"𝒀𝒐 𝒕𝒆 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒚𝒐
S𝒆𝒓é 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒏 𝒄𝒖𝒊𝒅𝒆 𝒕𝒖𝒔 𝒔𝒖𝒆ñ𝒐𝒔
𝒀 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕ú 𝒆𝒔𝒕é𝒔 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒊𝒆𝒓𝒕𝒂
𝑬𝒍 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒆 𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓𝒍𝒐𝒔."
𝑴𝒆𝒍𝒆𝒏𝒅𝒊.
El mensaje de Lina me tomó completamente desprevenido. Nunca recibía mensajes de su parte. Solo al enviarle fragmentos del libro que me habían gustado y ella respondía algunas veces. Aunque en su mayoría ni eso. No era una chica de tecnologías claramente.
Me disculpé con Iván y Lucía. Me habían invitado a cenar y yo me había invitado a dormir buscando escapar de casa. En unas horas comenzaba mi cumpleaños número 25 y se podría decir que soy el típico anti festejos. No por el hecho de cumplir años en sí. Pero no soy bueno recibiendo atenciones de los demás. En especial de las personas que quiero. Me gusta ser yo quien se encargue de eso.
Era atento con mi madre y hermanas. Y hasta con mi padre, aún con todos los juicios que llevo guardados hacia él. Pero a la hora de ser yo el que recibe demostraciones…joder, me costaba y mucho.
Iván se había ofrecido a llevarme, pero no quería seguir molestando con mis imprevistos. Decidí pedir un taxi y en poco más de 10 minutos ya estaba llegando al edificio donde vivía desde hacía tres meses.
Durante el trayecto a nuestro piso temí por lo que podría llegar a encontrar. Todos los escenarios posibles en mi cabeza coincidían en algo: caos.
Si se había roto un caño o lo que fuere en el baño, seguro que se haría sentir apenas pusiera un pie en el apartamento.
Pero para mi sorpresa, una vez me encontré de pie en la entrada a punto de poner la llave en la cerradura, ningún aroma desagradable me invadió. Mucho menos cuando abrí la puerta. No había rastro de desorden, agua sucia o cualquier cosa que se le asemeje.
Estaba todo oscuro. Y solo se podía escuchar una leve melodía de música.
Dejé las llaves sobre la mesa y me fui acercando hasta donde me llevaba el sonido. Fue entonces cuando la vi.
En otro momento hubiera maldecido por dentro a Julia. Pero no pude. Me dediqué a admirar a esa joven vestida con flores y sonrisa amplia. De estatura baja y pelo largo. De ojos raros y boca tentadora. Era perfecta.
Durante unos segundos solo la miré sin percatarme de nada más.
Pero su dulce voz me devolvió a la realidad de que el tiempo no para de la misma manera que lo hacen mis pensamientos cada vez que la veo y ella me sorprende con algo.
- No todos los días se cumple un cuarto de siglo. Debo admitir que me dolió saber que no querías compartir semejante acontecimiento conmigo. Pero hablaremos de eso después. – Sabía que hablaba en serio a pesar del tono divertido que usó.- Me extraña que tú, Gael, el chico que cuenta las primeras veces que vive con una chica, no haya querido agregar esta primera vez a la lista.
Lina una vez más dejándome sin palabras con sus ocurrencias. Me mordí el labio tan fuerte que temí lastimarlo. Pero necesitaba todo el autocontrol del mundo para no romper la distancia que teníamos e ir hacia ella para comerle la boca de una vez y después comérmela entera a ella. No podía ser más linda. En todo.
Intenté despejar la mente poniendo ahora la atención a todo lo que había allí fuera. Lo primero que noté fueron aquellas luces blancas en forma de estrellas tintineando sin parar, que decoraban el perímetro del balcón.
- Joder, Lina…¿has hecho todo esto tú? – Me pasé la mano por el mentón nervioso, observando cada detalle, entre sorprendido y emocionado.
- Si con decir “todo esto” te refieres a colgar unas luces y comprar McDonald 's entonces si.
- No digas así.- Sonreí.- Mira esto…es jodidamente hermoso.
Había preparado una mesa con dos velas, que iluminaban la noche en conjunto con las luces colgadas. También estaban servidas las papas y las hamburguesas en platos especiales, el refresco en copas de vino de cristal. Y sobre la otra punta de la mesa alcancé a ver una caja azul que llevaba pegado un número 25 brillante.
- Quiero que sepas que tuve dos horas para prepararte el cumpleaños de tus sueños. No puede no gustarte celebrar, Gael. Tienes que dar gracias por otro año de vida.
Dijo aquello en un tono tan infantil que casi me derrito allí mismo frente a ella.
- Es difícil, bonita. Cuando uno siente seguridad haciendo feliz a los demás, pensar en uno se vuelve difícil.
- ¿No te has puesto a pensar en que a mí me hace feliz hacer esto por ti? Y si a ti te importa hacer feliz a los tuyos entonces deberías saber que estoy muy feliz ahora contigo aquí, haciendo esto. Y dije la palabra feliz muchas veces y quiero que sepas que estoy nerviosa pero feliz.
Solté una carcajada rompiendo la distancia del todo para rodear su cuello y abrazarla. La pegué a mi pecho, notando como sus brazos finos rodeaban mi cintura y su rostro quedaba recostado a la altura de mi corazón.
- Eres la chica más increíble que jamás haya conocido. Eres todo lo que está bien, Lina.
- Bueno. Bien por todos esos halagos preciosos. Pero esta noche es para usted, caballero. Así que dispongámonos a celebrar.
- Está bien, está bien.- Me separé de ella a regañadientes.- Veo que cocinaste duro.- Bromée.
La vi poner sus ojos en blanco y asentir al mismo tiempo. Volví a reír mientras tomaba asiento al igual que ella. Uno frente al otro, tal y como había dispuesto Lina la mesa.
- Bueno, voy a aprovechar esta velada hermosa para confesarte que soy un queso para la cocina. Es decir, no puedo ni preparar dos tostadas. Así que con el corto tiempo que tenía y en el intento de que no mueras por una indigestión en la víspera de tu cumpleaños, decidí comprar todo y venir rápido para casa.
- Pues está más que perfecto para mí. Además sabes de mi amor por las hamburguesas. Y no te preocupes que de la cocina me puedo encargar yo en un futuro.
Su mirada se desvió de su plato hasta la mía y fui testigo de cómo sus mejillas se teñían un poco más de lo usual. Me resultaba tierno comprobar que Lina tenía esa facilidad por sentirse cohibida con mis palabras. Cada vez que hacía bromas de aquel tipo, que insinuaban algo entre los dos, su rostro cambiaba.