Esposa de mi jefe

Capítulo 6

Oliver llama a las 3 p.m., para darme la dirección del lugar donde nos casaríamos, nunca pensé en tener una boda y tampoco jamás pensé que me casaría con la misma ropa que fui al trabajo. Llego y Oliver está con David en una banca en el despacho jurídico, no sé qué tendrá que ver David, pero luego recuerdo que sin él Oliver no hace nada, entramos al lugar y el abogado está hablando por teléfono, Oliver me da una cajita de terciopelo azul, frunzo el ceño y la abro rápidamente, es el anillo de compromiso, es imposible no abrir los ojos como platos viendo algo así, tiene un diamante rojo en el centro y el oro blanco resplandece, esto debió costar una fortuna, lo pongo en mi dedo anular y una voz bastante rasposa me saca de mis pensamientos.

—Amo las historias de amor, de jóvenes personas que se casan sin pensarlo mucho —expresa el abogado, mientras alista los papeles y nos ubica a ambos frente a él, es lógico que no sabe nada, o es tan sarcástico como yo.

Estoy hecha un manojo de nervios y paso mi peso de un pie a otro, quiero que esto se termine ya, al menos no me pidió casarnos por la iglesia porque eso si hubiese sido incómodo. Yo, con velo y corona, con este traje, suelto una risa y todos me miran con intriga.

—Lo siento —aclaro mi garganta—, es la emoción —el abogado sonríe ampliamente y Oliver me mira con su entrecejo fruncido, me encojo de hombros y procedo a ubicarme en el lugar que el señor bigotudo me indica.

Luego del sermón del abogado, firmo los papeles, parpadeo una y otra vez esperando que esto sea un mal sueño, pero no lo es, definitivamente, es la realidad, y Oliver Anderson, el hombre más rico de Nueva York está firmando papeles junto conmigo (sí, más rico en el otro sentido). Ni siquiera puedo disfrutar este momento como todas las personas cuando, normalmente, se casan. Pone el anillo de matrimonio en mi dedo anular y yo hago

lo mismo con el anillo que le corresponde, miro mi anillo una y otra vez, de oro blanco de 18 k, cubierto de diamantes, con estos dos anillos estoy segura de que ya me compro una casa. Me los quedaré cuando me divorcie, el contrato no dice nada de que los tengo que devolver.

—Y bien, ya puede besar a la novia —el abogado sonríe.

¿Besarme?

Me volteo hacia Oliver y él me mira, rápidamente pone sus labios sobre los míos, y el abogado empieza a aplaudir. Pobre señor engañado.

Llego a casa, Natalie ya está esperándome, me mira y observa mi anillo de matrimonio. ¡Claro! Un día te vas a trabajar y vuelves casada con tu jefe, sip, algo muy normal en la vida de todas.

Comienzo a contarle lo que sucedió, no puedo mentirle, vivimos juntas, así que me siento con ella por media hora a hablar lo que ni siquiera yo puedo digerir.

—¡¡¡¡¡Oh, por Dios!!!!! —salta de emoción del sillón donde está sentada—. ¡Te acabas de casar con Oliver Anderson!

—Natalie, ¿estás entendiendo la historia? Me divorciaré en seis meses, no puedes comentarle a nadie.

—¡Por supuesto que no! Pero vamos chica, qué sabremos que pase después —dice, acercándose a mí y golpeando mi brazo con su codo con una sonrisa pícara, ruedo mis ojos exasperada.

—No, esto es algo así como un negocio, yo soy su esposa y él me paga, oye, necesito tu ayuda para arreglarme para la cena con su familia, por cierto, me dio su tarjeta de crédito ilimitada —salta más de la emoción y suelta un chillido, me va a dejar sorda, tapo mis oídos por instinto con ambas manos, el día siguiente consigo solo trabajar medio día para arreglarme, Oliver me deja faltar al trabajo ese día, ya que David sabe lo que estaba pasando le encargó mis tareas de hoy a Andi, pobre chica. No, la verdad no. Que la torture.

 

s

 

Me doy el gusto por primera vez en mucho tiempo de despertarme a las 10 a.m., me levanto de la cama y me voy directo a la ducha luego de unos cinco minutos, justo a las 12 Natalie llega y nos vamos de compras, odio esta parte.

Me pruebo muchos vestidos, Natalie siempre acostumbra vestir muy sexi, pero no es mi estilo y tampoco creo que sea el estilo que deba vestir la esposa de un hombre millonario, nos decidimos por un vestido negro de un solo hombro, ajustado al cuerpo, un poco arriba de la rodilla, al menos se mira decente.

Visitamos tiendas de zapatos, de joyas, Natalie escoge todo a la perfección, yo ya estoy aturdida, andar de compras no es algo que me guste hacer, ya teniendo todo lo que necesito nos dirigimos al auto cuando Natalie me toma de la mano y a jalones me dirige hacia un lugar, por un momento la sigo desorientada cuando mis ojos enfocan una tienda de lencería exótica. ¡No puede ser!

—¿Qué? ¡Natalie! Es solo una cena —exclamo, casi hiperventilando por esa carrera de una cuadra.

—También necesitas ropa interior que no se note con ese vestido, además, no sabes qué pasará después de esa cena —me guiña un ojo y yo la observo con toda la seriedad que mi rostro ha podido recoger.

—¡Nada! ¡No pasará nada! —en serio que esta chica no se compone.

Natalie sonríe, pero igual se da el gusto de comprarme lencería, espero que Oliver no revise las compras que hemos hecho, qué vergüenza. Para Natalie todo esto es igual como cuando llevas a un niño a Disneylandia por primera vez. Regresamos a casa justo 4 horas antes de que Oliver pasara por mí.

Natalie es perfecta para maquillar, ¿quién necesita salón si tiene a Natalie? Es como tener a un profesional maquillándome y arreglando mi cabello, hace resaltar más el verde de mis ojos y mi cabello, al menos, se ve domando. La lencería que Natalie compró realza mis pechos, esto es demasiado para mí, mientras me miro al espejo con mi entrecejo fruncido escucho el timbre sonar, supongo que Oliver ya ha llegado.

 

 

 




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