Esperaré Para Amarte

Capítulo 24 - Gael

"𝑸𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒆𝒔𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒚𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐 𝒍𝒂 𝒄𝒆𝒓𝒕𝒆𝒛𝒂
𝑫𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒖 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐 𝒗𝒊𝒗𝒆 𝒂𝒅𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒎𝒊 𝒑𝒊𝒆𝒍
𝑻𝒆𝒏𝒈𝒐 𝒖𝒏 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛ó𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕á 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 𝒍𝒂 𝒄𝒂𝒃𝒆𝒛𝒂
𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒆 𝒅𝒊𝒐 𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂 𝒄𝒂í𝒅𝒐 𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒕𝒖𝒔 𝒑𝒊𝒆𝒔."

𝑴𝒐𝒓𝒂𝒕.


La música de la discoteca retumbaba con fuerza en mi cabeza. No quería estar en ese antro. No quería pero ahí estaba. De creer que iba a pasar uno de los mejores cumpleaños de toda mi vida, a empezarlo solo metido en ese lugar con mi corazón en otro sitio completamente opuesto.

No estaba triste, no quería llorar, ni me apenaba la situación. Solo sentía bronca. Bronca y frustración por ser un capullo. 
Lina se merecía solo cosas buenas y respuestas claras. Al final ella siempre lo había sido. Siempre fue diferente y quizás todo eso había sido en parte producto de que a mí me provocara tanto su forma de ser distinta.
Había pasado de tenerla a centímetros de mi boca a sentirla más lejos que nunca. 
Me fui de su lado escapando como un maldito cobarde, cuando dos minutos antes me había prometido a mi mismo hacer todo para que ella fuera feliz conmigo. Y al final, a la primera que las cosas se torcían de una manera que no esperaba, todo tambaleaba haciéndome dudar.

Lina era perfecta, una mujer jodidamente perfecta a la que cualquier hombre quisiera tener. Esa chica especial y diferente que lograba hacerme sentir especial a mí por haber tenido la suerte de coincidir con ella.

Sin embargo, sus palabras no dejaban de retumbar en mi cabeza una y otra vez. Jamás se había acostado con alguien, jamás le habían hecho sentir amada, jamás le habían puesto un dedo encima. Pero eso no era lo malo, no. Lina deseaba con su corazón, porque eso me transmitió, mantener esa rara filosofía de vida hasta quién sabe cuándo…

No la juzgaba, de verdad que no, pero no entendía por qué elegir una tortura semejante. Algo me hacía creer que quizás sentía ese deseo porque jamás antes había tenido la necesidad y las ganas de compartir algo así con alguien. Quizás y solo quizás si lo nuestro funcionara, ella no vería necesario esperar para nada.

-    ¡Mierda! – Golpeé con el puño la madera de la barra en la que me encontraba bebiendo y acto seguido, el barman hizo su mágica presencia aprovechándose de mi frustración para llenar nuevamente el vaso de whisky que tenía frente a mí.

Solo estaba engañándome a mí mismo si pensaba que lo de Lina era solo una decisión momentánea. La conocía lo suficiente para saber que era una chica con las ideas claras. No era un mero capricho de una niña que no ha conocido al indicado. Era más que eso.

Miré a mi alrededor notando la gente perdida en su mundo. Bebiendo, bailando, enrollándose… Una fuerte voz en mi cabeza me invitaba a perderme entre aquellas personas y olvidarme de todo, de Lina, de la terapia para la pierna, de mi estadía en Madrid y escapar lejos de aquella locura. Pero otra parte de mí, la más fuerte, la que no razona sino que se deja llevar, mi corazón, ese me empujaba hasta ese precipicio con caída libre que significaba la idea de quedarme junto a Lina para amarla de una manera distinta a la que esperaba.

No quería dejarla, no me podía imaginar ni un segundo intentando olvidarla. Pero también me ardía el pecho de solo pensar en la idea de lastimarla. No a propósito, claro. Pero yo no era un hombre que me sintiera capaz de poder mantener mis manos quietas y alejadas de ella. Y no hablo de la típica y natural reacción biológica de un hombre para con una mujer. Hablo de ese deseo por amarla como sentía que se merece. Por demostrarle con mi boca, con mis manos, con mi cuerpo entero, todo lo que la quería y necesitaba.

Suspiré frustrado y pasé de una todo el líquido amarillo del vaso dejándolo correr por mi garganta. Había bebido tanto que ya no me provocaba ni cosquillas la intensidad del alcohol en mi boca.

Me puse de pie afirmándome en el bastón. Metí la mano dentro del bolsillo de mis pantalones y dejé un puñado de billetes sobre la barra. Caminé entre la gente noqueado por los efectos de todo lo ingerido, a juego con las luces intermitentes del antro y los efectos secundarios de mis sentimientos confundidos e impotentes.

Quería salir de allí, quería escapar de ese ruidoso lugar. Quería estar con Lina. O no. Joder, tenía una confusión malditamente insoportable en mi cabeza.

De pronto la silueta de una chica rubia y cubierta por pocos centímetros de ropa me cortó el paso posicionándose frente a mí. Sus movimientos provocadores colaboraban con su intento por insinuarse de manera notoria. Pensé enseguida en apartarla y seguir mi camino. Pero entonces una vocecita molesta en mi cabeza comenzó a repetirme que no lo hiciera, y que por el contrario aprovechara la oportunidad para sacar a Lina de mi sistema y seguir mi vida. De seguro era eso, llevaba tanto tiempo prestando atención a aquella niña, que me había olvidado de lo bien que podía pasarse uno disfrutando de la vida como yo acostumbraba.

Entonces me dejé llevar... Lo sentía mucho por aquella mujer con caderas inquietas y boca excesivamente roja, pero fue ella quién se dispuso ante mí. Y en aquel momento, solo necesité comprobar que lo de Lina era un mero capricho, sí, era eso. No podía estar considerando ni siquiera, la idea de esperar para amar a Lina, amarla como quería, como merecía. Como yo necesitaba. 
Pegué el cuerpo de la rubia contra el mío, pasándole mi mano derecha detrás de su nuca para atraerla hacia mí. No necesité ningún esfuerzo para que abriera sus labios y devorarle la boca con brutalidad, la besaba sin ganas pero en un intento por lograr apaciguar todos los sentimientos que tenía con Lina. Buscaba la calma, profundizaba el beso cada vez más, mi lengua desesperada se metió en la boca ajena perdiéndose en la necesidad de acallar pensamientos. Pero nada. Absolutamente nada mejoraba.

Por el contrario, al separarme para buscar oxígeno, una sensación de asco se apoderó aún más de mi. Las piernas me temblaban demasiado y sentía los ojos inyectados en sangre. Me sentía sucio y asqueado. Frustrado y confundido.



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En el texto hay: distancia, amor, amistad

Editado: 27.04.2024

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