Espacio para Adam.

Capitulo diez.

El día que morí.

Fue en un verano, no recuerdo exactamente hace cuantos años pero las hojas no caían todavía.

Mamá salía con un hombre más grande que ella, dijo que sería mi nuevo padre. Me lo presentó después de que los encontré en la cama. Mamá y él estaban riendo bajo las sábanas.

Al parecer, no tenían planes de formalizar, me pidieron que no se lo diga a nadie, ni siquiera a papa. 

Con el tiempo, estaba por las mañanas, por las tardes y por las noches.

Siempre me dio miedo. Era grande y su voz muy gruesa, intimidaba con solo verlo.

Mi madre siempre estaba ocupada, me dedicaba poco tiempo y desde su llegada... ya no la veía. Ahora salía y viajaba con él, siempre me apartaba de sus planes. Ya estaba acostumbrado a vivir solo.

Había intentado hablar con ella en varias ocasiones, pero como dije, nunca tenía tiempo y se ponía de mal humor cuando me le acercaba.

Era lindo verla sonreír, así que evitaba arruinar su felicidad y me mantenía lejos.

No tenía mucho que hacer más que estudiar, por lo que ponía mucho empeño en eso. Me esforcé tanto, que conseguí un promedio casi perfecto. La maestras y la directora me habían llamado para reunirse conmigo y felicitarme por el empeño que le ponía a mis estudios, estaban orgullosas de mi, mostrarles a los demás que sus alumnos eran excelentes y darme un reconocimiento por mis calificaciones. Me aseguraron que mamá estaría realmente orgullosa.

Me apresure a llegar a casa, corrí super rápido después de bajar del autobús, y también para subir al ascensor, en mis manos tenía la invitación por parte de los directivos a mi madre, para que viniese a la entrega de diplomas. Entre rápidamente al departamento y fui hasta la habitación de mi madre, me detuve antes de la puerta debido a los gritos.

—¡Tu y tu puto niño de mierda me hacen la vida imposible!— escuche al señor gritar. 

—¡Me juraste que me amabas, y que ibas a hacerte cargo de mi y de él!— Ella parecía estar llorando, su voz era quebradiza y en varias ocasiones la perdió, más no dejaba de gritar a la par de él.

Me apoye en la pared, y los escuche gritarse por un largo tiempo. Mire la invitación de mis manos, y tome el valor para pararme en la puerta de la habitación.

—Mama...— dije bajito, tenía miedo de que me retaran por interrumpirlos. Siempre sucedía. —Papa...

Ambos dejaron de gritarse y me miraron. El hombre tomó su saco de un sofá del dormitorio y pasó por mi lado, chocándome el lado derecho del cuerpo hacia un lado y haciendo que mi pequeño trasero cayera al suelo debido al gran peso de mi mochila.

—Que la puta de tu madre te consiga otro padre.— dijo mientras se iba del departamento. Mama seguía llorando diciéndole cosas como que si se iba no la volvería a ver. Ella se sentó en la cama, apoyó sus codos sobre las rodillas y se cubrió la cara.

Tome aire y sonreí, mamá tendría tiempo para mi ahora que el señor se había ido un rato, me acerque y me pare frente a ella.

—Mama.— llame su atención, ella me miró de una forma muy diferente a la que solía hacer y me emociono mucho pensar que esta vez yo la haría muy. muy feliz. —Mira— extendí mis brazos mostrándole el papel, ansioso de que las reacciones que tuvieron las maestras se quedaran cortas a comparación de la de mi madre.

—Tu...— ella tomó el papel, pero en vez de leerlo lo arrugó con su mano. Se levantó poco a poco de la cama, y me aleje porque aún parecía molesta. Pero mientras más me alejaba, mas ella caminaba hacia mi. —Tu eres el culpable de todo esto. Tu tienes la culpa de todo.— Tropecé debido a que pise uno de los cordones de mis zapatillas, y comencé a llorar asustado, ella tomó las tiras acolchadas de mi mochila. —Si no fuese por ti, yo seria feliz— Fue la primera vez que supe lo que era la violencia, la primera vez que mi madre me pegó. Llore aun mas fuerte, no fue principalmente por la cachetada, sino por sus palabras. 

—Estoy tan decepcionada de ti, ¿Por que no dejas a mamá ser feliz? ¿Acaso me odias?— sus ojos estaban muy abiertos esperando una respuesta, negué sintiendo como se me caían hasta los mocos. —¿Qué hice mal? Te lo di todo, siempre lo tuviste todo... te dedique mi vida entera. ¿Así es como me pagas todo estos años?— poco a poco ella me fue soltando y miró a la puerta, comenzó a balbucear cosas que no entendía y solo limpie mis lagrimas viéndola.

Mamá era la que ahora daba miedo, me levanté lentamente y con cuidado deje el dormitorio. Vi a mamá seguir hablando sola hasta que cerré la puerta.

Los días después de eso se volvieron muy oscuros, cualquier ruido desesperaba a mama y la luz le afectaba, no comía y con suerte yo podía comer algo de lo que me cocinaba. Era pequeño, no sabía nada sobre cocinar y con frecuencia me quemaba. No volví a la escuela todo ese mes porque por ocasiones ella quería hacerse cosas extrañas. 

Le perdí la impresión al líquido rojo que sale cuando te quitan el pincho del brazo, incluso el miedo.

Mama me dijo que la deje sola cuando estaba en el baño porque quería librarse de su sufrimiento. Muchas veces la encontré dormida y le cubría con una sábana porque la cerámica del piso siempre era frío. Cuando se despertaba, yo amanecía a su lado y me acariciaba la cabeza, sonreía y me besaba la frente. Luego volvían a darle los ataques y no la veía durante días porque se encerraba en su dormitorio.

Me sentía muy solo, extrañaba el colegio y siempre escuchaba todo lo que me dijo ese dia. Era verdad, yo tenia la culpa de todo. Mama no era feliz por mi culpa, yo la estorbaba y ya no iba al colegio, así que ni siquiera estudiaba. Yo no servía de nada. Y la única persona que amo, me odia. Mi mama me odia.

Solía pensar ese tipo de cosas a la hora de dormir, lloraba por las noches en silencio para que mamá no me escuchase y por el día intentaba sonreírle para no arruinar completamente el dia con mi mala cara.



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En el texto hay: parejas gays, autoaceptación, amor sutil

Editado: 21.02.2021

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