‹Lena›
Tan sólo tenía cinco años, cuando vi a mi padre transformarse en un hombre lobo.
Mi rostro reflejó terror y sorpresa, no comprendía lo que apreciaba y el porqué mi madre trataba de calmarme ante mis fuertes llantos. Tal vez aquella vez, mi padre detestó por primera vez su verdadera naturaleza.
Cuando crecí, mis padres me contaron como fue en que se conocieron. Mi madre era una oficinista y vivía en el campo junto a mis abuelos, tardaba mucho en ir y regresar a casa, todos los días. Un día ella casi fue embestida por un camión que se descarriló en la gastada pista, pero mi padre la salvó. Saltando hacia ella con total rapidez, mostrando partes de su cuerpo en forma animal. La primera impresión de mi madre hacia él, no fue necesariamente lo esperado por mi padre. Tal como él me lo cuenta entre risas.
—¡No puede ser! ¡Estás sangrando!–mi joven madre trató de parar el sangrado de su brazo, limpiándolo con su casaca— Lo siento tanto, de verdad lo siento. No puedo creer que un ser divino de la montaña, me halla salvado. Lo siento tanto.– repitió esto mi madre una y otra vez, como si le hubiera hecho algo malo a un ser que ella consideraba divino.
—Primero preocúpate por ti, tu pierna está sangrado. No creas que siempre te salvará alguien como yo, humana despreocupada.
A pesar de lo nada gentil que era mi padre en aquella época, mi madre iba a aquél lugar en donde él vivía para disculparse en un principio, pero luego fue poco a poco comprendiendo a mi padre y su naturaleza. Hasta que finalmente ambos quedaron enamorados mutuamente, mi madre era muy gentil y amable, aunque muchas veces incrédula. Mi padre no dudó en jurar en cuidarla a pesar de lo peligroso que sería estar él cerca de ella.
Cuando mis abuelos murieron, mis padres se mudaron a la ciudad. Luego de siete años nací yo, heredando la naturaleza de mi padre y la apariencia de mi madre. Fue una época muy difícil, ocultar lo que era, era tan difícil como ocultar una quemadura del rostro. Tenía miedo de que en algún momento me transformarse como mi padre frente a mis amigos. Pero aquel miedo disminuyó, cuando me di cuenta que podría ser más humana que una licántropo.
Tal vez fui muy ingenua en pensar aquello. No pensé en a la edad de los quince años, todo comenzaría a cambiar.
—Lena, ¿tus padres te dieron permiso?– Rose, mi mejor amiga en aquella época, me había invitado a su fiesta de cumpleaños. Yo con el temor de que no me dieran permiso, me escapé de casa y fui a la suya.— ¡Claro! Si no me hubieran dado permiso, no estaría acá. Vamos, déjame pasar.
—Esta bien, pero no quiero problemas con tus padres. Se me hace muy extraño el que te hayan dado permiso.
—Los permisos van y vienen, esta gran fiesta será una vez en tu vida. Por ningún motivo me la iba a perder ¡Además con tanto chicos lindos de invitados! Será una gran fiesta..., ¿ahí está Efraín?
—¿Podrías ser menos evidente que viniste por Efraín?
—Mitad y mitad. En realidad viene por las dos cosas. Este año si voy a tener un nuevo novio. Dejaré atrás a ese idiota que me engañó.
—Tan osada como siempre, amiga.
—¡No perdamos el tiempo aquí! ¡La cumpleañera debe estar dentro!—Entre empujones entré a la fiesta que duró horas, Rose era muy adinerada y su fiesta de quince años fue realmente grande.
Ir a aquella fiesta, fue la peor decisión que tomé y la cual me lamentaría de por vida.
(***)
Después de seis horas de disfrute pude quedar a solas con Efraín, un compañero de mi edad y clase. Era muy lindo y amable, quedé embelesada con él, que no me importó olvidarme de mi exnovio con rapidez. A los recuerdos inútiles se olvidan rápido, esa era mi frase.
—Dime, ¿puedo tener una oportunidad? Yo estoy enterada que solito estás, así que no me digas que tienes novia.
—No pensaba responderte así, es más, estaba le pensando de que eres muy atractiva.
—¿Enserio lo crees? No tengo el pelo liso como las chicas que saliste.
—Tu pelo rizado te hace ver muy atractiva y encantadora.
—Aquí el encantador es otro.– acercándome a su rostro quedamos mirándonos uno al otro. Era un momento muy romántico que fue interrumpido por un ladrón, quien intentó robar el dinero de Efraín ante nuestro descuido.
—¡Ey! Quédate ahí– Efraín agarró el brazo del ladrón con fuerza, lo cual le irritó por no soltarlo. El sujeto no dudó en apuntarlo con una filuda daga. Lo cual yo espantada traté de detener a Efraín.
—¡Por favor suéltalo! ¡Te hará daño!– lo jale con fuerza pero él no me hizo caso, como consecuencia el ladrón trató de atravesarle la daga en su estómago, pero lo jale a tiempo hacia atrás para que no saliera herido, poniéndome yo adelante.
—¡Déjalo idiota! ¡Métete conmigo!
—¡Ya me hartaron los dos!– el ladrón no dudó en sacar su pistola que guardaba en el bolsillo derecho, el cual apuntó a Efraín.— Ahora van entender, ¡qué es obedecer a sus mayores!
—¡¡Corre Lena!!
Verme acorralada de esa manera, fue suficiente para despertar mi instinto de supervivencia.
—¡DÉJALO!–grité en un fuerte rugido, mis manos y pies se fueron transformando en partes de una bestia, incluso mi rostro. Nunca olvidaré la mirada de terror de Efraín al verme convertirme en una licántropo.
—¡Maldito monstruo!– aquel ladrón me disparó dos veces antes de huir, pero debido a mi anormal agilidad lo esquivé, estaba en shock, pero el chico que amaba estaba en un peor estado. Fue inútil en ese momento, razonar con él.
—T-te puedo explicar...¡No te vayas, por favor! ¡Volveré a la normalidad!– hablé con desesperación, casi al borde del llanto.
Él simplemente huyó.
Ahí fue cuando me di cuenta, que era un un verdadero monstruo, y probablemente yo reaccionaria de igual forma, si hubiera estado en su lugar.
Lo único que pude hacer, era refugiarme en el único lugar en que me comprenderían, que no me vería como algo anormal. Fui transformándome poco a poco en mi apariencia humana mientras corría a toda velocidad, hasta finalmente llegar agotada a la puerta de mi casa, cuando agarré la manija de mi puerta con temor.