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Sangre derramada.
Ante la luna roja.
Me entregaste tu sangre y yo te entregué mi poder. Las luces doradas que hacen brillar este infinito camino, anuncian el nacimiento de una nueva pareja.
Y una nueva oportunidad de vivir, para ambos.
Mira este nuevo mundo en que ya eres parte.
Mientras tanto.
Sólo espérame, vendré por ti.
Mi esposa.
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Personas que van y vienen en direcciones opuestas, cada uno con sus propias preocupaciones y metidas en sus propios pensamientos.
En una zona tan transitada, cualquier cosa puede pasar. Como un ladrón vigilar a su próxima víctima, yendo sigilosamente a cometer su fechoría ¿Hoy será su día de suerte? ¿Oh, hará algo más que completar su cometido?
Tal vez, puede que su accionar. Ocasione el principio de esta historia. Y el reencuentro de dos opuestos.
—¡Mi billetera! ¡Policía! ¡Ayúdenme en vez de mirar!– señaló la adulta mujer muy indignada, a las personas que la veían.
—¿Qué podemos hacer?
¿Y si ese ladrón tiene un arma? Mejor vaya usted sacándose sus tacos –murmuraban sin la intención de ayudarla.
—Mocoso malcriado, me voy a sacar los tacos, pero para golpearte. –Se sacó uno de ellos, con toda la intención de golpearle al chico grosero.
Todo el mundo se miraban entre si, hasta que alguien se acercó a la preocupada mujer parándose frente suyo.
—Señora, dígame en qué dirección se fue.
—Ah... Se...
¡Se metió en ese callejón! –Señaló nerviosa con el taco en la mano.
—Espéreme aquí.
Una persona joven vistiendo una capucha negra y pantalones sueltos, rápidamente fue al alcance de aquel ladrón. Todos los presentes se quedaron sorprendidos por la agilidad de aquel extraño joven.
—¿Y ese joven? ¿De dónde salió?
—¿Se cree un superhéroe? –Rio uno de ellos.
—¿Señora, qué le pasa?– preguntó con extrañes a la mujer, ya que ella miraba fijamente y sin pestañear en donde se fue su salvador.
—Ese jovencito, ¡es tan guapo!- decía maravillada con el taco en el rostro, olvidándose del robo.– Si tan sólo tuviera veinte años menos...
—¿Es en serio?...
Mientras tanto aquel joven con una gran velocidad, alcanzó al malhechor acorralándolo en un callejón sin salida.
—¡Maldito mocoso! ¡Si no me dejas en paz, usaré mi arma!
—¿En serio? Entonces deberías cuidar tu peligroso juguete.–En un pestañeo le había quitado su arma alejándose de él, para luego apuntarlo con su propia arma.
—¡Dispara si te atreves!– Enojado, por no dejarle ir, trataba desafiarle mirándole con desprecio a los ojos.
—¿Crees que no lo haré? –Se acercó a él, poniéndolo aún más nervioso, hasta finalmente estar muy cerca del malhechor.
—¡Ha! Ni siquiera está cargada.
¿Crees que me harás daño? ¡Mocoso afeminado!
—Tú solo sabes si está cargado, si disparo ahora, ¿me pregunto qué pasará?–Acercó el arma a su pecho y es ahí en que se esfumó toda la valentía que le quedaba.
—¡No por favor! ¡Toma! –Tiró lejos la billetera. —¡Ahí lo tienes! Ahora déjame en paz. –Temblaba, ya que sabía que aquella arma, sí estaba cargada.
—¿Crees que soy idiota?
Para no saber que guardaste el dinero. –Lo tomó de su polo blanco rasgado y de un golpe lo dejó inconsciente, sacó el dinero de su bolsillo y cargó en su hombro al pesado sujeto. Al correr para llevarlo a la policía, se chocó con un hombre alto de terno elegante que pasaba justo por esa calle. Su cabello negro lacio, su rostro pálido y sus ojos verdes como el de un felino. Llamaban notoriamente la atención.
Los dos se miraron fijamente por unos segundos. Pero un malentendido, hizo que aquel hombre de aspecto joven, confundiera la situación.
Sobre todo si ve al joven sostener un arma y un hombre inconsciente encima.
—¡Espera! ¿Qué le has hecho a ese hombre? ¿Estás secuestrándolo?
—No me molestes, por favor. Tengo que irme. –Aumentó su velocidad, pero aquel hombre también lo seguía pensando que era secuestro.
—¡Detente! –Lo acorraló abriendo sus brazos para que no avanzara.
Pero esto solo provocó que aquel misterioso joven, con la mano que llevaba libre, lo quitara de su camino. Solo que con el pequeño detalle, que la acción tumbó con demasiada fuerza a aquel hombre y él se sorprendió por su gran fuerza. A pesar de que fue solo un empujón.
Poco después, la policía llegó y esposó al malhechor. La mujer agradeció al joven, que incluso no quiso despegarse de él. Hasta que recibió una llamada y se fue triste dejándole como regalo una bolsa de frutas.
—Ah...creo que me excedí – suspiró estirando sus brazos con la bolsa de frutas. Pero cuando disponía irse, oyó de repente una voz detrás suyo.
—Oye, ¿no crees que alguien también salió herido?
—¿Eh? –Volteó hacia aquella voz. —Tú eres...
—Realmente pensé que eras un secuestrador. Error mío. Pero por lo menos discúlpate conmigo. –Lo agarró de su polera negra y miró su rostro con cierto enojo. Dándose cuenta lo atractivo que era. —Vaya, tienes un buen rostro, pareces una mujer. Pero tu fuerza dice lo contrario.
—¿En serio? Toma esta bolsa de frutas como disculpa. –Le dio la bolsa entera, separándose de él.—Y una cosa más. –Se sacó su capucha negra, mostrando el rostro de un joven hermoso de cabello marrón corto.
—Realmente pareces una mujer... –Miró confundido.
—Soy una mujer, idiota. –Volteó para irse.
—¿Qué? ¿Eh? –Su rostro se tornó sorprendido y su mente comenzó a procesar lo ocurrido.