Espíritu Animal

XV.- Víctor y Loyda.

Era un día soleado y hermoso.
El panorama era muy bonito, era una especie de templo antiguo y gigante, se podía apreciar que cientos o incluso miles de personas vivían ahí, rodeados por un montón de árboles y hermosa vegetación. Los pasillos del templo eran tranquilos y cálidos, estaban hechos de una especie de piedra muy hermosa, había pequeñas bancas en ellos, del mismo material que el templo. Por las diferentes ventanas que había a través de las paredes del pasillo entraba la luz del sol, dejando ver un montón de polvo danzando en la luz; en estos pasillos se encontraba sentada una mujer joven, completamente concentrada, leyendo un libro. Era una versión más joven de Loyda. Era muy hermosa, con el mismo cabello lacio y castaño, pero más cuidado, y sus ojos verdes se veían con mucha más vida que la actual. Estaba tan concentrada en su lectura que ni siquiera se dio cuenta del chico que entro por el ventanal detrás de ella. Era un hombre alto y fornido, de piel aperlada y calvo, sus ojos eran obscuros. El chico se acercó con sutileza y la abrazó por la espalda, haciendo que esta respingara. — ¿Cómo está la mujer más hermosa del mundo? — Preguntó el chico.
— No tengo el placer de conocerla. — Dijo mientras volteaba y le daba una cálida sonrisa.
— Yo salgo con ella.
— Víctor, eres un cursi de lo peor. — Dijo Loyda entre carcajadas. El chico sonrió inmóvil, parecía ofendido. — Creí que ustedes las mujeres amaban el romance. — Dijo él.
— Es lindo verte intentándolo. — Dijo mientras lo besaba. Él le regreso una sonrisa.
Loyda tomo su libro y comenzó a caminar con Víctor.
— ¿Cómo les fue en la caza? — Preguntó Loyda.
— De maravilla, todos cenarán esta noche.
— Me parece perfecto.
— Loyda. —
Murmuró él con un tono completamente serio. — El amo sabe que tus poderes están manifestándose, que tienes contacto con tu espíritu.
— ¿Y que con eso?
— Bueno… sabes que hoy en día todos tenemos muchos problemas para lograr conectar con nuestro espíritu interior, así que él está juntando personas que logren transformarse en Dobutsuonis. — ¿Y te preocupa que me mande a mí?
— Sé que te mandara, él quiere investigar a los humanos, ver si aún son hostiles y luego planear una estrategia, pero aun no somos lo suficientemente fuertes para pelear.
— Incluso aunque nosotros tengamos poderes, la raza humana sigue siendo más cruel y peligrosa, estaré honrada de poder luchar contra ellos.
— Solo ten cuidado, ¿De acuerdo?

Loyda asintió sin darle mucha importancia, pues ella estaba segura de lo que hacía. Ambos siguieron caminando por los pasillos, hasta que una voz masculina y un grito femenino los detuvieron.
— ¡Víctor! — Frente a ellos habían llegado dos chicos. El hombre era un poco más bajo que Víctor, de cabello negro y ojos azules, era de piel blanca. La chica era más alta que el chico, tenía un cabello teñido de verde, usaba dos trenzas largas y era de piel blanca con pecas en los cachetes, tenía ojos verdes.
— ¡Hey! ¿Ya le disté la noticia? — Preguntó el chico.
— ¿De que el amo puede reclutarla para investigar a los humanos? — Se apresuró a decir Víctor furioso, parecía que quería callarlo.
— ¿¡Que!? ¡No! ¡Sobre…!
— Intentó decir, pero la chica lo golpeó en el estómago con el codo.
— ¿Qué pasa aquí? — Preguntó Loyda con los ojos entrecerrados.
— ¡Nada! — Se apresuró a decir la chica.
— Están muy raros…— Comenzó a decir Loyda, pero una mujer la interrumpió.
— ¡Loyda! — Era una mujer mayor, usaba una falda celeste y una blusa blanca, tenía el cabello gris y largo hecho una gran trenza.
— Me tengo que ir, nos vemos luego. — Dijo mientras besaba a Víctor rápido y se despedía de los chicos. Cuando Loyda estuvo fuera de su vista, Víctor golpeo al chico.
— ¡Eres un idiota, Ismael!
— Lo siento, creí que ya le habías dicho. Mary me contó y cuando te vi con ella pensé que la habías buscado para decirle.
— Lo siento.
— Se disculpó Mary. — No creí que abriera la bocota.
— No importa.
— Suspiró. — Iba a decírselo, pero me entere que posiblemente el amo la mandaría a una misión de investigación, así que esperaré a que vuelva.
— ¿Podemos verlo? — Preguntó Ismael.Víctor busco en su bolsa y sacó un anillo hermoso de diamantes, los ojos de Mary se abrieron en el momento que lo vio.
— ¡Es hermoso, Víctor!
— ¿Creen que diga que si?
— Por supuesto que sí.
— Contestó Ismael.— Ella te ama, por lo tanto, no creo que debas esperar, ella será feliz en el momento en que se lo digas, así que ve por ella.
— Por primera vez estoy de acuerdo con él, deberías decírselo antes de que se vaya. Pero haz algo especial.
Víctor pensó por unos segundos y luego asintió.
— Tienen razón. — Dijo mientras ponía sus brazos en los hombros de los chicos y comenzaban a caminar.Loyda por su parte subía unas escaleras increíblemente largas con la mujer.
— Entonces… ¿Estás segura de que eso fue lo que dijo? — Preguntó Loyda.
— Completamente, él pidió que viniera por ti. Aparte de ti, el eligió a cuatro personas más.
Me siento honrada, en serio.
— Demuéstralo cuando estés en el mundo exterior, de ser posible acaba con algunos humanos.
— Eso haré.
— Sonrió ella. Las chicas llegaron al final de las escaleras, donde había una puerta gigante de madera. La mujer asintió y Loyda abrió la puerta, dejando ver una gran habitación; en el fondo había un gran trono, donde estaba sentado Flareon, solo que este tenía todas las partes de su cuerpo en su lugar.
— ¿Llamó por mí, amo? — Preguntó ella.
— Así es, querida, pasa. — Dijo Flareon con calma. En el centro de la habitación se encontraban Martha y Rosy, o al menos una versión más joven de ellas. También había dos hombres. Uno era alto, de cabello rojizo y corto, el otro era algo robusto, de cabello rubio y ojos verdes.
Los cuatro asintieron hacia Loyda en forma de saludo.
— Los cite aquí a los cinco por una simple razón. — Dijo Flareon. — De toda la población del templo, ustedes son los únicos que pueden acceder completamente a sus poderes. Por tanto, quiero encomendarles una misión de reconocimiento. ¿Saben lo que los humanos nos hicieron hace muchos años, cierto?
— Nos atacaron, nos traicionaron.
— Dijo Martha.
— Así es, querida, es por eso que nosotros debemos devolverles el golpe. Ellos son una raza fría y traidora, tienen armas, demasiadas, pero nosotros podemos acabar con ellos. Solo harán una misión de reconocimiento rápido para ver qué tan armados están en su mundo ahora, una vez que hayan hecho eso regresaran y haremos una estrategia para acabar con ellos. — Todos asintieron. — Saldrán mañana por la mañana, tengan mucho cuidado.
Flareon se sentó en su trono en señal de que había terminado de hablar. Los cinco se inclinaron y después salieron de ahí.
— ¿Nerviosa, Loyda? —
Preguntó Rosy.
— Algo, no sé si seré capaz de hacer esto.
— Lo harás bien, además, nosotras estaremos ahí para ayudarte. —
Sonrió Martha.
— Y nosotros para protegerlas. —
Dijeron los hombres.Eso tranquilizó un poco a Loyda, pero ella no podía esperar para contarle a Víctor. Ella recorrió el templo un rato, hasta que encontró a Víctor en los bosques entrenando, se acercó en silencio, pues le encantaba verlo entrenar.
— Sé que estás ahí.
— Dijo él.
— Si eso puedes hacer aún sin tus habilidades, ¿Te imaginas como será cuando despiertes tu espíritu?
— Seré muy fuerte, te protegeré de todo.
— Me gustaría que fueras mañana conmigo a la misión.
— ¿Será mañana? —
Se asombró Víctor. Loyda asintió. — Ya veo. — Pensó por un momento. — Loyda, me gustaría que esta noche hiciéramos algo especial.
— Creí que todas las noches hacíamos algo especial.
— Sonrió.
— No, no me refiero a eso. Ponte algo bonito, te veré aquí mismo en cinco horas.

Loyda lo miró extrañada, pero no importaba, confiaba en él. Se alejó de ahí dejando a Víctor solo. Cuando llegó a su habitación se dio un baño y luego pasó el tiempo arreglándose, para cuando se dio cuenta ya habían pasado las cinco horas, y el anochecer había llegado al templo.Salió de su habitación sin hacer ruido y se dirigió al bosque con cautela; al llegar ahí vio la zona donde Víctor entrenaba iluminada por un montón de luciérnagas, era muy hermoso. También estaba ahí la banca en la que ella solía leer y Víctor estaba muy guapo frente a ella. No usaba un traje elegante, pues no tenían acceso a ellos, pero en cambio usaba un pantalón de tela blanco y una camiseta de tela holgada del mismo color, el lugar estaba lleno de flores.
— ¿Qué es todo eso? — Preguntó ella fascinada.
— Tengo algo para ti; estaba pensando en lo mucho que te gusta leer, así que decidí hacer un libro para ti.
— ¿Tu harás un libro? — Preguntó asombrada con una sonrisa de oreja a oreja.
— Si tú me lo permites, claro está.
Loyda seguía sonriendo.
— Por lo pronto solo he escrito un capitulo, espero que con el tiempo pueda escribir más. — Dijo mientras le entregaba una pequeña libreta. Loyda lo recibió algo nerviosa, tomó la libreta y se dispuso a abrirla. En la primera página, justo en el centro, con una letra muy bonita, decía:




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