𝑻𝒆 𝒂𝒎𝒐 𝒆𝒏 𝒄𝒂𝒓𝒏𝒆 𝒗𝒊𝒗𝒂, 𝒔𝒊𝒏 𝒎𝒆𝒅𝒊𝒅𝒂 𝒚 𝒔𝒊𝒏 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓
𝑻𝒆 𝒂𝒎𝒐 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒂 𝒏𝒂𝒅𝒊𝒆 𝒆𝒏 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂, 𝒕𝒆 𝒂𝒎𝒐 𝒚𝒐
𝑻𝒆 𝒂𝒎𝒐 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒄𝒂𝒍𝒍𝒂𝒔 𝒚 𝒎𝒆 𝒃𝒆𝒔𝒂𝒔 𝒔𝒊𝒏 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒐𝒍
𝑻𝒆 𝒂𝒎𝒐 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒖𝒏 𝒏𝒊ñ𝒐 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒊𝒍𝒖𝒔𝒊ó𝒏
𝑨𝒎𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒃𝒊𝒆𝒏, 𝒂𝒎𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒃𝒊𝒆𝒏
𝑳𝒐 ú𝒏𝒊𝒄𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒔 𝒔𝒐𝒍𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂𝒎𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒃𝒊𝒆𝒏.
𝑪𝒂𝒓𝒍𝒐𝒔 𝑩𝒂𝒖𝒕𝒆.
¿Cuántas situaciones pueden hacernos sentir nerviosos en la vida? Seguramente muchas y ya me había tocado atravesar varias de esas, pero madre mía, nunca antes había sentido este tipo de nervios. Los minutos pasaban y Lina no aparecía más, los invitados comenzaban a impacientarse y dentro de mí solo intentaba pensar que posiblemente esa típica demora de la novia, era necesaria, en primer lugar para dar ese toque especial al evento, esa incertidumbre por ver entrar a la protagonista del día, pero ahora estaba seguro que era necesaria también para tener al futuro marido al borde del infarto durante unos cuantos minutos. La venganza femenina por todos los errores que hayamos cometido durante el tiempo de novios, sí debería ser eso. Pero joder...
- Si por un segundo se te está pasando por esa loca cabeza que Lina pueda arrepentirse de algo ya te lo digo yo que pierdes el tiempo, hijo. – La voz de papá susurrando aquellas palabras cerca de mi oreja para que nadie más pudiese oírle me dio la calma que necesitaba.
Suspiré levantando la mirada al cielo para buscar refugio durante aquella dura espera y entonces en ese mismo instante, cuando comenzaba a relajar mis pensamientos y mi cuerpo para lo que vendría, los primeros acordes de nuestra canción comenzaron a sonar. Bajé la mirada en cámara lenta entendiendo lo que significaba que esté sonando “La promesa” de Melendi. Y entonces la vi…
En mitad de aquel atardecer de verano en el campo donde había crecido y vivido prácticamente toda mi vida, la mujer de mis sueños vestida de blanco y con una sonrisa de infarto, comenzó a caminar hacia mí. No puedo asegurar que sonreí porque no fui consciente del todo de mis propias reacciones, solo sé que las lágrimas que intenté controlar durante los primeros segundos terminaron por recorrer mis mejillas sin lograr contenerlas. No podía creer lo que veía, no podía creer que poco más de un año atrás la conocía por gracia divina y hoy la tenía aquí, a punto de convertirse en mi esposa con todas las personas que amábamos allí de testigos acompañándonos.
La decisión de hacer la boda en España fue de Lina, el mismo día que nos comprometimos y se lo contamos a sus papás, y decidimos que sería en el siguiente verano europeo. No queríamos esperar más tiempo y los pocos meses que quedaban eran suficientes para que Carmen terminara de recuperarse para poder viajar.
Los abuelos, tíos, primos y amigos de Lina también pudieron estar presentes en el gran día, al igual que toda mi familia y claro está, Iván, con Lucía y María.
La ceremonia fue muy emotiva, diría yo que más de lo que nadie esperaba debido a todas las sorpresas que allí fueron aconteciendo, en especial ese momento personal de decir los votos y también cuando María acercó las alianzas, la pequeña rubiecita vestida de blanco con un lazo amarillo y una coronita sobre sus rizos fue sin lugar a dudas el detalle más dulce de la boda.
Luego de nuestra unión frente a Dios el festejo fue tan descontracturado como nosotros. No queríamos formalidades, ni tradiciones, de hecho Lina había elegido cambiarse de vestido y usar uno más cómodo y fresco para el momento de la fiesta. Llevaba el pelo suelto, natural como era ella y a juego con su hermosa sonrisa, el vestido era blanco también pero corto y delicado y apenas la vi aparecer nuevamente con aquel cambio tuve que usar el poco autocontrol que me quedaba para no ir tras ella y llevármela de ahí directo a parar a nuestra cabaña alquilada frente al río en un sitio de lujo en Pamplona, donde nos quedaríamos unos cuantos días como viaje de novios.
- Estoy contando los segundos que restan para amarte.- Susurré en su oreja mientras hacíamos el típico baile de novios.
- ¿No es que ya me amabas? – Preguntó fingiendo no saber a qué me refería.
- Ts, ts…de la manera que pienso amarte a partir de hoy y cada día de nuestras vidas te puedo asegurar que no. – Sus ojos brillaron y noté los nervios en su sonrisa.
Y aunque me costó un mundo esperar las horas que duró la celebración hasta por fin irnos solos, el momento de nuestra primera noche juntos valió cada día de aquel año juntos, cada minuto de aquella fiesta y cada segundo que duró el trayecto hasta la cabaña.
Aquella noche no fue la primera vez de Lina, fue nuestra primera vez juntos, compartimos los mismos nervios, la misma incertidumbre y el mismo brillo en los ojos cuando nos tuvimos el uno al otro.
Lina se volvió aún más perfecta ante mis ojos cuando recorrí cada centímetro de su cuerpo sin dejar zona por explorar, no fui ansioso, me tomé mi tiempo y acompañé los suyos con cuidado y respeto. Tenerla de aquella forma y saberme el primero y el único en poder sentirla así, el primero en notar las pecas en su pecho y aquel lunar en su pelvis, me hacía dar gracias al cielo por la espera y por haberla valorado tanto hasta llegar a donde estábamos
.
Lina se entregó a mí y yo a ella, la amé con tanto detalle que fui feliz cuando logramos alcanzar la cima de nuestra unión por primera vez también. Fue perfecto y fue el puntapié para comenzar a repetir aquel acto día tras día, noche tras noche, encontrando un nuevo vicio junto a ella y era nada más y nada menos que el de amarla en todos los sentidos de la palabra.
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Suspiré sentado sobre el césped de nuestra casa recordando el día de nuestra boda y nuestra primera vez juntos, todavía se me hacía increíble que estuvieran haciendo 10 años de ese día.
Desde mi lugar podía verla, los años no habían pasado en Lina, al contrario, se veía tan viva, tan completa y tan feliz que seguía siendo la misma chica de 22 años que conocí en aquel aeropuerto.
Estaba sentada con su mirada perdida en el exterior, no podía verme desde su ubicación así que me aproveché de eso para observarla, natural y perfecta como siempre que se metía en sus historias. Y ahora que varias de sus novelas se habían dado a conocer, no había quien la sacase de su portátil cuando caía la tarde. Era su momento, y a mí me encantaba observarla.