Espíritu Animal

II. Lo correcto.

El sol había salido en la ciudad, y de entre las sabanas se levantaba Marco. El despertador llevaba tiempo sonando, así que solo se levantó, lo apago y entró al baño. Tardó alrededor de diez minutos y salió completamente vestido y con energía. Bajó las escaleras corriendo y se encontró a su abuela haciendo panqueques, y a su abuelo sentado leyendo el periódico.
— Hola, mamá. — Saludó Marco a la mujer que se encontraba cocinando mientras besaba su frente. Usaba una blusa rosa con un delantal morado puesto. Su cabello era castaño, y en su rostro alegre se podían ver unas cuantas arrugas.
— Hola, hijo.
—Papá. — Saludó Marco hacia el hombre sentado con el periódico. Era un hombre viejo, pero aún se veía resistente, su cabello era gris gracias a las canas, que incluso cubrían sus cejas; usaba una camiseta gris. Su abuelo solo gruñó. Marco sonrió y tomó un panqué.
— ¿No vas a desayunar?
— No, comeré en la escuela.

— ¿Traes dinero? — Preguntó el abuelo.
— No sé por qué le preguntas si ambos conocemos la respuesta. Marco sonrió y su abuelo le entregó algo de dinero.

Desde que Marco era pequeño había vivido con ellos, su padre y su abuelo nunca se habían llevado muy bien, y Marco nunca supo el porqué. Todo empeoró cuando la madre de Marco falleció, su padre estaba tan dolido que trató de llevarse a Marco a vivir con él y sus dos hermanos, de eso ya tenía cerca de un año. Marco salió de su casa y encontró a un chico en la puerta, era de tez blanca, cabello negro ondulado y ojos negros; su cuerpo era más ancho que el de Marco. Usaba el mismo uniforme que Marco, que consistía en un pantalón gris y una camisa caqui, fajados, con un cinto azul marino.
— ¡Tadeo! — Se sorprendió Marco.
— Hola. — Contestó él. — Te mande un mensaje diciendo que pasaría por ti.
— Si, lo siento, no lo vi.
— Si, me di cuenta. Te estuve enviando mensajes desde el sábado.
— Oh sí, lo siento, estuve distraído con algunas tareas.
— Me imagino, por cierto, ¿Lograste derrotar al monstruo?

Marco se quedó inmóvil por unos momentos, sentía como el estómago se le retorcía.
— ¿De qué hablas…?
— Si, el nuevo juego que compraste la semana pasada. Me habías dicho que no lograbas vencer a uno de los jefes finales.

— ¡Oh! — Bramó Marco. — Si, si… todo bien.
— Bien…— Murmuró Tadeo.— Estás actuando muy extraño. Por cierto, ¿Viste lo que paso el fin de semana? ¡Estuvo de locos! ¿Puedes creer que eso pasó en nuestra ciudad?
— Si, murieron personas…
— Bueno, sí. Pero quitando eso, fue asombroso. ¡Una pelea de monstruos! ¿Te imaginas lo que se sentiría tener poderes?

— No… no podría imaginarlo. — Mintió. Y realmente le dolía, pues Tadeo era su mejor amigo desde siempre, crecieron juntos. Tadeo era huérfano, su familia murió cuando él era pequeño y desde entonces sus tíos se hacían cargo de él, o algo así, pues lo hicieron independiente desde los ocho años y solo lo visitaban de vez en cuando; realmente Tadeo pasaba más tiempo en casa de Marco que en la suya, desde siempre.

En una mansión grande ubicada a las orillas de la ciudad, Kevin se encontraba desayunado con su hermano pequeño, estaba terminando un plato de cereal y sus padres llevaban más de una hora al teléfono. Su madre era una mujer rubia, de ojos azules y cabello rizado; usaba ropa de vestir de color morado. Su padre era alto y de cabello negro, con un corte militar, sus ojos eran cafés y también usaba ropa de vestir.La familia de Kevin tenía una gran empresa en la ciudad, la cual se encargaba de crear productos para la vida diaria de la gente, así que era muy común que Kevin escuchará en todas las comidas cosas como: “¿Qué impacto tendrá el producto en el mercado? ¿Tendrá buenas ventas? ¿Será bien recibido?” Ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que se habían sentado a la mesa como una familia.
— Muy bien, ahí estaré. — Colgó la madre. — Carlos, me adelantare a la empresa, hay una junta importante y me necesitan; lleva a los niños.
— ¿Qué? también tengo cosas que hacer, y hoy te toca a ti llevarlos.
— Es lunes, te toca a ti.
— ¿Es lunes? ¡Maldición! Se supone que hoy me entregan los reportes.

— Bueno, llévalos a la escuela y llega tan rápido como puedas. Adiós, niños. — Se despidió su madre.
— Vaya. — Suspiró su padre. — Niños, ¿Saben andar en taxi?

Génesis se había levantado mucho más temprano que aquellos dos. Cuando ella entraba a su cocina siempre había un plato servido para ella, pues sus padres se iban a trabajar una hora antes de que ella se levantara, y llegaban por las noches, cuando ella se encontraba dormida. Los padres de Génesis tenían que trabajar tan duro como podían para pagar la escuela de ella, y evitar que terminara de la misma manera que ellos. Por esa razón, Génesis siempre se encontraba sola. Vivía en las orillas de la ciudad, en un barrio peligroso. Génesis se arregló tan rápido como pudo y salió rápidamente, pues si no lo lograba, el autobús se iría y no podría llegar a la escuela.

Marco ya había llegado a la secundaria, generalmente llegaba cuando faltaban diez minutos para el timbre. La mayoría de los alumnos ya estaban ahí.
— Bueno, te veo luego. — Dijo Tadeo. — Tengo que ir a mi aula.
— Si, nos vemos.
Tadeo había quedado en un salón diferente al de Marco, y eso no le parecía bien, pues Tadeo no era la persona más accesible a la hora de hacer amigos, era como si odiara a todo mundo.
—Marco. — Dijo una voz. Marco se dio la vuelta, y ahí estaba Kevin.
— Hola ¿Qué tal el fin de semana?
— Largo, ya quería que fuera lunes. — Ambos chicos comenzaron a caminar hacia el salón hablando sobre lo ocurrido. De pronto Marco sintió que algo iba mal, no podía explicar el que, solo lo sentía, y de pronto, Marco cayó al suelo.
— Fíjate por donde vas. — Le dijo una voz. Marco levantó la mirada y vio a un chico alto, de cabello lacio y castaño, de ojos cafés y una nariz perfecta.
— Hilario. — Gruñó. — Ten cuidado, Maldonado, te le atravesaste a mi pie. Hilario había estado con Marco y Tadeo desde la primaria, y siempre les hizo la vida imposible. Llevaba siete años ya molestando a Marco, y este nunca había hecho nada, hasta ahora.
— ¿¡Sabes que, niño bonito!? — Se levantó Marco.
— No, no quiere saber…— Dijo Kevin.
De pronto todos los amigos de Hilario empezaron a reírse de él.
— ¿Ves lo que haces, Maldonado? Mis amigos se burlan de mí por tu culpa.
— Bueno, debo decir que no hace falta que yo haga mucho para que se burlen de un tarado como tú.

Los amigos de Hilario estallaron en carcajadas, e Hilario ya comenzaba a molestarse.
— ¡Escucha, idiota! — Lo levantó del cuello.
— Hilario, basta. — Intervino Kevin.
— No te metas. — Lo empujó.
—¡Y tú! ¿Qué diablos te pasa de repente, acaso te crees el chico león?
— ¿El chico… que?

— ¿No lo sabes? ¡No me sorprende! Un tarado como tú no tiene idea de las cosas geniales que pasan a su alrededor ¡El chico león! — Gritó mientras sacaba su celular y ponía el video de la batalla contra Spark. — Todos están hablando de eso... ¿Sabes? Te dejare por esta vez, porque es lo que el chico león haría, pero la próxima vez, te parto la cara. — Dijo mientras lo bajaba.
— Si, mejor corre…— Susurró Marco.
— Eso estuvo cerca. — Dijo Kevin.
— Pude haberle partido la cara.
— Si, pero eso no significa que debas hacerlo. — De pronto, Génesis llegó corriendo segundos antes de que sonara la campana.
— ¡Uff! — Jadeó— Por poco no llegaba ¿Me perdí de algo?
— No. — Contestaron Marco y Kevin mientras Hilario y sus amigos se alejaban; segundos después todos avanzaban hacia el salón.
Todos los alumnos entraron a sus respectivos salones, Marco y Kevin tenían asientos uno a lado del otro, Génesis estaba tres asientos más atrás, e Hilario estaba detrás de Kevin. La maestra Rosy entró por la puerta y depositó su portafolio en el escritorio.
— Buenos días, jóvenes. — Saludó la maestra.
— Buenos días, Maestra. — Contestaron todos a la vez.
— Bueno, voy a entregar las calificaciones del primer parcial. A la mayoría le fue muy bien, a otros no tan bien. — La maestra comenzó a repartir las calificaciones y llegó al número 30, que era Marco.— Seis.
— ¿Seis? — Preguntó Marco.
— Seis.
— No era lo que esperaba, pero estoy conforme.

— Aracely 10, David 10, Kevin 10, Hilario 6, Génesis 9.
La maestra terminó de dar calificaciones y casi toda la hora se fue en eso.
— Muy bien, ahora todos vayan a la biblioteca y busquen sobre el siguiente tema, que es la fotosíntesis. — Todos en el aula se levantaron y comenzaron a salir. — Excepto Marco, Kevin y Génesis, necesito hablarles sobre su proyecto.— Todos en el salón salieron, dejándolos solos.
— Chicos ¿Cómo se sienten? — Les preguntó.
— Genial, siento que podría correr por toda la ciudad sin cansarme.
Sí, generalmente un Dobutsuoni tiene energía de sobra, pero no se confíen, aún hay un montón de cosas que necesitan aprender. Debo decirles que, al tener una parte animal dentro de ustedes, algunas veces les será difícil controlarse ante situaciones de enojo, estrés, miedo y ese tipo de emociones fuertes, pero deben recordar siempre mantenerse calmados y no dejar que nadie se dé cuenta de lo que son capaces. Para transformarse solo necesitan concentrarse lo suficiente, y si lo hacen bien, el espíritu de su animal los rodeara y automáticamente se transformarán. En algún momento podrán hablar con su espíritu.— Los chicos recordaron la noche de la pelea, cuando los animales hablaron con ellos. — Cada uno tiene habilidades diferentes; por lo visto, Kevin puede controlar el agua, Génesis el viento y Marco el fuego; pero cada quien podrá usar técnicas diferentes, según su elemento.— Kevin y Génesis prestaban suma atención a la maestra, pero Marco por su parte se había perdido desde que dejó de hablar sobre las emociones. — Sé que ustedes la llevan un poco difícil con sus compañeros, pero por algo fueron elegidos para estar ahí esa noche, y espero que sea para bien. Solo quería decirles eso, también quería aprovechar para contarles sobre Spark, Leafdy y Shark. Ellos son fieles seguidores de Flareon; un antiguo Dobutsuoni que tiene un odio profundo hacia los humanos, al igual que ellos. Flareon trató de asesinarnos cuando nos dimos cuenta de que los humanos no eran tan malos después de tantos siglos, ya que no quería que los de nuestra especie lo supieran. Quería que siguieran viéndolos como una amenaza, así que cuando intentó matarnos, lo dejamos herido para huir de él. Durante todo este tiempo creímos que lo habíamos acabado, pero hasta hace unos meses notamos que algunos Dobutsuonis estaban siendo asesinados y después de investigar un poco escuchamos que Flareon seguía vivió y que tratan de usar los espíritus de otros Dobutsuonis para regenerarlo. Flareon es un peligro tanto para humanos como para nuestra especie, así que debemos impedir que Spark y su grupo cumplan su cometido. — La maestra se levantó del escritorio. — Nosotras ya estamos grandes y débiles para hacerles frente, pero ustedes, pueden hacerlo. Spark los quiere a ustedes porque son presa fácil, es por eso que debemos hacerlos fuertes lo más rápido posible, ¿Entendieron?
— Por supuesto. — Dijo Marco. Al parecer esa conversación le interesó, pues escuchó todo. — Pero soy mejor en la práctica que en la teoría, así que entre más rápido le pateemos el trasero a esos tipos, mejor.
— Idiota. — Gruñó Kevin. — La última vez casi nos matan, no podemos enfrentarlos así de nuevo, primero debemos entrenar.
— Exacto. — Coincidió Rosy. — Les avisaremos cuando encontremos el lugar para hacerlo. Van a sacrificar mucho, muchachos…
— No importa, si podemos ayudar a la gente, estoy dispuesto a todo. — Sonrió Marco. Kevin y Génesis asintieron. Rosy soltó una risita.
— Muy bien, vayamos al laboratorio, hay algo que debemos enseñarles, y recuerden terminar el reporte de hoy, porque no pueden descuidar la escuela por esto, en especial tú, Marco.
— ¡Ya se, ya se! — Exclamó mientras salían del aula.




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