Esposa de mi jefe

Capítulo 11

¡Ya era hora! Regresaba a mi apartamento, ya podía conducir mi viejo auto, había dejado en casa de Oliver el Bentley perlado. Ya podía estar en calzones en mi casa si así se me apetecía, ya podía divertirme otra vez y disfrutar de mi soltería, no tan soltería, ya que aún había papeles firmados entre el señor Oliver y yo, era hora de un buen libro y café, pero Natalie como siempre interrumpiéndome para salir un rato, hasta que, por fin, me convenció y me hizo ponerme un vestido blanco suyo, muy ajustado para mi gusto.

Como era de imaginarse, las tales Karen y Lisa van con nosotras. ¡Ah! Ya no quiero ir. Hasta sus voces chillonas me molestan y mucho más como hablan de sus experiencias sexuales con chicos sin censura, creo que esas son cosas privadas.

Comienzo a tomar algunos tragos, no tanto, pero sí bastante como para irme a bailar sola y mover mis caderas al ritmo de salsa latina, nací y crecí en Miami, así que este tipo de música es bastante normal para mí, prefiero bailar sola, es mejor que escuchar las obscenidades de Karen y Lisa o ver a Natalie pasarse saliva con Dereck, a veces me dan ganas de tener un novio, y no tener que bailar sola, me gusta ser independiente, pero a veces es necesario tener a quien besar, abrazar, manosear, mucho más si tiene las nalgas del jefe, río yo sola y ahí es donde me percato de lo que acabo de pensar. ¡Joder! ¿Qué diablos estoy pensando? Ya me está comenzando a afectar el alcohol, ya no tomaré más o terminaré gritando que me gustan las nalgas de Oliver Anderson borracha y tirada en una canaleta.

Me voy a la barra, necesito algo que me ayude a sacar esos pensamientos de mi cabeza, pero sin alcohol; algo como ese tipo que se me está acercando, sus labios se arquean formando una linda sonrisa, lleva un mechón de su cabello castaño hacia atrás.

—Hola —dice, al llegar a mí, toma la banqueta que está a mi lado y se sienta.

—Hola —contesto, esbozando una sonrisa, analizando todos sus movimientos.

—Soy Charles, te vi bailando sola y venía a invitarte a bailar conmigo mientras charlamos —vuelve a sonreír y dos hoyuelos se forman en sus mejillas.

Voy a contestar que sí, cuando unos brazos fuertes me toman por la cintura y siento unos labios postrarse en mi mejilla. ¿Qué mier...? Voy a golpear al tipo este, cuando me volteo observo que es... ¡Oliver! Oliver ve al sujeto que lleva el nombre de Charles con un gesto de seriedad en su rostro, él sonríe un poco incómodo y rasca la parte trasera de su cabeza.

—Bueno, se... Será en otra ocasión —balbucea, a paso rápido se aleja de nosotros.

Miro a Oliver atónita y él mira a Charles alejarse. Me suelto de su agarre en mi cintura, mi rostro debe ser un poema en estos instantes, si no fuera mi jefe juro que lo arrastro hasta el callejón de afuera y lo agarro a golpes.

—¿Qué diablos acabas de hacer? —pregunto furiosa, él simplemente ríe mientras lo observo rodearme para sentarse en la banqueta que el tipo había tomado.

—Solo te estoy salvando de un tipo que solo quiere sexo contigo —contesta con una sonrisa triunfante en su rostro.

—¿Y qué? —enarco una ceja—. Arruinaste mi oportunidad de tener sexo.

Volteo mi mirada a la bebida que me habían servido, vuelvo mi mirada a él para observarlo mejor y es que sin esos típicos trajes empresariales se ve mucho más guapo.

—Intentaré olvidar ese comentario —contesta con una pequeña sonrisa, mientras se quita su cazadora de cuero negro, dejando solo su polera blanca interior que se ajusta perfectamente a todos sus músculos, y a mí como que se me va la vista.

—¿Y qué hace el gran señor Anderson en una discoteca que no sirve caviar, ni champagne o vino del fino? —me mofo.

—Prefiero que me llames Oliver —contesta, tomando un trago que le ha servido el bartender, le hace una seña que sirva otro y supongo que es para mí—, y vengo acá porque aquí vienen chicas guapas —agrega—. David ya se encontró una, pero yo no puedo ligarme a nadie si mi esposa está presente.

Esposa, esa es la palabra más extraña que mi cerebro logra reconocer.

—¿Puedo preguntarte algo? —miro a Oliver intrigada, él clava sus ojos en mí y enarca una ceja.

—Depende, ¿es algo privado? Porque no me gusta dar detalles de mi vida privada —contesta, reposando sus codos sobre la barra, pero sin despegar su mirada de la mía.

—¿Cuántas tienes? Novias, mujeres, amantes, como sea que las llames —Oliver ríe ante mi pregunta y voltea todo su torso hacia mí quedando frente a frente.

—Yo no tengo novias o mujeres o amantes o lo que sea —su mirada es intimidante, pero nunca me voy a permitir bajarla frente a él, así que mantengo el contacto visual.

—¿Qué? ¡No lo creo! —y sí, no lo creo, es Oliver Anderson.

—Para llamar a alguien una de esas cosas tendría que tener más de un encuentro con ellas, y yo no me acuesto con la misma mujer dos veces —vuelve a enarcar una ceja, voy a admitir que eso me ha causado gracia y sé que lo ha notado por mis sonoras risas que hasta a él hacen carcajearse—. ¿Qué? Yo hablo en serio, Alexandra.

—Eso es porque ninguna te lo ha sabido hacer —bromeo, y ahí me percato, espero que no me malinterprete, creo que sí lo malinterpretó por ese gesto de diversión que su rostro produjo.

El alcohol ya estaba haciendo que me riera por todo. Él también ríe, vaya, vaya, me estoy llevando bien con Satanás, por el momento, espero que esto no termine en otro lado, mejor ya no sigo tomando. Mi celular suena y lo saco de mi bolso.

 

Natalie

Cariño, no quiero interrumpir tu charla con el señor Anderson, pero me iré a casa de Dereck, ¿te llevo a casa?.

 

Vuelvo a ver a Natalie que está por irse, habíamos venido en su auto, Oliver «Chismoso» Anderson logró leer mi mensaje desde donde estaba.

—Dile que yo te llevaré a casa —dice, observando mi teléfono celular.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.