¿Y eso por que?— ambos nos miramos. —No voy a matarte ni nada por el estilo, voy a hacerte conocer la mejor parte de vivir en este lugar.

—A mi no me compras con árboles o con una naturaleza de mierda, mucho menos con algún lago de mierda así que intentas impresionarme con algo de eso solo da vuelta y vuelve por donde vinimos.— Me quede expectante esperando su respuesta. El asintió.

—Puedes quedarte en el auto hasta que volvamos, entonces.— Pierce, maldito hijo de perra.

El auto se fue por un camino de tierra secundario, había inmensos árboles a los lados, no podía ver la calle por la que andábamos segundos antes por lo frondosos que eran. Condujo un rato más y cuando estaba quedándome dormido, oí la puerta a mi lado cerrarse. Ya habíamos llegado y él ya estaba perdiéndose de mi vista.

Preferí esperar aquí, el dijo que si no quería bajar que no lo hiciera y no necesitan pedirme ese tipo de cosas dos veces por lo que me quede dormido en el asiento del acompañante mientras no estaba. Para intentar no dormirme en su totalidad por si intentaba algo mientras descansaba, conté números en mi cabeza.

Uno,

Dos,

Tres, 

Cuatro...

—¿Qué mierda te pasa?— dije recuperando mi postura después de casi haber caído del auto. Pierce había abierto la puerta por la que estaba apoyado.

—No esperaba que realmente esperaras en el auto. La idea no era que te quedes aquí.— Él se encontraba serio y me miraba fijo. Podía llegar a ser intimidante si tan solo me importara tres carajos lo que decía.

—No me interesa lo que esperabas, no tengo ganas de bajar.

—Si eres tan borde nadie podrá encariñarse contigo nunca.

—Fíjate que si me quieren, Chris incluso podría decir que me ama si se lo pregunto.

—Hablo de como eres tu en realidad. Estoy seguro de que nadie nunca te quiso por ser tu mismo.— Me mantuve en silencio y me acomode mejor en el asiento, volviendo a cerrar sus ojos.

—Me resulta fastidioso verte ser alguien que no eres.— volvió a hablar.

—No recuerdo haberte preguntado.

—Déjame terminar: No soporto tu falsa voz de mierda, tu actitud de chico débil y tu puta mirada hacia abajo, cada que te escucho hablar con los demás quiero golpearte y si sigues haciéndolo un día de estos no me resistiré y lo haré. ¿Qué mierda de miedo es ese donde te privas de ser tu? ¿Qué tan traumado tienes que estar para aprenderte a la perfección gestos, movimientos, palabras y actitudes de alguien que realmente no eres? ¿Cuál es el beneficio de todo esto? Decir que así conseguirás algo en un futuro es falso porque ellos no tienen nada para ofrecerte, absolutamente nada así que si no vas a parar entonces dime algo que me haga entender lo que sea que estés haciendo.



#24625 en Novela romántica
#15308 en Otros
#1091 en No ficción

En el texto hay: parejas gays, autoaceptación, amor sutil

Editado: 21.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.