"𝒀𝒐𝒖'𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒇𝒆𝒂𝒓, 𝑰 𝒅𝒐𝒏'𝒕 𝒄𝒂𝒓𝒆
𝑩𝒆𝒄𝒂𝒖𝒔𝒆 𝑰'𝒗𝒆 𝒏𝒆𝒗𝒆𝒓 𝒃𝒆𝒆𝒏 𝒔𝒐 𝒉𝒊𝒈𝒉
𝑭𝒐𝒍𝒍𝒐𝒘 𝒎𝒆 𝒕𝒐 𝒕𝒉𝒆 𝒅𝒂𝒓𝒌
𝑳𝒆𝒕 𝒎𝒆 𝒕𝒂𝒌𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒑𝒂𝒔𝒔 𝒐𝒖𝒕𝒔𝒊𝒅𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕𝒔
𝒀𝒐𝒖 𝒘𝒊𝒍𝒍 𝒔𝒆𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒘𝒐𝒓𝒍𝒅 𝒚𝒐𝒖 𝒃𝒓𝒐𝒖𝒈𝒉𝒕 𝒕𝒐 𝒍𝒊𝒇𝒆, 𝒕𝒐 𝒍𝒊𝒇𝒆."
𝑬𝒍𝒍𝒊𝒆 𝑮𝒐𝒖𝒍𝒅𝒊𝒏𝒈.
El calor de junio se estaba haciendo notar. Habían caído unas gotas de lluvia por la mañana y podía sentir el aroma al asfalto mojado. Olor a lluvia de verano pensé. Esos aromas característicos que te llevan a un lugar y momento determinado.
En mi caso, me hacía volver a mí niñez. A esos días de enero que pasábamos toda la familia junta. Los abuelos, los tíos y primos, era mi época favorita del año sin dudas. Como todo niño, siempre que llovía con calor, rogábamos a los adultos para que nos dejaran salir a mojarnos afuera. Las carcajadas y la diversión eran moneda corriente siempre que estábamos todos juntos. Ni que hablar si le sumábamos una tarde de lluvia de verano. A esos tiempos de felicidad plena me trasladaba el olor a de aquel jueves. Y cómo extrañaba mi país. Mi familia. Todo.
Entré en la biblioteca apurada, la hora de almuerzo había terminado hacía ya diez minutos. Durante la comida había decidido llamar a casa y la charla con mamá se terminó alargando más de lo que esperaba.
Por la diferencia horaria sabía que al mediodía de Madrid aproximadamente allá serían las primeras horas de la mañana.
Por lo general nos escribíamos cada día, pero la llamaba una vez a la semana. Me gustaba eso de poder tener tema de conversación y no solo sentir que lo hacía para cumplir.
Me contó lo bien que estaban todos, que la abuela preguntaba siempre por mí, que los primos ya estaban planeando visitarlos en el verano y que papá estaba con un caso bastante importante de un cliente de renombre.
Todas eran buenas noticias. Lo único que me había preocupado un poco era haber sentido a mamá tan apagada. Es de esas personas que no paran un segundo de hablar, tiene una respuesta para todo y no hay bache silencioso o incómodo. Eso no existe con ella. Según me había comentado y quise creer en su palabra, solo era cansancio. Pero la conocía demasiado, así que luego le escribiría a papá, por lo menos para que le insistiera en hacerse revisar por su médico de cabecera. Al menos así quedaríamos todos tranquilos.
***
El día en la biblioteca había estado bastante monótono. Las clases estaban acabando y solamente aparecían los estudiantes avanzados que rendían exámenes. Venían por algo en concreto y luego se iban. Ya me había comentado el encargado que en verano la concurrencia era mínima. Podía imaginar mi verano allí. Sola durante horas, recorriendo pasillos y perdiéndome entre historias, sintiendo durante el tiempo que leía que me encontraba en un mundo paralelo. El de los protagonistas.
Ese requisito lo tenía como escritora también, crearles un mundo a mis personajes, al punto de hacer traspasar a dicho mundo a todo el que leyera mis novelas. De momento no eran demasiadas personas, apenas me estaba perfeccionando en el área, siempre quería saber más y conocer nuevas cosas. Pero subía mis escritos a una plataforma conocida y solo con ver alguna respuesta positiva de parte de alguien, eso ya me daba un motivo más que suficiente para seguir adelante. Saber que con algo que escribes puedes llegar o ayudar a alguien más es la mejor recompensa a mi trabajo.
Las horas pasaron a paso tortuga, pero finalmente dieron las cinco y después de despedirme de Arturo, di por terminada mi jornada laboral.
Había quedado con Julia en la heladería que quedaba a tres calles de mi trabajo, ella no entraba al suyo hasta las siete, por lo que quisimos aprovechar ese par de horas para ponernos al corriente y tener una de esas charlas de amigas tan necesarias en la vida de una mujer.
Caminé hasta la heladería y en cuanto divisé el local, pude ver a Julia comiéndose con la mirada la vitrina de la heladera donde se presentaban todos los sabores. No pude evitar ir por detrás en silencio y picarle las costillas al tiempo que me anuncié amistosamente.
- ¡YA ESTOY AQUÍ! – Julia saltó del susto y sin importarle quien le estuviera viendo me dijo de todo menos que era linda.
- Joder tía. Es que me ha dado un microinfarto silencioso que me ha quedado todo el cuerpo temblando. Si serás…
- Nada que un buen helado no solucione. Anda, pidamos que se me hace agua la boca.
- Pues yo lo de siempre. -Me dijo muy campante por lo que entendí su indirecta de que fuera yo quien pidiera.
- Perfecto.
Me acerqué más al mostrador y cuando la dependienta me saludó le pedí dos conos de doble sabor. Uno de pistachos y crema americana y otro de limón y chocolate bombón. Pagué por los mismos y salí al exterior del local donde Julia ya había tomado lugar en una mesa sobre la acera.
- Crema y pistachos para la señorita enojona.- Le entregué su cono y tomé asiento frente a ella.
- Mmm…esto está delicioso. Qué a gustito con el calor. -Asentí a sus palabras mientras devoraba el mío en silencio.
La gente que pasaba caminando por la calle de seguro se nos quedaría mirando. Parecíamos dos niñas de 4 años disfrutando de aquel manjar. Y a mucha honra.
- ¿Cómo sigue todo con mi primo? -Preguntó de pronto Julia y yo me limité a encoger los hombros.
Pasé la cuchara de plástico rosa por la bola de sabor chocolate y la llevé a mi boca con la intención de mantenerla ocupada y no responder.
Julia levantó los ojos de su helado nada más que para mirarme y luego volvió a preguntar:
- ¿Ya le has contado? –
- No, Julia. Aún no he tenido oportunidad. – Tomé una servilleta de papel de en medio de la mesa y la pasé por mis labios mientras sostenía el cono con la otra mano.- El otro día en el río hablamos bastante, pero no sentí que fuera el momento. Era un plan con ustedes también, no quería incomodar.
- Bien, solo recordarte que estaría bien que si él se declarara fuera con todo sobre la mesa. Que los dos sepan a qué se enfrentan.