Esperaré Para Amarte

Capítulo 32 - Lina

"𝑺𝒉𝒆'𝒔 𝒂 𝒈𝒐𝒐𝒅 𝒈𝒊𝒓𝒍, 𝒍𝒐𝒗𝒆𝒔 𝒉𝒆𝒓 𝒎𝒂𝒎𝒂
𝑳𝒐𝒗𝒆𝒔 𝑱𝒆𝒔𝒖𝒔 𝒂𝒏𝒅 𝑨𝒎𝒆𝒓𝒊𝒄𝒂, 𝒕𝒐𝒐
𝑺𝒉𝒆'𝒔 𝒂 𝒈𝒐𝒐𝒅 𝒈𝒊𝒓𝒍, 𝒄𝒓𝒂𝒛𝒚 '𝒃𝒐𝒖𝒕 𝑬𝒍𝒗𝒊𝒔
𝑳𝒐𝒗𝒆𝒔 𝒉𝒐𝒓𝒔𝒆𝒔 𝒂𝒏𝒅 𝒉𝒆𝒓 𝒃𝒐𝒚𝒇𝒓𝒊𝒆𝒏𝒅, 𝒕𝒐𝒐."
𝑻𝒐𝒎 𝑷𝒆𝒕𝒕𝒚.

 

Sonreí al escucharlo. De pronto Gael se había convertido en un hombre romántico, que a juego con ese rostro sexy y su atuendo de cowboy irresistible podía hacerme babear de un segundo a otro.

-    Esa soy yo, un placer. – Respondí a la presentación.
Me acerqué al animal de pie entre nosotros y acaricié el costado de su cabeza. Era blanco y suave.

-    Parece que le agradas.- No sabía mucho del tema, pero a juzgar por su relajante actitud, eso parecía.

-    Soy una chica agradable. – Le guiñé un ojo a la vez que sonreía.

-    Eres una chica besable también. ¿Lo sabías?- El tono baja bragas asomó de repente poniéndome en alerta de peligro por sucumbir ante el.

-    Pues claro, me lo repito todos los días frente al espejo. – Bromeé y vi a Gael negar, al mismo tiempo que mordió su labio inferior en un intento fallido por esconder la sonrisa que se le formó.

-    Mira que te me has puesto chistosa y también te queda bien eh…. – llevó el brazo que no sostenía el arnés de Trueno detrás de mi cintura y me pegó a él con rapidez.

Aquella actitud posesiva me tomó por sorpresa. Pero a diferencia de lo que hubiera imaginado, me gustó. No fue algo brusco, fue una reacción de impotencia ante el deseo de tanto, así lo pude notar en su mirada.
Nuestras narices estaban rozándose de lo cerca que nos encontrábamos, el había bajado su rostro varios centímetros para estar cerca del mío y poder respirar el mismo aire. Amaba eso, sentir que los dos necesitábamos del aire del otro para respirar.
Subí mis manos para acariciar su pelo como me gustaba, allí detrás de su nuca donde la piel se confundía con sus mechones y mis dedos jugaban a adivinar lo que tocaban.

-    Y tú no te me pongas cariñoso de más que estamos frente a tu amigo.

Sonrió. Pero no le importó en absoluto mi advertencia. Unió sus labios a los míos y me besó con ganas, abriendo su boca al instante para dar paso y que mi lengua buscara la suya. Podía sentir sus jadeos chocar contra mi garganta, exigiendo con su agarre en mi cintura que me abriera más para él. Fueron pocos pero intensos segundos donde un beso dejó explícito mucho más de lo que podíamos decir en palabras.
Entonces noté su distancia repentina. Dejando atrás aquel contacto para traer consigo ese gesto tan suyo al recostar su frente en la mía, buscando armonía en sus pensamientos.

-    Vamos. Te debo una sorpresa todavía. – Tenía la voz grave y ronca.

-    ¿Sorpresa? ¿Qué no era Trueno la sorpresa? – Negó con una pícara sonrisa y tiró de mí con una mano mientras que con la otra motivó a su caballo para que nos siga.

Nos metimos dentro del establo los tres, caminando entre las dos filas de pequeñas puertas que dividían las casillas de los animales que allí descansaban. En su mayoría caballos. Todos se veían cuidados, con alimento y agua de sobra para servirse.

-    Todos los días los sacan libres campo adentro, algunos salen a recorrer para ir adiestrando su comportamiento al ser cabalgados, pero suelen ser mansos. Intentamos que sean compañía y no tenerlos únicamente para trabajo.

Me gustaba aquello. Si bien no me consideraba una persona “bichera” como le dicen en mi país, nunca fui amiga del uso de animales como las domas de caballos o lo que hacen inclusive hoy en día con los toros.

-    ¿Todos en tu familia tienen un caballo propio? – Lo vi asentir.

-    Todos menos papá. Él más bien se encarga de que todos tengan excelentes cuidados. Al igual que el resto de los animales.

Me fue señalando uno a uno los caballos que allí había y comentando de quién era cada cuál. El de Pilar era uno blanco como el suyo, luego había dos negros, que se diferenciaban por un ojo blanco, pertenecían a su mamá e Irene. Y por último me enseñó el de Isa, parecía ser beige pero en ciertas zonas de su pelaje era de un color más oscuro, como un raro marrón amarillo.

-    ¿Y este de quién es? El único marrón por lo que veo. -Comenté notando la diferencia con los demás.

-    Esta es una yegua, lleva con nosotros poco tiempo. La rescatamos de un hombre que le tenía en muy mal estado vagando por las calles. Se llama Tormenta. Y es tuya a partir de ahora.

Mis ojos se abrieron como platos fijando la mirada en el animal. La yegua me miraba allí de pie, de costado a mí, como si hubiese entendido todo lo que Gael había dicho.

-    ¿Esto…esto es en serio?- Pregunté desviando la mirada hacia mi novio que tenía cara de feliz cumpleaños por la alegría que aquel momento le estaba dando.

No supe el motivo, no supe qué fibra había tocado Gael con ese regalo pero sentí los ojos empañados al hacerme a la idea de que aquel animal de cuatro patas fuera mío. Lo único que había tenido como mascota o como bicho fue una mascotita virtual, que de hecho, mamá se la quedaba por las noches para alimentarla a sus horas porque no era capaz de hacer bien ni eso. Siempre creí que para tomar semejante responsabilidad había que estar dispuesto a darlo todo por ese animal. Y de pronto saberme su compañera, porque la palabra dueña se me hacía fuerte, responsable de aquella yegua de ojos tristes, me emocionaba. Qué tonta sonaría. Pero así era. Y si le sumaba el hecho de que había sido un detalle de Gael…cartón lleno para derramar lágrimas.

-    Hey…¿no te gusta? – El tono de Gael sonó preocupado. 
Se acercó a mí y guardó detrás de mi oreja un mechón de pelo rebelde.

-    No es eso. Es que…siento que es mucho. Quiero cuidarla bien, que tenga una vida alegre, ya lo ha pasado mal. Y ahora nos iremos y… - Los labios de Gael silenciaron mis palabras abarrotadas de emociones con un beso tierno.

-    Y aquí estará increíble, no le faltará nada y la visitaremos cada vez que podamos. Estará con Trueno. Ya sabes…no hay tormenta sin trueno. -Dijo aquello sonando tan poético que logró hacerme sonreír una vez más.



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En el texto hay: distancia, amor, amistad

Editado: 27.04.2024

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