Espíritu Animal

IV. Un dia libre.

Era una mañana fría en la ciudad, pues noviembre ya había llegado y el invierno se acercaba cada vez más. Los chicos se encontraban en la secundaria, en el laboratorio donde obtuvieron sus poderes junto a las maestras.
— Ya ha pasado un mes desde que obtuvieron sus poderes, muchachos, ¿Cómo se sienten? — Les preguntó Loyda.
— Yo ya me estoy acostumbrando a ellos. — Contestó Marco.
— Ha sido un mes difícil y cansado, pero estamos llevándole el ritmo. — Dijo Génesis.
— Y las bestias siguen apareciendo día tras día. —
Comentó Kevin. — ¿Tienen alguna idea de donde están saliendo?
— Que bueno que tocas el tema. — Dijo la maestra Martha mientras sacaba una pequeña píldora negra de su maleta. — Esta pequeña capsula fue la que nos entregaron a finales del mes pasado, la hemos estado estudiando y por fin encontramos algo.
— Nos fue bastante difícil estudiarla, pero ahora que lo logramos por fin podemos decir con certeza que esto está creando a esas bestias.
— Dijo Rosy. — Las píldoras contienen un montón de energía obscura, posiblemente de Spark y los suyos. Si se las dan a cualquier animal serán capaces de transformarlos en estas bestias.
— Eso es horrible…— Murmuró Génesis. — Cuando luchamos con esa pequeña ave, y las otras bestias, siempre regresan a su forma original, pero terminan lastimados por nosotros.
— Sí, la energía que corrompe su cuerpo y los transforma los cubre por completo, por eso aumentan de tamaño y de fuerza, esa transformación es como una coraza, el verdadero animal inocente está dentro de eso y cuando los derrotan, ellos vuelven a su forma original, pero recienten algo del daño que reciben en la pelea.

— La primera vez que nos enfrentamos a uno no sabía si lo mataríamos o no, pero no podía dejar que siguiera destruyendo todo a su paso. Es un alivio saber que solo reciben una parte del daño.
— Aun así, si no nos controlamos y extendemos la batalla más de lo necesario, podríamos herirlos de gravedad y terminar matándolos.
—Reflexionó Kevin.
— ¿Qué importa? — Preguntó la maestra Loyda. — Son solo animales…
Animales o no, no quiero matar a nadie. — Dijo Marco.
— Kevin tiene razón en una cosa, deben acabar con ellos rápido, pues la transformación, aparte de la energía obscura, se alimenta de la energía vital del animal, por lo que, si luchan por mucho tiempo, podría terminar muriendo por cansancio. — Explicó la maestra Rosy.
— Pero ellos nos derrotaron sin problemas la vez pasada, ¿Por qué no solo venir por nosotros y ya? — Preguntó Kevin.
— No lo sabemos con certeza, pero deben estar planeando algo. De todas maneras, no podemos permitir que esas bestias lastimen a los humanos.— Dijo Loyda.
— Lo sabemos, y por eso estamos entrenando tan arduamente.
— Sí, pero por hoy, tómense la tarde para ustedes; es viernes, salgan, disfrútenlo. Y también descansen el fin de semana, se acerca el examen de evaluación para la secundaria y serán unos días pesados para los estudiantes
.
— ¿Seguras? — Preguntó Kevin.
— Por supuesto.— Contestó Rosy. — Vayan, diviértanse, se lo merecen.
— Pues… muchas gracias.
— Dijo Génesis.— Entonces nos vamos. — Se despidió mientras los chicos y ella salían del laboratorio.
— ¿Soy la única que sigue pensando que esos chicos podrían terminar mal? — Preguntó Loyda.
Sí. Ellos han demostrado tener corazón y que están dispuestos a todo con tal de ayudar a los demás. — Dijo Martha.
— Pero son unos niños, luchando contra bestias gigantes y Dobutsuonis que han asesinado a Dobutsuonis más viejos.
Y aun así están vivos, eso debe significar algo, y todo pasa por una razón, así que debemos asegurarnos de enseñarles todo lo que podamos. — Dijo Rosy, poniendo fin a la conversación.

La campana había sonado y los chicos habían salido de la secundaria, se encontraban en la banqueta pensando en que hacer.
— Bueno… tenemos la tarde libre, ¿Qué deberíamos hacer? — Preguntó Kevin.
— ¿Qué tal si vamos al centro? — Sugirió Génesis.
— Podríamos ir a comer tantas cosas. — Se emocionó Marco.
— Tu solo piensas en la comida. — Suspiró Kevin. — Solo déjenme avisarles a mis padres que saldré. — Dijo sacando su celular.
— Yo igual. — Dijo Génesis.
— No creo que mis abuelos se preocupen. — Mintió Marco, y justamente en ese momento su celular sonó. Era Tadeo, su mejor amigo. — ¡Hey! — Saludó Marco a través del celular.
— Hola, ¿Estás en tu casa?
— No… iba a salir con unos amigos al centro.

— Oh. — Marco se sintió mal de pronto. — Últimamente no has estado mucho en tu casa…
— No, ya se, es que he estado haciendo algunos cursos por las materias en las que voy algo mal.

Ósea, ¿en todas?
Si… algo así, pero podemos vernos este fin de semana.
— Claro, está bien. — Dijo Tadeo antes de colgar la llamada. Marco y Tadeo habían estado juntos desde los cinco años, pero desde que Marco entro a la secundaria e hizo más amigos las cosas cambiaron un poco. Por alguna razón no podía hacer que sus nuevos amigos y su mejor amigo congeniaran, y era muy incómodo para él.
— ¿Nos vamos? — Pregunto Kevin, sacándolo de sus pensamientos.
— Sí.




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