"𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒂𝒅𝒊𝒆 𝒔𝒆 𝒆𝒏𝒕𝒆𝒓𝒆
𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒇𝒊𝒏𝒈𝒊𝒓 𝒄𝒐𝒏 𝒎𝒊 𝒎𝒊𝒓𝒂𝒅𝒂
𝒀 𝒎𝒊 𝒔𝒐𝒏𝒓𝒊𝒔𝒂 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒅𝒂
𝑺𝒆𝒓á 𝒖𝒏𝒂 𝒄𝒐𝒔𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒐𝒔."
𝑴𝒐𝒓𝒂𝒕.
Observé por la ventana el cielo madrileño completamente despejado y la gente caminando de un lado a otro con prisa. La típica prisa de viernes que todos tenemos a veces. Pero el día ameritaba un excelente humor y eso también podía notarse en los rostros alegres de las personas.
Los meses primaverales eran mis favoritos. Las temperaturas no eran exageradamente altas, los días duraban un poco más y se podía disfrutar del aire libre sin la incomodidad del frío. Ni que hablar de lo colorido que se veía todo gracias a lo florecida que se ponía la naturaleza. Y yo amaba las flores, especialmente los girasoles.
Recordaba haber leído una vez en un libro que el girasol es una flor que busca la luz del sol continuamente para cargarse de energía. Lo hace durante su juventud, mientras la flor alcanza la madurez completa. Una vez que lo hace ya no gira, porque obtuvo todo lo que necesitaba y se queda en esa posición para siempre.
Como escritora que era no podía evitar generar una metáfora de eso. Y es que para mí, la vida de cada uno era como la del girasol, buscando esa energía, esa vitalidad, en algo o alguien. Entonces llega un momento en que se siente esa plenitud total, una sensación de estar completa y no necesitar más para ser feliz. Todos tenemos que encontrar ese sol que nos haga llenar de energía hasta sentirnos plenos, al menos en mi opinión, era la manera más linda de ir por la vida motivado dando lo mejor de uno.
Miré la hora una vez más y sonreí al notar que ya daban las cinco. Metí mis pertenencias en el bolso que había elegido para ese día, desenchufé el teléfono móvil del cargador para guardarlo también y me despedí de Arturo, el hombre que se encargaba de la vigilancia de la biblioteca por las noches. Habíamos logrado una linda relación cordial en los cinco días que llevaba trabajando allí. El hombre de unos cincuenta y tantos años llegaba 45 minutos antes de que mi turno acabara, algunos días me contaba lo que le había cocinado su esposa, otros me mostraba alguna foto de sus nietitas. Siempre encontrábamos alguna forma de conocernos, por poquito tiempo que fuera.
Arturo era mi único compañero de trabajo. La biblioteca no tenía más empleados que yo en lo que refiere al cuidado de los libros, reacomodar secciones y atender el escaso público que entrara. Ya sea intercambiando obras que devolvían por nuevas, asesorando en lo que necesitaran o si daba el caso de alguien que usara las instalaciones del lugar para estudio o lo que fuere, controlar que las normas establecidas del lugar se cumplieran. Aquello último no me había tocado de momento, cosa que me generó nostalgia. A día de hoy con todo al alcance gracias al internet, se había perdido bastante lo valioso que era contar con los libros.
Todavía recordaba en mis años de liceo cuando me pasaba horas y horas metida en la biblioteca. Con la excusa de alguna tarea a presentar, me perdía en aquel mundo con aroma a libros viejos.
A pesar de los pocos días que tenía como encargada de biblioteca, no podía estar más a gusto, feliz, motivada, ansiosa por seguir avanzando en mis días de trabajo. Estaba claro que un paso antes de lanzar un libro de propia autoría, trabajar en un lugar así era lo que todo escritor/lector desearía. Todavía podía recordar el día que recibí la llamada del encargado de personal, solicitando un día en mi agenda para tener una entrevista conmigo. No recordaba haber enviado mis datos allí, pero lejos de quedarme en ese detalle, quedé con aquel hombre para el siguiente lunes.
La entrevista fue muy descontracturada, de hecho me había avisado que así sería. Ese dato me ayudó a no sentir nervios ni antes, ni durante la misma. Apenas unos veinte minutos de charla, donde más que nada me explicó cómo funcionaba todo, y ese mismo día ya me pidió si podía empezar. La confianza que me tomó de primeras me sirvió para ganar valentía y convencerme de que yo podía cumplir a la perfección con todo lo que se me pedía y más.
Al segundo día de trabajo todo fue mucho más tranquilo, tuve mis ratos recorriendo el lugar, conociendo las diferentes secciones y familiarizándome con los títulos que habían. En comparación con las bibliotecas que había visitado en Uruguay aquello era majestuoso, habían ediciones de obras famosísimas de las que jamás me había imaginado estar tan cerca. Ni que hablar de poder tocarlas, cuidando el trato de las mismas, disfrutando de lo simple y delicado que podía ser un libro tan antiguo.
Para mi sorpresa, aquel segundo día, a la hora de descanso que tenía permitida para almorzar, Gael se había presentado allí. No le había contado de mi nuevo trabajo ya que seguíamos sin coincidir en la casa, pero Julia lo había hecho por mí. Cómo no.
No esperaba su visita. Durante esa hora siempre se coloca un cartel en la puerta principal, con un aviso que reza: "Regresamos a las 13 h" estaba impreso, así que quien frecuentara el lugar o pasara por allí cotidianamente, debería tener asumido que entre las doce y la una de la tarde la atención al público estaba cerrada.
Pero Gael, lejos de intimidarse con eso, dio un par de golpes con su mano al vidrio de la enorme puerta de madera.
- ¿Qué haces aquí? - fue lo primero que me nació preguntarle una vez abrí la puerta.
- Hola querida compañera de apartamento, ¿qué tal estás?, yo bien, gracias, ¿y tú?... -sonreí aunque de alguna manera era una burla hacia mis modales y me hice a un lado para dejarle camino y que entre.
- Perdón, es que me sorprende que estés acá cuando no sabía ni que sabías que estaba trabajando en este lugar. -dije con más velocidad de la que pretendía.
- ¿Siempre hablas así de acelerada? - frunció su ceño entrando en la biblioteca como si fuera por su casa. Se acercó a la mesa más cercana puesta allí para los usuarios del lugar y tomó asiento dejando su bastón a un lado.- Supe que eran tus primeros días y se me ocurrió venir a almorzar contigo, traje algunas cosas variadas porque no sabía bien qué preferirías. Traje café porque siempre es bueno contar con uno para los viciosos como nosotros. Y traje buena compañía.