Y ahí están, otra vez juntos, Alice y Arturo no se han separado desde…
Hace dos semanas, viernes 5 de octubre, pasó lo inevitable, mejor dicho, lo que Alice decretó. Salíamos de clases cuando recibimos un WhatsApp «Fiesta en mi casa… ¿listos para la sorpresa? ♥ Atte. Alice ♥».
Todos enloquecieron apenas vieron el mensaje y no era para menos. Las fiestas de Alice eran las mejores y cualquier cosa podía pasar, creo que eso era lo que más cautivaba la atención de todos. No saber que puede pasar puede ser muy excitante.
Cuando llegamos a casa de Alice, todo estaba listo. Sus empleados nos esperaban en la entrada y nos separaron en dos grupos, hombres y mujeres, llevaron a los hombres a una habitación y a las mujeres a otra. En las habitaciones habían disfraces, cada disfraz tenía el nombre de una persona y de su personaje. Me demoré un poco en encontrar el mío y cuando al fin lo encontré decía «Julieta ».
Estaba tan deprimida por todo lo que había pasado que no me di cuenta de lo que pasó hasta cuando salí al salón y vi una decoración estilo Shakespeare. Los títulos de sus obras más importantes, mis favoritas, colgaban del techo; una parte decorada como el bosque encantado de "Sueño de una noche de verano", en otra esquina el castillo de "Hamlet", en un costado la barca de "La tempestad", y en todo el frente del salón una recreación contemporánea de "Romeo y Julieta"; y como si fuera poco cada uno de los trajes que usábamos pertenecía al personaje de alguna de las obras.
Empezó a sonar la música y por un instante todos nos quedamos inmóviles, y no fue solo por la decoración y disfraces. Alice siempre da un discurso de bienvenida antes de que la música suene y en esa ocasión Alice ni siquiera se había presentado en el salón. Después de un par de minutos todos empezaron a bailar, a buscar el alcohol y a fumar en el balcón. Yo me quedé inmóvil contemplando el absurdo espectáculo. A Alice le gusta llamar la atención con sus fiestas extravagantes, pero esto, era demasiado incluso para ella.
Cuando al fin logré reponerme de la impresión di vueltas por todo el salón, trataba de encontrar a Renata o a Sebas, pero por más vueltas que dí no los encontré. Después me di cuenta que no había ningún lugar exclusivo designado para la corte y entonces me di cuenta que no había nadie de la corte, a excepción del par de novatos de primer año que se encargaban de controlar la entrada y el suministro de bebidas. Cuando les pregunté por los demás ni siquiera me respondieron solo se dieron vuelta y se fueron. Ahí debí darme cuenta que todo estaba mal. Unos novatos jamás podrían hacerle eso a uno de sus superiores, era prácticamente un suicidio social.
Después de un par de horas decidí largarme de ese maldito lugar, no tenía ánimo de una fiesta tan estúpida y sin sentido, tenía cosas mucho más importantes en que pensar: ¿qué iba a pasar con Arturo? ¿qué iba hacer Alice para mantener a Renata callada? ¿qué le diría a Sebas si llegaba a pedirme que fuera su novia? No pude ni cruzar la puerta del salón cuando la música se apagó de repente y escuché la voz de Alice en los parlantes.
—Mía. ¿Te vas tan pronto? — apenas dí la vuelta los novatos me tomaron uno de cada brazo y me escoltaron al frente del salón donde resplandecían las luces led con los apellidos Capuleto y Montesco. Y ahí estaban: Alice y Arturo eran nada más y nada menos que Titania y Oberon— Tú sorpresa espera.
De pronto vi a Sebas bajar por las escaleras del lado izquierdo, justo el lado de los Montesco, era Romeo. Llevaba un ramo de rosas rojas y Renata caminaba detrás de él, seguida de unos cuantos de la corte, y por las escaleras del lado derecho bajaban los demás. Sebas y Renata esperaron a que toda la corte bajara y se colocara a los costados antes de bajar el último escalón.
—Si con mi mano indigna he profanado tu santa efigie, sólo peco en eso: mi boca, peregrino avergonzado, suavizará el contacto con un tierno beso —tomó mi mano y la besó, luego me dio el ramo de rosas.
—Pero… ¿qué es todo esto? —no podía creer lo que estaba pasando, parecía un sueño o una pesadilla, o tal vez amabas.
—Belleza. Mi bella Julieta. Esto es menos de todo lo que mereces, nuestro destino ha sido estar juntos y hoy me doblego ante tu hermosura y te pido que me concedas el honor de llamarte mía.
Renata le pasó a Sebas una pequeña caja cuadrada forrada de terciopelo azul, él la tomó y cuando la abrió estaba ahí un reluciente collar bañado en oro con un rubí de tamaño perfecto. Todo parecía un cuento de hadas y Sebas era el príncipe perfecto, y aún así yo tenía unas inmensas ganas de llorar. Esto era parte del perverso plan de Alice, y Sebas solo era una pieza más en su tablero. Miré a Arturo y se veía perdido, impotente; no sabía que pasaba, hace unas semanas le repetía mil veces que lo amaba y ahora estaba presenciando como alguien más me declaraba su amor. Vi a Alice, vi su mirada, estaba lista para matar si era necesario y esta era la emboscada perfecta: sabía que no podría decirle que no a Sebastián frente a todo el colegió y menos después de todo ese numerito, pero sobre todo estaba prepara por sí decía que no, tenía el micrófono en la mano, una negativa de mi parte hubiera provocado que destilara todo su veneno y yo me quedaría sin nada ni nadie.
—Sí. —Respondí mientras una lágrima rodaba por mi mejilla.
Sebas solo pasó su mano por mi mejilla y me besó, supongo que pensó que esa lágrima era de felicidad. Me puso el collar y entonces gritó «Al fin Mía es mía». Todos gritaron y empezaron a quitarse el exceso de vestuario y así la magia acabó. El resto de la fiesta fue una sucesión de alcohol por todas partes, todos estaban frenéticos y yo pasé con Sebas todo el tiempo. La zona VIP se había delimitado. Alice con su mirada me hacía saber que esperaba de mi cada segundo; la novia más enamorada del mundo, y así lo hice, fingí ser la bella Julieta enamorada de su audaz Romeo.