Ya no quería sentir dolor...
El dolor se esparcía por todo mi cuerpo, había pasado bastante tiempo y todavía sentía dolor. Estar encerrada en este calabozo era una tortura que debía lidiar todos los días, no me daban mucha comida y agua, pero cuando tenía la oportunidad de que ofrecieran comida su aspecto era un poco dudoso. Quería que me rescataran, salir de aquí y tratar de recomponerme. Las torturas cada vez eran peores, dolorosas y humillantes.
Cuando desperté en esta sucia celda los gritos me asustaron un montón, no entendía donde estaba, solo tenia una gran venda en mi pierna derecha y mi ropa de la fiesta había desaparecido y a cambio tenía un pantalón negro y una remera blanca, estaba sin zapatos y encadenada.
Yo no hice nada malo a nadie. Estaba cansada de llorar y gritar para que me sacaran de aquí, las primeras semanas lloré demasiado y pedía por Lukyan y Zeht.
¿Quiénes eran estas personas?, yo no hice nada malo.
Yo no hice nada malo.
Yo no hice nada malo.
Eso me repetía todos los días.
O eso creía.
El tiempo sin ella estaba siendo una tortura, mi lobo estaba empezando a debilitarse, necesitaba encontrarla. Requería urgentemente besar esos labios o tan solo poder abrazarla. Todos los días estaba patrullando mi territorio buscando rastro de ella, pero no había encontrado nada. Pedí ayuda a las manadas cercanas, algunos lobos fueron enviados a mi territorio para poder ayudar, pero no había nada, ni un solo rastro de ella.
Volví a prestar atención al mundo y despabilarme de mis pensamientos cuando interrumpieron en mi despacho. Ese olor lo reconocería en cualquier lugar, me puse tenso de inmediato.
—Lukyan—su voz podía reconocerla, aquella criatura que estaba en mi propiedad me había separado de Ady.
—Zeht —pronuncié con asco. Me levanté de mi cómodo sillón y luego coloqué el saco de mi traje en el perchero. Lo miré y lev tomó el control.
Estaba listo para matarlo.
Al pasar tanto tiempo encerrada ya sabía mi rutina de memoria. Al mediodía me daban de comer y debía racionar esa comida para que me durara todo el día lo cual no era tarea fácil, a la tarde me hacían entrenar brutalmente dejándome débil y sin fuerzas y por último a veces venían a divertirse por la noche, el dolor se incrementaba en esas noches. Las únicas personas que me mantenían con un poco de vida y humanidad eran dos criaturas pequeñas, mateo un pequeño cachorro de seis años y Ian un vampiro de cinco años aproximadamente. Para ellos era su madre la única persona que los había tratado con amor y no con deprecio, ellos se encontraban en la celda de al lado, pero mayormente estaban fuera siendo torturados casi todo el tiempo.
Nos apoyábamos mutuamente para poder seguir adelante. Eran los únicos niños que había visto en estos meses, y era mi deber de alguna manera protegerlos. No sabían quienes eran o donde estaba su familia, pero estaba solos y eran torturados peor que algunos prisioneros.
Los guardias que custodiaban las celdas de mi sector me dejaron dentro de mi pequeña prisión luego de haber estado todo el día entrenándome y torturándome. La sangre en mi cabello era evidencia de ello.
A los pocos minutos de haberme acomodado en mi pequeña cama uno de los guardias traía a mis hijos arrastrándolos de los pelos, abrió la puerta de su celda y los tiró a ambos al suelo, ellos empezaron a llorar cuando golpearon contra el suelo.
En donde estábamos había poca iluminación haciéndome difícil la tarea de encontrarlos—necesito verlos—murmuré— quiero ver como están.
Sus pisadas se sentían un poco torpes —, mami —reconocí la voz de Ian —¿Dónde estás?
—Te ayudaré—susurro Mateo a Ian—, mamá se encuentra en esta dirección.
Al sentir sus manitos sobre las mías las tome fuertemente, una de mis manos se dirigió a sus caras a través de los barrotes, sus cortes algunos profundos estaban en sus cuerpos, tomaría tiempo para que sanaran sus cuerpos.
—Les tengo un regalo para ustedes—les mostré un poco de pan y agua que había podía racionar—, es para que pueda ponerse fuertes—le ofrecí la comida—, ¿Ian quieres un poco de sangre?
—Será solo un poquito mamá—agarró mi brazo y clavó sus pequeños colmillos, fue escaso lo que bebió —, gracias.
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Editado: 01.01.2021