Espectro de mi alma

Un nuevo comienzo

La luz de la tarde entraba suavemente por las ventanas de la casa. Jayden estaba sentado en el sillón de la sala, con la libreta negra apoyada sobre una pierna y un lápiz entre los dedos. Su mirada se perdía entre las líneas mientras escribía acordes, tachaba palabras, volvía a empezar.

—¿Y tú qué haces tan concentrado? —preguntó Gwen, apoyándose en el marco de la puerta, con una sonrisa ligera.

Jayden levantó la vista y sonrió también, como si le gustara que lo sorprendiera así.

—Solo estoy escribiendo algunas ideas… acordes para canciones que tal vez nunca toque —dijo, cerrando la libreta con cuidado.

—¿Por qué no? —preguntó ella acercándose.

—No sé. Tal vez solo los necesito aquí —señaló su pecho—, no en un escenario.

Gwen lo miró unos segundos, en silencio, luego se sentó a su lado.

—Bueno, te los guardaré como una promesa —le dijo, dándole un toquecito en la frente—. Pero ahora… acompáñame al supermercado. No quiero cargar sola todas las cosas para la cena.

Jayden fingió que lo pensaba con mucho esfuerzo.

—¿Y si me niego?

—Entonces no habrá pan casero esta noche.

—¡Voy por mis zapatos! —dijo él con una risa, y se levantó enseguida.

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El supermercado estaba tranquilo, con música suave de fondo y un par de familias paseando entre los pasillos. Jayden empujaba el carrito mientras Gwen lo llenaba con ingredientes. De vez en cuando se detenían para probar muestras o discutir si era mejor comprar albahaca fresca o seca. Se sentían extrañamente normales, como una pareja que lleva años compartiendo ese tipo de rutinas.

—¿Crees que ya estás listo para que te enseñe a hacer pan? —preguntó Gwen mientras metía una bolsa de harina en el carrito.

—Nací listo —respondió él con tono solemne, haciendo que ella soltara una carcajada.

—Ajá. Te quiero ver amasando, ¿eh?

—Me vas a ver brillando —dijo, tocándose el pecho con orgullo—. Tal vez abra mi propia panadería después de esta gira. “DJ Specter Bread Beats”.

—Esa es… la peor idea de nombre que he oído —rió Gwen.

—Lo sé, pero tenía que intentarlo.

Mientras recorrían el pasillo de productos horneados, comenzó a sonar una canción por los altavoces. Gwen la reconoció al instante.

—¡Es tu canción! —exclamó, girándose hacia él con una sonrisa traviesa.

Jayden alzó las cejas, divertido.

—No puede ser… ¿En serio están poniendo a DJ Specter en el supermercado?

—¡Pues claro que sí! —respondió ella, comenzando a moverse al ritmo de la música—. ¡Es muy buena!

Jayden se unió sin pensarlo. Allí, entre cajas de cereales y estantes de conservas, empezaron a bailar, riendo y empujándose suavemente entre sí, como si el mundo les perteneciera por completo. Un par de personas los miraron con sonrisas cómplices, y una señora mayor aplaudió con entusiasmo.

—Debiste traer tu máscara —dijo Gwen entre risas—. Podrías haber dado un show sorpresa.

—Ya lo estoy dando —dijo él, girándola suavemente de la mano—. Solo que esta vez es para usted bella dama.

De regreso en casa, la cocina se llenó del suave murmullo de ollas, risas y música de fondo. Gwen revolvía con maestría una salsa para pasta mientras Jayden, concentrado frente a un bol grande de masa, trataba de seguir las instrucciones que ella le iba dando con voz divertida.

—Recuerda, amásala con fuerza, como si quisieras convencerla de que se convierta en pan —bromeó ella, sin dejar de remover la salsa.

—¿Convencer a una masa? —repitió él, riendo—. ¡Estoy seguro de que esta masa es terca!

—Como tú —dijo Gwen, lanzándole una mirada juguetona.

Jayden intentó tomar la harina con más gracia de la que realmente tenía, pero al voltear rápidamente, parte de ella terminó decorando su rostro como si se hubiese maquillado para una obra de comedia.

—¡Te lo dije! —exclamó entre carcajadas—. Sabía que terminaría lleno de harina.

Gwen se giró al escuchar su voz y lo vio con la cara cubierta. No pudo contener la risa.

—Estás… adorablemente ridículo.

Jayden, sin pensarlo dos veces, se acercó y la abrazó con fuerza, estampando su mejilla cubierta de harina en la de ella.

—¡Ahora tú también formas parte del club de panaderos accidentados! —anunció, mientras Gwen protestaba sin convicción y reía entre sus brazos.

—¡Jayden! ¡Mi camisa!

—Demasiado tarde —respondió con una sonrisa traviesa.

Después del caos de harina, rieron mientras se limpiaban torpemente el rostro con paños de cocina. Poco a poco, volvieron a enfocarse. Gwen retomó la salsa, Jayden regresó a la masa—ahora mucho más suave y dócil—, y entre bromas, indicaciones y miradas cómplices, la cena empezó a tomar forma.

Era un caos encantador, con olor a ajo, pan horneado y un poco de magia casera. Ambos sabían que aquella escena quedaría grabada en su memoria: simple, imperfecta… pero absolutamente perfecta

Esa noche, entre harina, risas, música suave en el fondo y las manos de Jayden llenas de masa, la vida parecía sencilla. Parecía infinita. Parecía buena.

Y en el corazón de ambos, aunque no lo dijeran en voz alta, se grababa la idea de que esos momentos eran los verdaderamente importantes. No los escenarios. No los viajes. No las máscaras.

Eran ellos. Y la forma en que se miraban, aún cubiertos de harina.

La cena estuvo deliciosa. El aroma a pan recién horneado llenaba aún la cocina, y los platos vacíos sobre la mesa eran prueba de que todo había salido mejor de lo esperado.

Jayden se recostó en el respaldo de la silla, satisfecho, con una sonrisa que no podía disimular.

—Debo admitirlo… la pasta fue perfecta, pero ese pan —dijo señalando orgulloso la canasta medio vacía— fue una verdadera maravilla.

Gwen se cruzó de brazos, fingiendo seriedad.

—¿Así que ahora te crees todo un panadero?

—Solo digo que para ser mi primer intento, no estuvo nada mal —respondió él, encogiéndose de hombros con una sonrisa traviesa.




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