Especial Ángel Ciego. La Bella y el Namek

Niños

En eso los gigantes vieron que el ser salió del mar buscando a una mujer que había logrado escapar de sus tentáculos. La fémina pasó corriendo rauda frente a los soldados, y se perdió en el bosque, cuando el animal, de unos cinco metros trato de seguirla se encontró con las tropas, y molesto como estaba por haber perdido a su comida, los atacó en tierra, para su mala suerte, ese ambiente no era el mejor para él, antes de una hora, entre todos habían matado al monstruo.

— ¿Quién sería esa mujer que pasó? Nadie había podido enfrentar a este ser y menos escapar con vida de sus tentáculos — se preguntó uno los hombres.

— Debe haber sido un espíritu del mar — miró al ser muerto — tendremos mucho calamar, los del pueblo estarán contento con tanto para comer.

Mientras Izbet, luego que pasó frente a los gigantes, siguió corriendo con los brazos por delante, cayendo y levantándose a cada rato, hasta que llegó a un lugar limpio de árboles, caminó lento y tocó una pared de madera, continuó hacia arriba y se dio cuenta que el techo no era muy alto, abrió la puerta y logro entrar sin problemas, pero agachada.

— Que raro ¿Una casa de juegos? Debe ser para unas niñas, aprovechare de dormir un poco — suspiró resignada — ¿Por qué Khosia y Ariel me hicieron esto? No debo ser tan confiada, por eso seguramente caí al mar.

Luego se acomodó en un rincón de la casa y se durmió, unas horas después llegó un grupo muy especial al lugar, que la sobresalto.

— ¿Quién entró a nuestra casa? — dijo una niña de pelo largo y negro, que vestía un abrigo café.

— Debe ser un monstruo del bosque — dijo uno antropomorfo, con cara de perro.

La mujer ciega despertó.

— Disculpen, tenía sueño y entre aquí a descansar, pensé que era para juegos o algo así.

— Es nuestra casa — dijo un ser pequeño de piel azul — mi palacio, soy el Rey Pilaf, y estos son mis súbitos.

— Hola, soy Mai y el Shu — se presentó la niña y al de cara de perro.

— Hola, soy Izbet

— ¿Qué te pasa en los ojos? — preguntó el que dijo ser de la realeza.

— No puedo ver.

— Lo siento — dijo la niña mirándola triste.

— Si no puede ayudarnos mejor será dejarla en el bosque para que se la coman los osos.

En eso llegaron dos niños más, uno de pelo morado y otro con pelo como palmera.

— ¿Qué pasa Pilaf? — preguntó el mayor de los recién llegados.

— Ella entró para robarnos.

— No digas tonterías, si hubiera sido así para que se hubiera quedado — se acercó muy solicito el jovencito de pelo lila — ¿Señora, está bien?

— Bien, gracias.

— Soy Trunks y el Goten, vivimos todos juntos aquí, escapamos cuando atacaron la aldea, tuvimos suerte de encontrar esta cabaña, nos estamos escondiendo aquí hace un tiempo ¿Qué le pasó a usted?

— Dime de tú, mí me traicionaron unas personas en quienes confié, me dejaron para que me comiera un calamar gigante, por suerte logra escapar, y corrí hasta que llegue aquí.

— ¿No ves?

— Nada.

— Tendrás que quedarte para que te cuidemos — aseveró Trunks mirando a los demás a ver si alguien quería oponerse.

— ¿De verdad puedo quedarme? — por fin se relajó la mujer.

— Sí, mamá siempre me dijo que hay que ayudar a los demás.

— La mía decía lo mismo — complementó Goten.

— Pero es una boca más que alimentar — se quejó Mai — tendré que cocinar más.

— Te puedo ayudar — aseguró Izbet.

— Tú no ves, te vas a cortar los dedos — reclamó molesto Pilaf.

— Llévame a la cocina — cuando se quiso levantar se golpeó la cabeza – auch.

— Ves lo que decía, no nos ayudara en nada — reitero el de piel celeste.

— Deja que pruebe, no seas malo — suplicó Goten con las manos juntas.

Izbet se acomodó de rodillas frente a la mesa, tomó las cosas con cuidado, cortó la verdura sin problemas.

— ¿Puedes llenar la olla con agua hasta acá? — le pidió a la pequeña.

Cuando tuvo todo listo la niña la puso al fuego, al rato un exquisito olor llenó la cabaña.

— Qué rico, hace mucho que no comemos comida de verdad — se alegró Goten.

— Oye ¿Y lo que yo hago? — preguntó Mai.

— No cocinas, solo pelas las frutas que traemos del bosque.

— Ahora que estoy yo me encargaré de la comida — comentó la mujer probando la sopa — si quieren les enseño, ahora a lavarse las manos, en 10 minutos sirvo.

Todos fueron a asearse felices a la pileta, menos el rey Pilaf, así que entre Goten y Trunks lo tomaron en brazos y lo tiraron donde se lavaban los demás.

Mientras comían los niños le contaron su triste historia.

— Nuestros padres fueron llevados como esclavos por la gente del príncipe demonio, logramos escapar con una mujer del pueblo que debía cuidarnos, se llama Blancanieves. Acá encontramos a Pilaf y los demás, y ahora vivimos juntos.

— ¿Y qué le pasó a Blancanieves? ¿Dónde está ahora? ¿Murió?

— Hace 6 meses vino un tipo que dijo que era un Príncipe — dijo Trunks que hacía de líder del grupo.

— Pero no tenía caballo, y su ropa estaba muy vieja — completó la frase Goten.

— No nos gustó, era un flojo, nos hacía cortar leña, y hacer todo por él porque era de la realeza. Acá solo yo lo soy.

— Sí seguro — dijo Trunks ya aburrido con las ínfulas del de piel celeste.

— Al final se fueron los dos, supuestamente a su castillo — explicó la niña.

— ¿Y los dejo solos? — se asombró Izbet.

— Si, él no quería cuidar niños que no eran de él dijo. Fue mejor así, ella siempre se creyó más que todas las de la aldea, solo porque decían que era la más bonita del lugar, no le gustaba hacer nada, solo conversar con los animales, y comer manzanas para no engordar, siempre decía que se casaría con alguien de la realeza.

— ¿Tú nos cuidaras bien? No como Blancanieves ¿Verdad? — preguntó Shu, tímido — ¿Sabes contar cuentos?



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En el texto hay: princesas, humor amor, izbet

Editado: 18.01.2022

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