Esperanza en Espinas.

Capitulo 3: La oscuridad de un cielo rojo.

Después de asegurarme de que mamá está cómodamente dormida, salgo al pequeño jardín que ha sido su refugio durante tantos años. La brisa nocturna es fresca , y mientras camino entre las flores que ella ha cuidado con tanto esmero, los recuerdos comienzan a fluir, llevándome de vuelta a esos días difíciles de mi infancia.

     Peru-Lima: 2008

Tenía ocho años cuando me di cuenta por primera vez de la tensión que existía entre mi madre y algunos de nuestros familiares por parte de mi papá. Eran días de reuniones familiares donde, aunque la mayoría de los adultos se mostraban amables en apariencia, sus palabras podían ser afiladas como cuchillos.

Una tarde de verano, estábamos en casa de una tía para una celebración. Los adultos estaban en la sala, charlando y riendo, mientras los niños jugábamos en el patio. Me acerqué a la ventana abierta de la sala para buscar a mi madre cuando escuché la conversación.

—Stefanie, no sé cómo lo haces para aguantar tanto —dijo una de mis tías, con un tono que pretendía ser de simpatía pero sonaba burlesca—. Debe ser tan difícil sin un hombre en la casa.

—Sí, es una pena lo que pasó con tu esposo —añadió otra tia—. Pero, ¿de verdad pensabas que se quedaría? Algunos hombres no están hechos para ser padres.

Escuchar estas palabras me hizo sentir una mezcla de ira y tristeza. Mi padre había dejado a mi madre , era una persona que era mujeriego y que muy raras veces lo veía . Desde entonces, había sido como una sombra, una figura ausente que sólo conocía a través de fotos antiguas y fragmentos de conversaciones.

Me quedé junto a la ventana, mirando a mi madre. Su expresión era serena, pero sus ojos reflejaban una tristeza profunda.

—Hago lo que puedo por mis hijos —respondió ella con calma—. No necesito la lástima de nadie. Antonio y Naylee son mi prioridad y me dan la fuerza para seguir adelante.

Esa noche, después de volver a casa, le pregunté a mi madre por qué la gente decía esas cosas.

—Antonio —me dijo mientras acariciaba mi cabello—, a veces las personas hablan sin entender el daño que pueden causar. Lo importante es que tú sepas que somos una familia y que siempre estaremos el uno para el otro a pesar de lo que puedan decir.

      Actualidad.

Mientras camino entre las flores del jardín, recuerdo la fuerza de mi madre frente a esas humillaciones. Su determinación y su amor incondicional fueron lo que nos mantuvo unidos. Pese a la ausencia de mi padre, nunca sentimos que nos faltara nada esencial, porque ella era suficiente.

         Perú - Lima : 2005

Hubo otro incidente cuando tenía 5 años. Era un día de primavera, y habíamos ido a la casa de los abuelos para una reunión familiar. Los adultos estaban discutiendo sobre asuntos financieros, y yo estaba sentado en una esquina, jugando con unos bloques de construcción.

En un ambiente cargado de tensión, mi abuelo
paterno me miró con una mirada que era tan
dura como el acero. Su voz, firme como la de un
juez, me llamó por mi nombre:-Antonio-. Tras
esas palabras, un silencio helado se apoderó de
la habitación. Las palabras que siguieron
parecían resonar con eco en mi mente de niño:-
Cuenta cuántos platos hay. Si te equivocas, te
quedarás sin comer-. En la inocencia de mi tierna edad, no podía imaginar que aquello no fuera una broma.

Empecé a contar. Mi corazón latía con fuerza, el
miedo que sentía hacia mi abuelo era una pesada carga que me empujaba a equivocarme al final, las palabras salieron de mi boca con un número incorrecto. Observé a mi abuelo. Una Sonrisa se dibujó en su rostro, como si hubiera anticipado mi error.

Te lo advertí, Antonio- dijo con su voz grave,
-Si cuentas mal, no comerás. ¡Lárgate inútil!-. Yo estaba destrozado . No sabía si hablaba en serio por un error tan inocente.

A pesar de mi confusión, decidí esperar. Quizás todo era una broma y pronto me llamaría para comer. Pero los minutos se convirtieron en
horas, y las horas en medio día. Ese día pasé
toda la tarde y toda la noche esperando un plato de comida que nunca llegó.

Finalmente, vencido por la tristeza, me arrastre hasta un rincón de la casa, agarré un peluche que mi mamá me había dado y me puse a llorar.Las lágrimas mojaban el peluche mientras susurraba para mí mismo: -¿ Mamá, dónde estás? Te extraño, por favor, vuelve del trabajo-.Agotado, me quedé dormido en ese rincón oscuro y frío, abrazando mi peluche, esperando el regreso de mi madre.

Empecé a comprender la verdadera crueldad de algunas personas de mi propia familia. Mi abuelo y mi tío siempre encontraban maneras de menospreciar a mi madre y, por extensión, a Naylee y a mí. Uno de esos días oscuros se grabó en mi memoria para siempre.

Al día siguiente hubo una reunión familiar , estaban todos y mi madre. Como de costumbre, los adultos se reunían en la sala, y los niños jugábamos afuera. Sin embargo, esa tarde, el juego no pudo distraerme de la sensación de inquietud que siempre me acompañaba en esas reuniones.

Mi tío, un hombre robusto y de carácter severo, me llamó desde la puerta trasera.

—Antonio, ven aquí un momento —dijo con una voz que no admitía negativa.

Me acerqué, inseguro de lo que quería. A medida que me aproximaba, vi a mi abuelo sentado en una silla, observando con una expresión de desaprobación.

—¿Qué pasó, tío? —pregunté con timidez.

—Mira ese idiota —dijo mi tío, dirigiéndose a mi abuelo—. Flaco, débil, y siempre jugando con las niñas . Así no debería ser un verdadero hombre.

Sentí que mi cara ardía de vergüenza. Intenté mirar hacia otro lado, pero mi abuelo intervino.

—Es verdad, Stefanie está criando a este niño sin disciplina. Sin su padre, no tiene ninguna guía masculina adecuada. Eso se nota.

No sabía qué decir. Me sentí pequeño, insignificante. Quería huir, pero mis pies parecían estar pegados al suelo.




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