Esposa de Alquiler

CAPÍTULO 1: ¿POR QUÉ NO YO?

CAPÍTULO 1: ¿POR QUÉ NO YO?

El despertador resuena en mi habitación por segunda vez. Lo desactivo a tientas y me levanto con pesadez. Hoy es un día importante, el día en el que mi padre me nombrará directora general de su compañía. Llevo más de cinco años trabajando en la empresa de mi progenitor. Nunca me he quejado, nací para cumplir este rol y me he preparado para ello. Tomo una hora completa para asearme y alistarme. Escojo un traje a juego que resalta mi tono de piel y tomo mi cartera Hermes.

Antes de salir le doy un breve repaso a mi móvil. Solo hay mensajes de felicitaciones de mis conocidos. Sonrío con suficiencia y me dirijo a la sede principal de la compañía. Mi chofer me espera en la salida de mi edificio, le doy los buenos días y recibo gustosa el café que me tiende. Tengo tantos nervios que no me detuve a desayunar. Celebraré con un gran desayuno mi ascenso, quizá pueda permitirme romper un poco la dieta. Quizás…

El tráfico es pesado, me suda la espalda y cuando veo el imponente edificio que se alza ante nosotros siento que me falta el aire. Aunque he estado aquí muchas veces, hoy es distinto. Hoy es mi día. Tomo aire con lentitud y me obligo a relajarme. «Lo harás bien», me animo. Este tipo de oportunidades no se le presentan a los débiles y no puedo actuar como una cobarde ahora. Mucho menos hoy.

Nos adentramos al estacionamiento y yo me bajo del auto con fingida calma. José, el chofer, me sigue a mis espaldas y tomamos el ascensor que nos llevará hasta el último piso.

—¿Quiere que le compre el desayuno? —pregunta. Además de mi chofer es mi mano derecha. Es quien hace todo tipo de tareas por mí. Podríamos decir que incluso es mi guardaespaldas. Podría contratar a una asistente, pero no confío tanto en nadie como lo hago en él.

—No, desayunaré fuera luego de la reunión. Puedes reservar una mesa en algún sitio de moda. Me apetece conocer una cafetería nueva.

—Entendido.

Llegamos a nuestro destino y yo avanzo con decisión con la cabeza en alto. Saludo a los empleados con un movimiento de cabeza y mantengo el paso hasta la salta de juntas. Hay varios accionistas y mi padre se encuentra en la punta de la mesa. Me sonríe al mirarme y me acerco hasta él para darle un beso.

—Me alegra verte —le digo zalamera y le doy un abrazo suave.

—Y a mí a ti. Hoy cambiarán muchas cosas hija mía.

—Lo sé y me alegra que confíes en mí —respondo por lo bajo para que solo él lo escuche.

—Sobre eso —mira a todos en la habitación —bueno ya te enterarás. Daremos inicio a la reunión —dice en voz alta —como ya saben, hoy diré quién va a ser el nuevo rostro de esta compañía, quién estará al mando entre otras palabras. Antes que nada, he de decir que esta persona es de mi entera confianza y que garantizo que cumplirá el rol a la perfección para así mantenernos en la cúspide de hoteles cinco estrellas, tal como hemos hecho hasta ahora.

Enderezo la espalda cuando escucho uno que otro murmullo.

—Esta persona es mi mano derecha y tiene mi sangre corriendo por sus venas, ¿Quién mejor para guiarnos que un Jones? —continua y yo sonrió. —¿Quién mejor para el cargo que mi hijo Michael?

Mi hermano que está al otro lado de mi padre asiente con la cabeza y yo permanezco helada. Dejo de escuchar el palabrerío sin sentido y reparo en todo mi sacrificio. Estudiar administración de empresas, hacer un master de economía, aprender francés e inglés, trabajar por más de cinco años sin casi tener vida social, resolver cada incidencia en la compañía… ¿Y todo ese tiempo mi hermano qué ha hecho? ¿Ligar con supermodelos y estudiar periodismo? Ni siquiera tiene más de dos años trabajando en la organización, ¿Con 25 años como puede dirigir una compañía? Yo con 27 y toda mi trayectoria estoy obviamente más cualificada.

—¿Por qué? —me escucho decir. Estoy tensa.

—¿Por qué qué hija? —inquiere mi padre como si por primera vez se fijase en mí. Sin embargo, no deja de mantener su expresión relajada.

—¿Por qué no yo? Habíamos hablado de esto antes… Tú, tú me diste tu palabra. Me dijiste que sería yo quien…

Morgan me corta y me hace un movimiento de mano para que me calle. Aunque estoy muy molesta obedezco porque la sola presencia de mi padre es imponente.

—Tras pensarlo con más calma tomé otra decisión Megan, tú deberías entenderlo más que nadie. Además, mantendrás tus mismas funciones en la corporación, serás la mano derecha de tu hermano. ¿Quién mejor que tú para ayudarle?

Niego.

—No tiene sentido, yo estoy más cualificada.

—Este tipo de berrinches se resuelven en casa hija, si estás hormonal agradecería que abandones la reunión.

Escucho a los otros hombres trajeados reírse y mi hermano se une a los mismos.

—Hazle caso a papá hermana, ahora no estamos para tus ataques de niña consentida.

«Si será gili…»

Quiero irme a los golpes, deseo agarrar por la corbata a Michael y borrarle aquella estúpida sonrisa a puñetazos. Pero, soy consciente de mi lugar. En este tipo de situaciones si un hombre se sale de sus cabales es aplaudido, pero cuando se trata de una mujer es tildada de histérica u hormonal. Es acusada de no poder controlar sus emociones.




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