𝑪𝒍𝒐𝒔𝒆 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒆𝒚𝒆𝒔, 𝒈𝒊𝒗𝒆 𝒎𝒆 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒉𝒂𝒏𝒅, 𝒅𝒂𝒓𝒍𝒊𝒏𝒈
𝑫𝒐 𝒚𝒐𝒖 𝒇𝒆𝒆𝒍 𝒎𝒚 𝒉𝒆𝒂𝒓𝒕 𝒃𝒆𝒂𝒕𝒊𝒏𝒈?
𝑫𝒐 𝒚𝒐𝒖 𝒖𝒏𝒅𝒆𝒓𝒔𝒕𝒂𝒏𝒅? 𝑫𝒐 𝒚𝒐𝒖 𝒇𝒆𝒆𝒍 𝒕𝒉𝒆 𝒔𝒂𝒎𝒆?
𝑨𝒎 𝑰 𝒐𝒏𝒍𝒚 𝒅𝒓𝒆𝒂𝒎𝒊𝒏𝒈?
𝑰𝒔 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒃𝒖𝒓𝒏𝒊𝒏𝒈 𝒂𝒏 𝒆𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒍 𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆?
𝑰 𝒃𝒆𝒍𝒊𝒆𝒗𝒆 𝒊𝒕'𝒔 𝒎𝒆𝒂𝒏𝒕 𝒕𝒐 𝒃𝒆, 𝒅𝒂𝒓𝒍𝒊𝒏𝒈
𝑰 𝒘𝒂𝒕𝒄𝒉 𝒚𝒐𝒖 𝒘𝒉𝒆𝒏 𝒚𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒔𝒍𝒆𝒆𝒑𝒊𝒏𝒈
𝒀𝒐𝒖 𝒃𝒆𝒍𝒐𝒏𝒈 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒎𝒆
𝑫𝒐 𝒚𝒐𝒖 𝒇𝒆𝒆𝒍 𝒕𝒉𝒆 𝒔𝒂𝒎𝒆? 𝑨𝒎 𝑰 𝒐𝒏𝒍𝒚 𝒅𝒓𝒆𝒂𝒎𝒊𝒏𝒈?
𝑶𝒓 𝒊𝒔 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒃𝒖𝒓𝒏𝒊𝒏𝒈 (𝒃𝒖𝒓𝒏𝒊𝒏𝒈) 𝒂𝒏 𝒆𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒍 𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆?
𝑺𝒂𝒚 𝒎𝒚 𝒏𝒂𝒎𝒆
𝑺𝒖𝒏 𝒔𝒉𝒊𝒏𝒆𝒔 𝒕𝒉𝒓𝒐𝒖𝒈𝒉 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒂𝒊𝒏
𝑨 𝒘𝒉𝒐𝒍𝒆 𝒍𝒊𝒇𝒆 𝒔𝒐 𝒍𝒐𝒏𝒆𝒍𝒚
𝑨𝒏𝒅 𝒕𝒉𝒆𝒏 𝒄𝒐𝒎𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝒆𝒂𝒔𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒑𝒂𝒊𝒏
𝑰 𝒅𝒐𝒏'𝒕 𝒘𝒂𝒏𝒕 𝒕𝒐 𝒍𝒐𝒔𝒆 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒇𝒆𝒆𝒍𝒊𝒏𝒈.
𝑻𝒉𝒆 𝑩𝒂𝒏𝒈𝒍𝒆𝒔.
Miré la hora en el reloj una vez más y supe que era cuestión de tiempo para ver a Lina salir del hospital. No la veía desde la noche anterior y ya le echaba de menos como un loco.
Recosté la cadera en el coche de mi ahora bien llamado suegro, Francisco y me concentré en el móvil para matar el tiempo mientras esperaba.
Durante el tiempo que Carmen había estado delicada no habían querido hacer uso del vehículo ya que la falta de sueño, el estrés y la incertidumbre podían jugar una mala pasada a la hora de atender el tránsito de cada día, pero con la mamá de Lina a punto de salir de alta, entre todos habían decidido que podía ser yo el encargado de conducirlo, así que ahora se podía decir que era el chofer personal de la familia.
Aquel día me tocó esperarla a ella, luego de haber pasado toda la mañana y parte de la tarde con su madre, por fin la tendría para mi de nuevo.
Llevaba dos semanas en Uruguay y debía admitir que me sentía como en casa. Me resultó más sencillo de lo pensado acostumbrarme a este nuevo país y parte de sus costumbres. La gente era amable, las calles menos pobladas y sin contar las diferencias en algunas palabras con distinto uso, hablábamos el mismo idioma.
En aquellas dos semanas la mamá de Lina había comenzado por fin a hablar. Recuerdo el día que lo hizo por primera vez y la llamada de Lina a su padre gritando de la emoción. Desde ese momento los cambios en su mejoría fueron notorios y a pasos agigantados. Hablaba, recordaba, respondía a diferentes estímulos, caminaba y no había rastros de zonas dañadas o parálisis.
Levanté la mirada del móvil en el momento exacto en que mi chica cruzaba la puerta corrediza de la entrada de aquel reconocido hospital.
Su sonrisa hizo que yo imitara aquel gesto también al mismo tiempo que abría mis brazos para recibirla.
Rodeé sus hombros cuando llegó a mi y dejé un tierno beso sobre su cabeza. Su baja estatura la hacía encajar a la perfección conmigo, y tenerla de aquella manera abrazada me encantaba.
- Perdona la demora, papá tenía que rellenar unos papeles importantes para el alta y no quise dejar sola a mamá mientras lo hacía. – Se separó apenas lo justo para poder mirarme a los ojos.
- ¿Entonces ya le han dado el alta formalmente? – Pregunté notoriamente sorprendido sin soltarla de entre mis brazos.
- Mañana, luego de que la vea por última vez su médico responsable, ya podrá irse. ¿Puedes creerlo? ¡Después de todo este tiempo!
La emoción en Lina me provocó ternura y sonreí en respuesta dejando un nuevo beso sobre su frente.
- Te he dicho cada día que así sería. Solo debíamos esperar y confiar. Y mira…
- Deberíamos festejarlo. – Sugirió y aquella propuesta acaparó mi atención.
- Dime qué tienes en mente, pequeña traviesa.
- De seguro nada de todo lo que puedas imaginarte con esa cabecita. – Respondió burlona y poniéndose en puntas de pie dejó un casto y rápido beso sobre mis labios.
- Yo solo pensé en ir a ver una serie de Netflix a tu casa. – Aclaré fingiendo aquella idea nada más que para picarla.
- Si serás… nada de series, nada de espacios cerrados solos durante mucho tiempo, nada de tentaciones, ¿recuerdas? – Asentí con el ceño notoriamente fruncido adrede.
Recordaba aquella frase con claridad. Días atrás, en un intento por ver algo juntos en la televisión, esperando a que fuera la hora para llevarla a cuidar a su madre, la serie se había tornado lo suficientemente aburrida para que diéramos más protagonismo a nuestros besos. Una cosa había llevado a la otra y nuevamente estuvimos desafiando a nuestros deseos más primitivos con peligro. Pero esta vez pude ser yo el que detuviera la escena, conocerme y conocer lo que Lina provoca en mí, me ayudaba a reconocer con mayor facilidad ese momento justo para decir basta.
Para su sorpresa (y la mía también, debía admitir) la hice a un lado con delicadeza. Le pedí disculpas y me levanté directo al cuarto de baño a refrescar las ideas, aunque también mi rostro recibió una notoria cantidad de agua fría en consecuencia.
Al salir hablamos y sugerimos un poco en broma, otro poco en verdad, los tres NO que podrían ayudarnos de ahí en más.
- Quiero enseñarte un lugar que llevo queriendo que conozcas desde que llegaste aquí. – Alcé una ceja con interés.
- Sus deseos son órdenes, señorita. Dígame a dónde y la llevaré con mucho gusto.
- Ya deja ese tono -se rio sonrojada.
- ¿No le van las formalidades?
- No cuando se trata de mi novio el chico guapo de acento atractivo y mirada matadora.
- Joder, que me encanta cuando me dices cosas cursis. – Bajé mi boca hasta la suya y besé sus labios con ternura, prolongando aquel contacto durante unos cuantos segundos más.
- Suficiente por ahora -murmuró contra mi boca y sonreí junto a ella- debemos llegar antes que el sol se oculte.
- Lina Catalina, estás logrando que mi curiosidad aumente notoriamente. ¿A dónde vamos?
- Ya lo verás.
Y con aquella nula información en mi poder, subimos al coche y emprendimos camino al más allá donde solo Lina sabía. Seguí sus instrucciones cual extranjero en país ajeno dándole uso al GPS, aunque el mío fuera digno de envidiar.