Había llegado la temporada en la que Corvalo ya tenía los 8 años cumplidos. ¿Cómo lo logró?, con esa faceta tan decidida a no volver a la sumisión, ni a ser el mismo chiquillo inocente de antes. Se tornó distinto, pues la situación lo ameritaba. Aquél pequeño tenía muy en claro que de no cambiar su actitud, acabaría por morir a su corta edad, y por lo tanto, durante todo el tiempo transcurrido reemplazó su naturaleza de acatar las ordenes de sus padres, y terminó convirtiéndose en el niño más rebelde.
Corvalo ahora no obedecía ni a gritos, ni a golpes a sus padres, al contrario, siempre estaba dispuesto a llevar las riendas y la responsabilidad de sus actos. Aquél cambio fue tan drástico que hasta los propios padres ya empezaban no sólo a desconocer a su hijo, sino también a odiarlo con una intensidad de aquellas que sólo te puede provocar tu peor enemigo.
¿Qué hacía Corvalo? Por sobrevivencia, durante todos estos años, en lugar de quedarse viendo a sus padres en la distancia mientras comían, esperaba pacientemente desde el mismo rincón de siempre, a que su madre, la señora Olivia, se acercara a la mesa para servir los distintos platillos. La mejor parte para Corvalo, era el momento preciso en el que su madre iba en busca de su esposo con la intención de llamarle a comer. Aquél glorioso instante, se había transformado en la mejor oportunidad para que Corvalo tomara impulso y corriera con toda cautela hacia dicha mesa, y tomara las cantidades más grandes de cada plato.
Sin duda, aquella rebeldía agotaba la mínima paciencia que la señora Olivia y el señor Antonio tenían. Pero nunca quisieron darle más maltratos al pequeño, puesto que este ya ni a golpes entendía. A dichos apoderados se les empezaban a acabar las tácticas para que Corvalo entendiera lo mucho que afectaba a la economía y a la comida dicho desenfreno. Pero evidentemente, al niño ya no le importaba. En su corazón no había más que el rencor hacia sus apoderados por haberlo mantenido en tan malas condiciones durante sus cortos años.
Ahora, hasta las discusiones se habían disipado, puesto que Corvalo era muy habilidoso para comerse todo lo que encontrara en cuestión de minutos, y salir de la mesa sin ser atrapado por sus padres. Incluso, tanto era su ingenio que hasta había armado más de un escondite en su propia casa para asegurarse de que por más que sus padres lo buscaran para sermonearle, no lo consiguieran.
Era obvio que al principio, estos cambios no podían afectar tanto a la familia en sí. Pero con el pasar de los meses, la comida empezaba a ser escasa, y ahora eran los propios apoderados quienes se quedaban de hambre en ciertos días. Con esos meses transcurridos, el giro denotó más de lo que se esperaba, y quienes ahora estaban bajando de peso eran los adultos.
Fue cuestión de unos años para que la señora Olivia y el señor Antonio tomaran una decisión aún más drástica, y sin detenerse a pensar en el bienestar de su aún pequeño crío.
"Estoy harta de que Corvalio no haga esto, no es justo que nosotros, aun siendo los que trabajamos, no tengamos ni agua para beber." , decía la señora Olivia.
"No te alteres, cariño. En algún momento atraparemos a ese condenado niño y le haremos pagar por todo lo que está haciendo."
"¡Es que no puedo ni girar un segundo sin que ese niño meta la lengua donde no le corresponde!"
"Ya recibirá su merecido, corazón. Ahí será cuando nos cobremos el hambre que nos está haciendo pasar nuestro hijo."
"¿Y por qué esperar tanto?, si podemos acabar con sus majaderías en menos de lo que canta un gallo."
"¿Ah sí?, ¿te parece que podemos?, ¿pero en qué estás pensando?, amor mío."
"Aquí no puedo contártelo, tendremos que salir a la calle o ese muchacho del demonio nos escuchará."
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Editado: 15.12.2019