Espectro de mi alma

Algo de ayuda extra

Una tarde, como de costumbre, Gwen se dirigía a casa después de su jornada. El sol comenzaba a esconderse tras los edificios, tiñendo el cielo de tonos anaranjados. El bullicio de la ciudad era el mismo de siempre, pero algo dentro de ella se tensó. No era la primera vez que lo sentía… esa incómoda sensación de que alguien la seguía.

Apretó el paso, tratando de no mirar hacia atrás, hasta que escuchó unos pasos sincronizados con los suyos. Entonces, una voz masculina rompió el silencio a su lado.

—Hola.

Gwen giró ligeramente el rostro, sin detenerse del todo.

—¿Otra vez tú?

Jayden, con su tono calmado, intentó parecer relajado, aunque sus ojos reflejaban urgencia.

—Podemos hablar... en privado.

Ella se detuvo de golpe, cruzándose de brazos mientras lo miraba con desconfianza.

—Te doy cinco minutos —dijo con firmeza—, pero no intentes acercarte más de lo necesario. No me gusta que me sigan.

Jayden asintió, bajando un poco la mirada, comprendiendo que ya estaba pidiendo bastante.

—Lo sé. Y no es lo ideal, pero no tengo a quién más acudir. Necesito tu ayuda.

Gwen arqueó una ceja.

—¿Mi ayuda?

—Solo escúchame —dijo él, mirándola directo a los ojos—. No voy a mentirte… estoy en problemas, grandes. No voy a ponerte en peligro, lo juro, pero hay algo que necesito que sepas.

Llegaron a una cafetería algo alejada del centro, un lugar tranquilo con luces cálidas y pocos clientes. Gwen aún no entendía del todo por qué había aceptado ir, pero algo en la mirada de Jayden la había convencido. Se sentaron en una mesa al fondo, donde no los molestaran.

—Gracias por venir —dijo él, bajando la voz.

Gwen asintió con cautela mientras tomaba su frappé.

—¿Qué querías decirme?

Jayden se frotó las manos, nervioso. Luego, sin rodeos, soltó:

—Necesito dinero. ¿Podrías prestarme algo?

Gwen se atragantó con el sorbo que acababa de dar y tosió, mirando incrédula.

—¿Qué?

Jayden la miró con seriedad, casi suplicando.

—Te lo devolveré. Lo prometo. Solo necesito salir de un aprieto.

Gwen entrecerró los ojos, recargando un codo sobre la mesa con aire burlón.

—¿Y cómo es que el famoso DJ Specter anda pidiendo dinero prestado? ¿No deberías estar nadando en billetes y firmando autógrafos?

Jayden esbozó una sonrisa amarga.

—Es más complicado de lo que parece.

Ella lo observó en silencio por unos segundos, recordando lo que había presenciado en ese callejón… la forma en que fue golpeado, su expresión de dolor, de miedo.

—Supongo que... puedo llegar a entender —dijo finalmente, más seria—. Ese día en el callejón... parecía que te estaban cobrando algo más que una simple deuda.

Jayden bajó la mirada, como si ese recuerdo también le doliera.

—No sabes cuánto.

Gwen cruzó los brazos, todavía desconfiada.

—No te conozco. No es como si pudiera darte dinero así de fácil —dijo, con el ceño fruncido.

Jayden levantó las manos, en señal de calma.

—No sería mucho… solo lo justo para cubrir algo urgente. Sé que trabajas en ese hotel de lujo en el centro. Seguro podrías...

—¿Me estás siguiendo? —lo interrumpió de inmediato, con una mezcla de molestia y alarma.

Él se inclinó hacia adelante, visiblemente exaltado.

—¡No! No, no te estoy siguiendo. Solo… te vi salir de ahí una vez, fue casualidad, lo juro. No estoy tan mal como para espiarte.

Gwen lo miró en silencio, intentando descifrar si decía la verdad. Había algo en su voz, en sus ojos, que no parecía mentira... pero tampoco podía confiar tan fácil.

—Empiezas a asustarme un poco.

Él bajó la mirada, frustrado.

—Lo entiendo. Yo también me asusto de mí mismo, a veces…

Justo cuando el silencio comenzaba a volverse incómodo entre ellos, las bocinas de la cafetería soltaron una voz entusiasta:

—¡Y ahora con ustedes, el nuevo éxito de DJ Specter!

Una mezcla pegajosa de beats y sintetizadores llenó el lugar. Jayden sonrió de lado, levantando apenas la barbilla con orgullo.

—¿Ves? —dijo, mirándola con intensidad— Te lo pagaré. La canción ya está sonando, va bien… solo que el dinero no llega tan rápido como la fama.

Gwen lo observó, aún con la bebida en la mano, sin saber si reír o preocuparse más.

—¿Entonces estás apostando todo a esto?

Jayden asintió.

—Es lo único que tengo.

Jayden se inclinó hacia la mesa, su voz más baja, más grave.

—Estoy hablando en serio,. No es solo una emergencia cualquiera… de esto depende mi vida.

Ella parpadeó, desconcertada. El tono con el que lo dijo no dejaba espacio para bromas.

—¿Qué estás diciendo?

—Estoy en problemas —confesó, sin rodeos—. Cosas que arrastro desde hace años… cometí errores, y ahora me están cobrando caro por ellos. Pensé que podía salir adelante solo, pero no puedo.

Ella lo miró, sin saber si se trataba de una manipulación más. Pero algo en sus ojos —esa mezcla de miedo y desesperación bien contenida— le dijo que hablaba con el alma.

—¿Y por qué yo? —preguntó en voz baja.

—Porque tú me viste cuando no era nadie. Cuando ni siquiera sabía si iba a salir vivo esa noche —dijo, refiriéndose al callejón—. Y porque… no tengo a nadie más. Creo que tú eres la única que puede ayudarme ahora.

Gwen desvió la mirada, sintiendo cómo algo dentro de ella se removía.

Gwen lo observó unos segundos en silencio. Podía sentir el temblor en sus propios dedos, como si su intuición le advirtiera que estaba cruzando una línea de la que no podría volver.

—Está bien —dijo al fin, sacando su libreta de cheques—. Te ayudaré. Pero con una condición.

Jayden levantó la vista, esperanzado.

—No volverás a buscarme. No me llamarás, no me seguirás… nada. Solo te presentarás cuando tengas cómo devolverme esto. ¿Entendido?

Asintió al instante.

—Lo prometo.

—¿Tu nombre? —preguntó, mirando el espacio en blanco del cheque.




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