"𝑫𝒊𝒄𝒆𝒏, 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒄𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒔𝒊𝒏 𝒃𝒂𝒓𝒓𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒏𝒊 𝒇𝒓𝒆𝒏𝒐𝒔
𝑺𝒆 𝒂𝒍𝒆𝒋𝒂 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒍𝒊𝒓𝒊𝒐, 𝒔𝒆 𝒐𝒍𝒗𝒊𝒅𝒂𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒖𝒆ñ𝒐𝒔
𝑺𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂 𝒂𝒍 𝒉𝒂𝒔𝒕í𝒐, 𝒔𝒆 𝒆𝒏𝒇𝒓í𝒂 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐
𝑫𝒊𝒄𝒆𝒏, 𝒅𝒊𝒄𝒆𝒏, 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒔í 𝒆𝒔 𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓."
𝑳𝒖𝒊𝒔 𝑴𝒊𝒈𝒖𝒆𝒍.
La sorpresa para Gael salió mejor de lo que esperaba. Logré sorprenderlo, se le notaba en la mirada y además no dejaba de repetirlo él mismo.
Su reacción al abrir cada regalo era típica de una persona que está disfrutando de esos detalles. Y por más que él dijera lo contrario, que no era una persona que se sintiera cómoda ni que disfrutara de esas atenciones, esta noche había logrado revertir ese sentimiento en él.
La noche nos acompañó, estaba completamente despejada, el cielo se encontraba repleto de estrellas y eso nos permitía disfrutar de un paisaje ideal para la velada que estábamos compartiendo.
Habíamos corrido la mesa ratona hacia un rincón para poder tirar los cojines al suelo y sentarnos sobre ellos. Estábamos los dos con la espalda apoyada sobre las puertas corredizas que oficiaban de ventanal también. Teníamos las cabezas pegadas, descansando una sobre la del otro, y las piernas estiradas cómodamente.
Quería guardar aquella sensación en un rincón de mi memoria para no olvidarme jamás. Una mezcla de seguridad y paz interior que pocas veces había experimentado.
- Si empiezo a roncar no te asustes. – La voz adormilada de Gael me hizo sonreír.
- De ninguna manera pienses que voy a dejarte dormir faltando quince minutos para las doce.- Esta vez fue a él a quién se le dibujó una sonrisa en el rostro.
- Entonces intenta hacer algo para distraerme del sueño que siento ahora.- Su tono de voz cambió completamente, dando paso al tono baja bragas que en otras oportunidades había ejercido sobre mí. Sin efecto, vale aclarar.
Giró su rostro para mirarme sin alejarse y nuestras bocas quedaron a pocos centímetros de distancia, provocando que respirara su propio aire. No había espacio personal entre nosotros y los ojos de Gael yendo de los míos hasta mi boca me lo confirmaban. Sentía el corazón retumbando en mi garganta, la piel completamente erizada y los labios ardiendo de deseo por sentir los de Gael.
- Lina, no soporto más seguir evitando algo que los dos deseamos tanto.-
Y tenía razón. Mis ganas por sentir sus labios eran tantas o más que las de él. Pero también sabía que un beso lo cambiaría todo, más en nuestra situación. Más cuando ya sobraban las palabras y las miradas. Más cuando solo quedaba demostrarlo con acciones.
Tenemos que hablar. Necesito hacerlo de una vez antes de que decidas continuar. Prometo después de hacerlo no impedirlo más…- Pedí casi que a modo de súplica.
Me armé de valor sabiendo que a partir de ese momento las cosas cambiarían. No sabía de qué forma pero lo harían. Estaba a punto de abrirle mi corazón por primera vez a alguien. Pero podía sentir de alguna manera que era él, no sabía cómo explicarlo o asegurarlo, pero sentía que Gael era el indicado.
Siempre supe que nunca me había enamorado, ni sabía cómo iba a darme cuenta el día que lo estuviera, pero era cierto eso que escuchaba y tanto escribía en mis historias: cuando lo estás, no hay dudas.
Era la ansiedad de cada día por verlo preparando el café a la mañana. Era sonreír en respuesta al sonido de su risa ronca. Era derretirme con cada detalle que tenía conmigo. Era escuchar cada vez que mencionaba una nueva primera vez que compartíamos juntos. Era él.
- Gael, yo siempre fui honesta contigo. Y los dos sabemos que pasa algo que ya se nos hace difícil controlar. Pero quiero contarte lo que yo vivo y siento para que luego sí puedas decidir que quieres.
- Lina, sabes que todo estará bien sin importar que digas.- Aseguró con total sinceridad.
Y yo sabía, siendo realista, que había algo bastante importante y que sí podría importar lo suficiente como para hacerlo dudar.
- ¿No te cambiaría saber que jamás me he acostado con nadie? ¿Y qué en mis ideales está mantenerlo así hasta el día que me case con alguien si así Dios lo quiere?
Ya no lo estaba mirando, mis ojos estaban fijos en las estrellas, en el cielo y la luna. De pronto, frente a aquella incertidumbre y sensación de haber desnudado parte de mi alma, aquel lugar era el mejor refugio que encontré para no dejarme ganar por mis inseguridades.
- Te conozco lo suficiente para saber que no estás haciéndome una broma de cumpleaños. Pero me cuesta entender por qué alguien tomaría como elección semejante tortura.
Sabía que no se le iba hacer fácil de digerir. Que le iba a resultar estúpido y hasta había manejado la idea de que se burlara. Pero dolía enfrentar la realidad de lo diferentes que éramos en ese aspecto.
- Es que justamente, para mí es una elección que me hace sentir de todo, menos que es una tortura.-
Me senté a lo indio dándole la espalda. Él quedó en la misma posición. Necesitaba tener esa charla de la manera más sincera posible y sin tenerle tan cerca.
- Veamos, Lina. ¿Me estás diciendo que con 22 años no has tenido sexo nunca? ¿Que nadie te ha hecho el amor y que no piensas en la idea de que yo puedo hacerte el amor cada maldita mañana?
Sentí como pronunciaba cada una de esas preguntas detrás de mi oreja. Se había separado del ventanal para acercarse a mí nuevamente. Su voz denotaba confusión e incredulidad pero aún había rastros de un deseo tan intenso que me hizo temblar internamente.
Me giré moviéndome sobre mis piernas, quedando con las rodillas sobre el suelo. Estábamos frente a frente una vez más y supe que Gael había notado la tristeza en mis ojos porque algo en su rostro se ablandó al mirarnos luego de aquella confesión.
- Te estoy diciendo eso mismo. Pero te lo estoy diciendo porque estoy segura que valdrá mucho más la pena disfrutar de eso con una sola persona durante toda la vida que cualquier otra cosa. Y no pretendo que lo entiendas, sé lo raro y difícil que puede llegar a ser.– Mentía.