Capítulo 35 - Gael

"𝑺𝒉𝒐𝒘 𝒎𝒆 𝒕𝒉𝒂𝒕 𝒉𝒆𝒂𝒗𝒆𝒏'𝒔 𝒓𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒉𝒆𝒓𝒆, 𝒃𝒂𝒃𝒚
𝑻𝒐𝒖𝒄𝒉 𝒎𝒆, 𝒔𝒐 𝑰 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝑰'𝒎 𝒏𝒐𝒕 𝒄𝒓𝒂𝒛𝒚
𝑵𝒆𝒗𝒆𝒓 𝒉𝒂𝒗𝒆 𝑰 𝒆𝒗𝒆𝒓 𝒎𝒆𝒕 𝒔𝒐𝒎𝒆𝒃𝒐𝒅𝒚 𝒍𝒊𝒌𝒆 𝒚𝒐𝒖
𝑼𝒔𝒆𝒅 𝒕𝒐 𝒃𝒆 𝒂𝒇𝒓𝒂𝒊𝒅 𝒐𝒇 𝒍𝒐𝒗𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝒘𝒉𝒂𝒕 𝒊𝒕 𝒎𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒅𝒐."

𝑫𝒖𝒂 𝑳𝒊𝒑𝒂.

Una vez que Lina estuvo lista salimos del edificio. Para variar estaba hermosa. Vestía unos jeans rotos ajustados a sus piernas de color negro, un jersey blanco de lana con una camisa debajo y unas botas también negras. Toda ella era perfecta, pero aquel conjunto casual la hacía ver maravillosamente.

-    ¿Te he dicho lo hermosa que estás hoy? – Le susurré al oído y dejé un rápido beso en su mejilla mientras el carro de una reconocida empresa de traslados nos llevaba hasta nuestro destino.

-    Creo que es la tercera vez en media hora que me lo repites. – Contestó la dulce de mi novia.

-    Y no será la última así que vete acostumbrando. – Noté su sonrisa ante mi respuesta.

El resto del trayecto lo pasamos en un cómodo silencio. Ya estaba anocheciendo y apenas eran las cinco de la tarde y eso delataba lo cerca que estábamos de que el invierno llegara. Mi estación favorita al contrario de mucha gente que conocía, pero prefería siempre soportar el frío que las jodidas y altas temperaturas que hacían en pleno verano.

Diez minutos más tarde el coche se estacionó frente a la casa de Iván y Lucía. Descendimos los dos luego de concretar el pago y una vez de pie delante del portero eléctrico desvié mi atención a Lina. Su cara de confusión delataba su falta de conocimiento de dónde nos encontrábamos.

-    Vas a conocer a mi ahijada María. – La cara de Lina se transformó mirándome con asombro.

-    Creo que eso me pone más nerviosa que cuando fui a conocer a tus padres.

-    ¿Pero qué dices? – Negué al mismo tiempo que pasaba mi brazo por encima de sus hombros para pegarla a mi costado.

-    Es que los niños son los seres diminutos y más transparentes del planeta entero. -Una vez más comenzó a mordisquearse la comisura de la boca.

-    Tranquila, cariño – dejé un beso sobre su cabeza- María va a adorarte. No tengo dudas.
Sin darle más tiempo a que sus nervios aumenten, toqué el timbre para anunciarnos y enseguida la portera se abrió para nosotros.

Caminamos hasta la entrada y antes de siquiera volver a tocar, Iván abrió la puerta con entusiasmo e ignorando mi presencia por completo abrazó a Lina como si se tratase de una hermana de toda la vida.

-    No te haces idea la cantidad de veces que le hemos pedido a este tío que te trajera para conocerte.- La guió hasta dentro y yo me quedé detrás, solo, olvidado y observando la escena.

Iván se encargó de presentarle a Lucia, vi como ambas mujeres se saludaban y sonreían comentando alguna cosa que no llegué a escuchar porque entonces una vocecita chillona y familiar se escuchó venir desde la escalera.

Con sus manitas pequeñas, sus piernas cortas y sus rulitos rubios saltando alrededor de su redondeado rostro, María bajaba las escaleras como lo hace cualquier niño de su edad. Con algo de torpeza pero teniendo el suficiente conocimiento del peligro, bajando agarradita de la baranda y mirando sus piecitos al tiempo que bajaba uno y otro escalón.

-    Tito, Tito, Tito… -repetía una y otra vez con notoria ansiedad por llegar hasta mí.
Corrió hasta dónde estaba, me agaché para quedar a su altura y la levanté en brazos llenando su carita de besos.

-    Pero mi pequeña, que me has visto hace unas horas atrás. – Solté una carcajada.
Noté en ese momento la mirada dulce de Lina en nosotros. Tenía cierto aire de admiración y desconcierto.

-    Tito Gael te dijo que traería una sorpresa, ¿recuerdas?

-    Ti, ¿tuches? -Preguntó María haciéndonos reír a todos.

-    No, cariño. Esta vez chuches no. Sabes que a mamá no le gustan -dejé un besito en su frente y miré hacia Lina.- Pero te he traído algo que es tan dulce como los chuches y estoy seguro que te gustará más.
Caminé con ella los pocos pasos que nos distanciaban de Lina y las presenté una a la otra.

-    María: Ella es Lina, mi novia. Lina: Ella es María, mi ahijada y la niña más buena y linda del mundo entero. 
María le estiró los brazos a Lina al instante y tanto ella como yo quedamos duros de la sorpresa. Lina la recibió con cautela sonriendo hacia la niña a la vez que la sujetaba.

-    Hola, preciosa. Tu Tito me ha hablado mucho de ti. ¿Cuántos añitos tienes?

-    Dosh, ati…- le enseñó el dedo medio junto al índice para indicarle su edad- ¿tú eresh la pinteta de Tito Gael?

La mirada de Lina fue en mi dirección buscando ayuda para responder esa pregunta. Me encogí de hombros escondiendo con una mano la sonrisa que se había formado en mi rostro.

-    Bueno, mejor digamos que soy la novia. Le quiero mucho y él a mí. ¿Pero sabes una cosa? – La pequeña negó esperando una respuesta- tú eres su única y más especial princesa.

Puedo asegurar que en ese momento babeé por Lina como nunca antes.

-    Shiiiiii, me guuutash.- Los grititos de María nos hicieron reír a todos con aquella escena.

Y entonces ese fue el puntapié para que la pequeña mujer de mi vida no se separase durante toda la noche de la gran mujer de mi vida.

Más tarde decidimos, a pesar de las quejas de Lucía, pedir al delivery pizzas familiares para compartir. Sería más disfrutable la noche, sin tantos aprontes que nos hicieran perder el tiempo.

Durante la cena no dejamos de recordar anécdotas que compartimos de niños con Iván. También Lucía compartió con nosotros cómo se habían ido enamorando desde pequeños. La carita de Lina al escuchar atenta su historia de amor era para fotografiar. De verdad se compenetraba muchísimo con el otro. Veía cómo podía ponerse en su piel con facilidad. Algo que admiraba de ella ya que a mí me pasaba todo lo contrario.

-    ¿Y ustedes cómo se dieron cuenta de que se querían de una manera especial? Es decir, no como amigos. – Miré hacia Lina haciéndole saber que esperaba que fuera ella la que respondiera la pregunta de Lucía.
Se removió incómoda en su lugar, con María aún sobre sus piernas jugando con un cubo de colores que hacía girar en varios sentidos.