Especial De Terror

¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS? | 2. PRIMERA DESAPARICIÓN

Habían pasado los meses, pero Sofía continuaba con sus mismos 8 años y con las mismas ansias de devorar los dulces de la tienda, aunque ahora ya agarraba mayores cantidades, y por lo tanto, su peso se vio incrementado. Sin embargo a su madre no le preocupada en absoluto, a diferencia de los tantos dulces que ya empezaban a ser de notable falta.

La noche estaba tan fría y tan oscura, además de distinta, pues por primera vez faltaba uno de los tres pillos que se reunían para jugar. Las preguntas brotaron en instantes, ya que claramente era confuso el no encontrar a Sandro. 

¿Qué había pasado? De eso se enteran los propios padres al encontrar el cadáver del pequeño, pero no como cualquier otro cadáver, puesto que este se hallaba, además de mosqueado, maltratado y apestoso, se hallaba sin una sola porción de piel. El rostro de la madre se tornó sorpresivo al ver que su pobre pequeño había sido asesinado y despellejado, pero no llegaba ningún sospechoso a su memoria, debido a que recordaba perfectamente estar vigilando a su niño tal y como siempre lo hacía. Sin embargo, todo indicaba que en esta ocasión, el niño se había escapado de la mirada de su madre, y por lo tanto había acabado en el traumante estado de fallecido sin siquiera una sola porción de piel.

Dicho cadáver fue encontrado por la madre de Sofía, ya que había estado barriendo su patio trasero, el cual daba pie a un bosque; sumamente frondoso y sin señales de vida más que el de los propios animales. Pero aun con las lindas plantaciones y criaturitas inofensivas del lugar, nadie se había atrevido a introducirse entre esos árboles, igual de apretujados como los pasillos de la tienda.

Ahora que el cadáver de Sandro había sido encontrado en tales condiciones, se provocó mucho más temor en los pequeños, en las madres, y en resto del pueblo que llegó a enterarse de lo acontecido, incluso llegaron a tachar a la madre de Sofía como una asesina. Pero no había evidencia alguna que lo probara. 

Los dos pillos que quedaban también se acobardaron, aunque a Sofía no sólo le daba horror entrar en ese bosque, sino que también le daba pesadillas el estar pensando una y otra vez en esa trágica manera de encontrar a su pobre compañero de juegos. Sin duda extrañó a Sandro, tanto que hasta lo veía en sus pesadillas, noche tras noche era toda una masacre el experimentar el mismo escenario durante todo un mes. Sofía pensaba quedar loca o demente después de tanto temor que le había provocado dicho bosque y todos los recuerdos que conllevaba. Ella misma supuso que esa misma sensación fue la que la obligó a consumir muchísimos más dulces que antes. Su obesidad empezaba a ser el menor de sus problemas, pues realmente estaba deseosa de poder superar ese temor y ese mal recuerdo al hundirse entre tanto azúcares.




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