Especial Ángel Ciego. La Bella y el Namek

Un baile

— Desde ahora puedes ir a donde quieras en el palacio, pero no puedes salir de los muros — decretó el príncipe.

— Gracias — Izbet le tomó el brazo, se sentía muy tranquila a su lado, desde entonces iban en las tardes allí a conversar o meditar.

Unas semanas después el consejero se reunión con el general.

— Consejero ¿Cuándo se van a enamorar? Tu plan no resultó.

— Eso crees, me di cuenta que hay algo más en su supuesta amistad. El príncipe estaba fuera de la habitación cuando ella me dijo de su preocupación por los niños, luego él me llamó y me ordenó encontrarlos, y a sus padres, liberarlos, y darle protección en una de las ciudades, además la deja andar por todo el palacio, pero vigilada desde lejos para que no escape. Incluso él volvió a usar todo el tiempo el turbante y capa, y ya controla su carácter.

— No creo que sea amor.

— Debe estar enamorado de Izbet.

— Solo ha sido amable, eso no demuestra nada, además, el tiempo para romper el hechizo está terminando, pronto todos seremos demonios para siempre.

— No que no te importaba quedarte así para siempre.

— Anoche fui donde mi novia y no quiere verme más así.

— Tengo una idea para salir de dudas, y ver si el príncipe se le declara a Izbet, pero es muy peligrosa si nos descubren.

— Cuenta conmigo.

Esa noche a Izbet la esperaba una rica cesta con manzanas en su habitación, a la segunda que se comió cayó en su cama, quieta, como si hubiera muerto.

— Señor, señor — dijo el consejero a su gobernante a la mañana siguiente — Izbet no despierta, creen que la envenenaron.

El príncipe corrió a la habitación, cuando entró al cuarto de la mujer la encontró asistida por un médico.

— ¿Qué pasó? — pregunto pálido, con miedo que le dijeran que estaba muerta.

— Había unas manzanas en su cuarto, una de ellas tenía algo — dijo el consejero que iba atrás de su gobernante — ahora ya no despierta, su respiración es muy tenue, seguramente no pasará la noche — estaba asustado, solo había puesto un somnífero en la fruta, para ver si el príncipe se preocupaba por ella al ver que no despertaba, pero algo salió mal y ahora a Izbet le costaba respirar.

El monarca la tomó en sus brazos y fue a la torre más alta del palacio, allí se quedó mirando el horizonte por muchas horas, no lloró, pero le dolía el corazón pensando que seguramente pronto la mujer moriría.

— Debería poder hacer algo, soy el gobernante de todo esto, pero el médico ya te vio y no pudo ayudarte — al anochecer bajo al cuarto de la mujer con ella en brazos, la dejo en la cama y se arrodilló a su lado — eres una mujer especial... una dama — le tomó una mano y se la besó — ¿Qué me pasa? No creo poder vivir sin ti... yo te...

En eso entró el General y el Consejero, el Príncipe se levantó tan rápido que no se dio cuenta que una de sus hombreras se enganchó en el cobertor, por eso tiró a la mujer al piso, quien con ese movimiento brusco botó un pequeño pedazo de manzana que tenía atajado en la garganta.

— Diablos, me duele — Izbet se tomó la cabeza.

— ¡¡Estas bien!! ¿Cuántos dedos ves? — le preguntó el príncipe, arrodillándose a su lado.

— Ten en cuenta que recién me golpee la cabeza... estoy muy mareada... y segundo... SOY CIEGA IDIOTA.

— Estas bien — dijo aliviado.

— Tengo mucha hambre ¿Qué hora es?

— Tarde, te dejaremos para que te arregles para cenar.

— ¿Cena? ¿Qué pasó con el desayuno y el almuerzo?

— Dormiste todo el día, estabas muy cansada — no le quiso decirle que había estado a punto de morir.

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— Estuvo a punto de declarársele — le dijo el consejero al general cuando se juntaron en la noche — él la ama.

— Pero ella no.

— Estoy seguro que sí, quien mejor que yo para saber sobre mujeres, tengo que hacer algo para que tengan el ambiente preciso, y darles el empujoncito que necesitan para decirse lo que sienten el uno por el otro. Ya solo falta un mes para que el hechizo no pueda revertirse.

— ¿Qué quieres hacer?

— Pensaré algo, pero no tan peligroso como lo de las manzanas.

Esa semana decidió poner manos a la obra con su idea.

— ¿Estás seguro que eso le gustará? Cumple 6 meses en el castillo y quiero celebrarlo con algo que le guste.

— Estoy seguro mi señor, a todas las mujeres les encantan los bailes, se lo aseguro.

— Debes tener razón, tú mejor que nadie sabe que le gusta a las mujeres. Está bien, prepara todo para mañana.

Al otro día el consejero le tenía una invitación especial a Izbet

— ¿Cómo que no hay entrenamiento? ¿Se irá a alguna batalla?

— Quiere que se prepare para una cena de gala, y un baile, esta noche.

— ¿Una cena y un baile? Creí que él no era de esa cosas ¿Tendré que ir con la ropa de entrenamiento?

El consejero golpeó las palmas y varios sirvientes entraron trayendo un vestido color oro, zapatos, guantes y aros a juego.

— Acá tiene su ropa, y algo de joyería, la dejaron en la cama.

— Se verá bien supongo — dijo ella.

— Quedará divina con ese conjunto — termino casi cantando, y con las manos juntas, luego carraspeó y su tono volvió a ser como antes — se verá bien... confié en mí ¿Puedo preguntarle que siente por él? — decidió ser directo.

— Yo...

— ¿Lo quiere?

— ... sí, lo amo — suspiró triste — pero eso no importa, él solo me ve como una amiga.

— No lo creo, estaba dispuesto a dejarla irse en vez de matarla cuando usted no quiso bajar a desayunar — le contó cómo se puso el príncipe cuando ella estuvo casi muerta por lo que pasó con la manzana — él se angustió mucho pensando qué la perdería, al entrar alcance a escuchar que no podía vivir sin usted — ella se puso nerviosa — volveré más tarde para ayudarla a arreglarse.

Al anochecer, luego de dejar casi lista a la mujer, el consejero se fue ver a su gobernante que estaba con el general.



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En el texto hay: princesas, humor amor, izbet

Editado: 18.01.2022

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