𝑯𝒐𝒏𝒆𝒚, 𝒚𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒂 𝒓𝒐𝒄𝒌
𝑼𝒑𝒐𝒏 𝒘𝒉𝒊𝒄𝒉 𝑰 𝒔𝒕𝒂𝒏𝒅
𝑨𝒏𝒅 𝑰 𝒄𝒐𝒎𝒆 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒕𝒐 𝒕𝒂𝒍𝒌
𝑰 𝒉𝒐𝒑𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒖𝒏𝒅𝒆𝒓𝒔𝒕𝒂𝒏𝒅
𝑻𝒉𝒆 𝒈𝒓𝒆𝒆𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔
𝒀𝒆𝒂𝒉, 𝒕𝒉𝒆 𝒔𝒑𝒐𝒕𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕
𝑺𝒉𝒊𝒏𝒆𝒔 𝒖𝒑𝒐𝒏 𝒚𝒐𝒖
𝑨𝒏𝒅 𝒉𝒐𝒘 𝒄𝒐𝒖𝒍𝒅
𝑨𝒏𝒚𝒃𝒐𝒅𝒚 𝒅𝒆𝒏𝒚 𝒚𝒐𝒖?
𝑰 𝒄𝒂𝒎𝒆 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒂 𝒍𝒐𝒂𝒅
𝑨𝒏𝒅 𝒊𝒕 𝒇𝒆𝒆𝒍𝒔 𝒔𝒐 𝒎𝒖𝒄𝒉 𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒓 𝒏𝒐𝒘 𝑰'𝒗𝒆 𝒎𝒆𝒕 𝒚𝒐𝒖
𝑨𝒏𝒅 𝒉𝒐𝒏𝒆𝒚, 𝒚𝒐𝒖 𝒔𝒉𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒌𝒏𝒐𝒘
𝑻𝒉𝒂𝒕 𝑰 𝒄𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒏𝒆𝒗𝒆𝒓 𝒈𝒐 𝒐𝒏 𝒘𝒊𝒕𝒉𝒐𝒖𝒕 𝒚𝒐𝒖
𝑮𝒓𝒆𝒆𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔
𝑯𝒐𝒏𝒆𝒚, 𝒚𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒔𝒆𝒂
𝑼𝒑𝒐𝒏 𝒘𝒉𝒊𝒄𝒉 𝑰 𝒇𝒍𝒐𝒂𝒕
𝑨𝒏𝒅 𝑰 𝒄𝒂𝒎𝒆 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒕𝒐 𝒕𝒂𝒍𝒌
𝑰 𝒕𝒉𝒊𝒏𝒌, 𝒚𝒐𝒖 𝒔𝒉𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒌𝒏𝒐𝒘
𝑻𝒉𝒆 𝒈𝒓𝒆𝒆𝒏 𝒆𝒚𝒆𝒔
𝒀𝒐𝒖'𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒐𝒏𝒆 𝒕𝒉𝒂𝒕 𝑰 𝒘𝒂𝒏𝒕𝒆𝒅 𝒕𝒐 𝒇𝒊𝒏𝒅
𝑨𝒏𝒅 𝒂𝒏𝒚𝒐𝒏𝒆 𝒘𝒉𝒐 𝒕𝒓𝒊𝒆𝒅
𝑻𝒐 𝒅𝒆𝒏𝒚 𝒚𝒐𝒖 𝒎𝒖𝒔𝒕 𝒃𝒆 𝒐𝒖𝒕 𝒐𝒇 𝒕𝒉𝒆𝒊𝒓 𝒎𝒊𝒏𝒅𝒔
'𝑪𝒂𝒖𝒔𝒆 𝑰 𝒄𝒂𝒎𝒆 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒂 𝒍𝒐𝒂𝒅
𝑨𝒏𝒅 𝒊𝒕 𝒇𝒆𝒆𝒍𝒔 𝒔𝒐 𝒎𝒖𝒄𝒉 𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒓 𝒔𝒊𝒏𝒄𝒆 𝑰 𝒎𝒆𝒕 𝒚𝒐𝒖
𝑯𝒐𝒏𝒆𝒚, 𝒚𝒐𝒖 𝒔𝒉𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒌𝒏𝒐𝒘
𝑻𝒉𝒂𝒕 𝑰 𝒄𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒏𝒆𝒗𝒆𝒓 𝒈𝒐 𝒐𝒏 𝒘𝒊𝒕𝒉𝒐𝒖𝒕 𝒚𝒐𝒖.
𝑪𝒐𝒍𝒅𝒑𝒍𝒂𝒚.
Quedaban aún tres días para la defensa del proyecto final y aunque en mi inconsciente sabía que estaba preparada para la exposición del mismo junto a Julia, siempre encontraba el espacio para dar algún retoque extra.
Llevábamos preparando el proyecto dos semanas, dos intensas semanas en las que no había hecho otra cosa que trabajar e ir a casa a dar forma a lo que sería nuestro trampolín a nuevos horizontes en este mundo del arte de las letras.
Aquel curso sobre literatura contemporánea de carácter intensivo nos había regalado nuevos contactos en el ambiente de la escritura. Era de carácter internacional, con varias sedes en diferentes países, lo que le convertía en un curso bastante caro de pagar pero valía cada centavo por todo lo ganado una vez finalizar con el mismo.
Tenía una nueva novela acabada a la par que había hecho el curso y eso se debía solo a lo bueno y completo que era este. A la vez que adquiría nuevos conocimientos, también obtenía herramientas aplicables a la hora de narrar una nueva historia.
Tecleé en el ordenador el libro que habían devuelto minutos antes, haciendo el cambio correspondiente en el inventario también.
Las horas se pasaban volando cuando había trabajo, pero en días cómo estos, donde el frío congelaba no solo literalmente la ciudad, sino también el movimiento de la gente por las calles, los días dentro de la biblioteca se volvían eternos.
A diferencia de Julia y gracias a poder trabajar en algo que me gusta y apasiona, decidí optar por no tomar días de vacaciones para estudio. Me hacía más ilusión el hecho de dejar esos días para una vez acabara el curso poder descansar y disfrutar del tiempo libre.
Pero restaban 3 días aún para eso.Tres días y sería libre para poder disfrutar de mi novio después de todos estos días casi sin verle.
Es verdad que vivíamos juntos, que nos veíamos prácticamente todas las noches, pero eran momentos escasos y rápidos. El cansancio iba acumulándose también, así que todo momento que sirviera para sumar horas de sueño durante aquellos días de estrés, eran bienvenidos.
Luego de la presentación final el viernes, saldría con unos días de descanso. No eran muchos, apenas 5, pero lo suficientes para reponer energías y continuar con un último empujón hasta las vacaciones de Navidad. Esos eran los únicos días por fuera de los libres acumulados por el tiempo de trabajo, en donde la biblioteca cerraba sus puertas por dos semanas, dejándome a mí con otra buena cantidad de días de descanso.
Eché una mirada rápida al exterior, caía una leve llovizna a causa del frío y de pronto una mínima ilusión porque comenzara a nevar comenzó a crecer en mi interior.
Nunca antes había vivido esa experiencia. En Uruguay no nevaba nunca, el frío era mucho más húmedo que aquí y lo máximo que había estado de la nieve había sido en una atracción a la que pude asistir de niña, donde te ingresaban en una especie de simulador de la Antártida, al punto de sentir el mismo frío, con nieve artificial cayendo encima. Así que no veía la hora de poder ser testigo de ese momento (pero de verdad).
Un par de golpes me trajeron nuevamente a la realidad. Pero entonces mi presente fue mejor que los recuerdos de mi infancia. Allí fuera estaba él, hermosamente cuasi congelado, con su nariz roja y su sonrisa amplia y blanca haciendo juego con sus ojos extrañamente más claros que nunca, quizás debido al frío, pero la imagen que tenía frente a mi era perfecta.
Le señalé la puerta de entrada para que fuera hasta allí e hice lo mismo, abriendo para él la misma, que aunque no tenía seguro era una bonita manera de recibirlo.
- ¡Qué bonita sorpresa! – Rodeé su cuello con ternura poniéndome en puntas de pie para estar menos baja que de costumbre.
- Lo sé, debí avisar, pero necesitaba tanto esto. – Sus brazos también rodearon mi cintura pero yo me quedé pensando en su tono de voz y no en aquel contacto que también necesitaba tanto.
Me separé lo suficiente como para poder mirarle a los ojos y entonces noté un dejo de tristeza en ellos. Era mínimo, pero podía verlo. Al igual que su sonrisa, que por más que intentara demostrar tranquilidad, no llegaba a su mirada como lo hacía siempre.
- ¿Qué tienes, Gael? – Pregunté con mi ceño fruncido acariciando sus mejillas frías. Estaba realmente helado.
- No es nada, cariño. Descuida. – Respondió buscando sonar convincente, cosa que no logró.
Lo fulminé esta vez con la mirada, haciéndole saber que no me había tragado ni media palabra.
- Vale, a ti no puedo ocultarte nada. Cada vez me conoces más.
- Cada vez puedo ver más a través de tus ojos. ¿Te acuerdas cuándo recién empezábamos a conocernos? Te dije que habían miradas que decían más que unas cuantas palabras.
Y con aquel recuerdo en nuestras memorias, nos embarcamos en una larga y extensa conversación.
Gael me lo contó todo. Desde su alta médica, hasta el encuentro inesperado con su padre, pasando por la ida al hotel y su nuevo contrato laboral. Era mucho que digerir en poco tiempo, pero no encontré más respuesta a todo lo que me contaba que tomar sus manos en las mías y decirle lo que me nació del corazón. Sin pensarlo, sin buscar la mejor manera de decírselo. Solo lo solté.