Espacio para Adam.

Capítulo diecisiete.

¡Soy una persona!


—No puedo creer que hayas venido hasta aquí tu solo— La chaqueta de Chris cubría mis hombros y me rescataba del bajo clima de la noche, evite su mirada cubriéndome mejor con su prenda, pues solo llevaba un suéter de lana y el viento probablemente me mataría de hipotermia o me enfermaría como mínimo. —Venimos por este camino solo cuando vamos a la casa de mis tíos, viven en el pueblo siguiente, tienen una bonita alberca.— busca decir intentando iniciar una conversación, pero yo no lo entendía, ¿Por que si me ignoro antes y viene haciéndolo desde hace tiempo, ahora me trata de esta forma?

Mire desde mi pequeño banquito aun al lado del puesto de burritos al distante chico de cabellera negra que se echaba un cigarrillo al lado de la camioneta. El no me miraba en lo mas mínimo, incluso me daba la espalda.

Para este momento, ya todo me daba igual, no puedo fingir tener dignidad porque intente irme a mi casa fingiendo que conocía el mundo y termine perdiéndome y llorando en medio de un descampado con un don que, si hubiese querido matarme, podría hacerlo y nunca nadie se hubiese enterado jamás.

Me abrace a mi mismo sumergiéndome en pensamientos tan trágicos como este.

Mi cabeza maquino a mil por hora desde muy pequeño, me tuve que obligar a crecer muy rápido, no disfrute de la compañía de mis padres ni conté con un apoyo verdadero, nunca tuve un amigo amigo o un hermano, desarrolle una coraza impenetrable alrededor de mi para protegerme del resto, para que no pudiesen herirme. Dejar de llorar por las noches en silencio fue lo mas difícil que hice y con el tiempo me acostumbre, vivo en mi propio mundo ahora, incapaz de confiar en la gente y en lo que me rodea, sin permitirme sentir, ilusionarme, ser como los demás chicos de mi edad.

En mi mente me recalque tanto la idea de que no tenia una vida como ellos, que olvide que no importaba que, yo no dejaba de ser un niño, con brazos, piernas, ojos y orejas como el resto. Pero mi cuerpo me juega en contra de vez en cuando, me permite fingir ser fuerte, que nada me importa y que nada me frena hasta que se cansa de soportarlo. Todo lo que me sucede son como pequeñas piedras que voy  cargando en mi espalda, tan insignificantes que al principio les resto valor pero que con el tiempo, mientras mas junto, van tomando un peso realmente significativo. Y caigo. Me derribo. Y me cuesta volver a levantarme.

Todo esto, alejarme de mama, mudarme, mi poca y falsa relación con papa, el no tener ningún amigo real, tener que esforzarme por encajar, lo sucedido con Chris y mi extraña relación con Pierce que no tiene ni punto de partida ni nombre. Todo, absolutamente todo me pesa.

Olvide que soy un ser humano.

Peor aun, olvide que era adolescente... y que esta es la etapa de tu vida en la que tienes menos estabilidad emocional.

—Adam, ¿Por que lloras?— El moreno me sostuvo entre sus brazos rápidamente, no me había percatado que mis ojos se llenaron de lagrimas y ante esa pregunta no pude evitar sollozar.

Cállate, respira hondo dijo la voz de mi cabeza.

Cubrí mi boca para evitar hacer ruidos pero Christopher se empeñaba en acariciar mi cabeza y eso me hacia acordar que hace mucho mama no acariciaba mi cabeza a tal punto de que ya no recordaba la ultima vez que lo había echo.

—¿Quieres que te lleve a casa?— Negue sobre su hombro. La verdad era que si quería, pero papa no estaría en casa y es un lugar muy grande para estar solo.—¿Quieres ir a mi casa?— Asentí suave —Esta bien. De acuerdo, vamos.— El me levanto con cuidado de mi banquito y camine de puntas de pies hasta su camioneta, aun me dolían y no podía caminar normal. Me metió en el asiento trasero y me recosté en el haciendo que ambos chicos tuviesen que sentarse delante.

—¡¿Que no lo ves? No se despierta!

—¡No seas un estúpido, ni siquiera lo intentaste!

—¡Por el amor de Dios, ya hasta lo sacudí!

—¡Pierce tu ni siquiera crees en Dios! ¡Puto mentiroso!— la discusión entre ambos en voz bajita me hizo despertar. Me senté en el asiento trasero y los mire con los ojos entrecerrados.

—¿Ya llegamos?— pregunte intentando que dejaran de discutir.

—Si, nosotros... estábamos por levantarte ¿Te ayudo a bajar?— un preocupado moreno me extendió la mano, sonreí muy bajo y negué bajando del coche.

—No, gracias. Yo solo... me gustaría poder dormir.— dije caminando junto a el hasta dentro de la casa, no había visto a Pierce por lo que no se si nos seguía o estaba aun en el coche.

—Claro, ven.— Chris me guio por uno de los pasillos pero no lo seguí debido a que me detuve en la puerta para poder quitarme las zapatillas antes de continuar.

—Te sangran.— pronuncio detrás de mi, me asuste ante el repentino comentario.

—No, solo son ampollas, no es sangre.— el me detuvo sosteniendo mi brazo, entonces Chris volvió a aparecer.

—Le sangran los pies.— declaro Pierce desde la distancia y suspire cansado, jamás me habían sangrado los pies, no hay explicación para eso. Simplemente eran ampollas que perdieron la pielsita. Por como me miran estoy seguro nunca tuvieron ampollas.

—El botiquín esta en la cocina, ayúdale mientras yo preparo un baño para el.— ordeno su amigo y me rendi, no podría discutir ahora con estos dos, por lo que me deje llevar.

Volví a caminar de puntas hasta la cocina, aunque Pierce se ofreció llevarme. Solo necesite ayuda para sentarme en la isla de la cocina porque quiso subirme ahí para no agacharse tanto. Jugué con mis pies mientras buscaba el botiquín hasta que se inclino delante de mi y busco algodón y agua oxigenada de la caja de plástico blanco.

—¿No es estúpido ponerme una curita y luego meterme al agua?

—Ya me preguntaba cuanto ibas a tardar en salir del papel de niño frágil.— revelo pasando el algodón por mis tobillos, haciendo que suelte una mueca de dolor.—Te estabas tardando. Incluso te quedaste varado en medio de la nada durante horas para hacerlo mejor, eso si es tener pasión por lo que haces.



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En el texto hay: parejas gays, autoaceptación, amor sutil

Editado: 21.02.2021

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