Esposa de un vampiro (eduv)

-A2- Capítulo 23 Reencuentro del pasado [2/2]

En un lugar diferente a la ciudad, en donde la naturaleza predominaba. Akalia. Era un hermoso lugar turístico y un buen lugar en donde Emilia podía pasar sus últimas semanas de embarazo.

Todo estaba listo y programado, en aquel lugar más tradicional que moderno, no había casi hospitales, pero Dante iba llevar a su esposa al pueblo más cercano donde yacía un buen hospital, cinco días antes de lo programado para que nazca su hija, Rocío.

El pequeño Adel de ocho años, tan sólo esperaba ver a su hermana. Podría que a otros niños les encantaran ser hijos únicos cuando aún son pequeños, pero él se sentía solo, siempre deseó una hermana a quien cuidar y con su madre esperando una niña, él no podría estar más entusiasmado por su llegada.

—Mamá, ¿aún falta mucho?

Adel se encontraba recostado cerca de su madre, con una mirada fija a su gran barriga.

—Sí, tu hermana nacerá muy pronto. Seguramente heredará mi carácter, ¡patea mucho!- riendo, acarició su gran panza con cuidado.

—Nuestra hija desde luego heredará nuestro talento.- Dante aplaudió con entusiasmo.

—Papá, ¿no será muy peligroso? 
Mi hermanita será lastimada, yo quiero protegerla.

—En el mundo profesional de luchadores, querido hijo. Hay veces que hay que esforzarse para ser lo mejores, muy pronto me retiraré y tú madre y yo quisiéramos un sucesor.

—Yo no quiero, no me gusta el dolor.- se quejó apenado.

—No te podemos obligar, pero hijo, yo sé que algún día verás a los luchadores de otra forma.- acomodó algunas cajas que estaban por guardar.

—Sí, pero no quiero.

—Es terco como yo.- suspiró Emilia al ver a su hijo con el entrecejo arrugado y los brazos cruzados.

—Y el mal genio se parece a mí, definitivamente es nuestro hijo.- rio también.

Cuando las horas pasaron y llegó la fría noche, Emilia se sentía muy cansada mientras reposaba en su cama, salió de su cuarto con cuidado por un vaso de agua. Pero su cuerpo cada vez se sentía extraño y frio. Al sentir incomodidad en su vientre su rostro se puso pálido y comenzaron a darles unos dolores terribles en su vientre. Sus piernas no soportaron más y cayó al piso adolorida.

—No, no puede ser. Aún falta mucho, Dante...¡Dante! ¡Ayúdame!

Emilia trató de levantarse con cuidado, pero los dolores eran demasiado para soportarlo, segundos después su esposo apareció ante ella con un rostro de sorpresa al verla en ese estado. El pequeño Adel también se levantó de su cama asustado por los gritos de su madre, quien ya se encontraba siendo cargada por Dante.

—¿Qué haremos? Aquí no hay nadie, el pueblo está a cinco horas de aquí y el autobús no llega hasta mañana.- la desesperación de Emilia cada vez crecía.

—Emilia por favor respira, yo hace unos días escuché de una partera que vivía por esta zona. Las pocas personas que viven aquí acudían a ella.- miró a su hijo apenado.—Escúchame Adel, tu mamá y yo saldremos, no podemos llevarte sería muy peligroso, cierra todo con llave y no le abras a nadie. Yo gritaré cuando regresemos, prométeme que lo harás.

—¿Mi hermana nacerá? ¡Mamá está sufriendo!

—¡Adel prométeme que me harás caso!

El pequeño Adel tan sólo asintió, al ver la desesperación de su padre.

Dante caminó con rapidez toda la zona durante minutos, no le importó que sus brazos se cansaran por sostener a su pesada esposa, Incluso ella estaba soportando el gran dolor en su vientre. Hasta que la desesperación de Emilia pudo más, al sentir que líquido emanaba y se derramaba de sus piernas.

—Está drenando el líquido, la fuente ya se rompió ¡Mi hija morirá asfixiada si no nace! Todo es mi culpa, yo quise venir a este lugar.- en medio del llanto Emilia se aferró al cuerpo de Dante.

—Encontraremos a esa partera a como de lugar ¡La encontraré!

Después de tanto recorrer nuevos caminos, Dante finalmente encontró una pequeña cabaña, donde fuera de ella se encontraba una mujer anciana. Desesperado fue hacia ella gritando por ayuda, la mujer volteó alertada por lo gritos y fue hacia ellos con confusión.

—¡Mi esposa ya perdió líquido! Ayúdala se lo suplico ¡Mi hija, está muriendo! ¡Y mi esposa también!

—Entra rápido, no sé cómo sabías quien era. Pero fue una fortuna que me encontraras.

Afortunadamente aquella mujer era la partera que tanto buscó, con telas y agua puestas de improviso. Revisó a Emilia con rapidez, ya todo el líquido amniótico había drenado y el bebé ya se notaba su cabeza fuera. Luego de largos minutos la anciana pudo sustraer a la bebé de Emilia.

Pero era realmente tarde, la bebé no sólo había tragado el líquido. El cordón umbilical se había enredado en su cuello, asfixiándola desde dentro. La única manera en que se hubiese salvado, era a través de una cesárea de emergencia y llegando a tiempo al hospital.

Cuando Dante vio el cuerpo de su hija sin vida, no pudo aguantar el dolor y gritó para desfogar su ira, en medio de lágrimas.

Emilia, poco después de despertar al estar inconsciente, miró desesperada por todos lados. Encontrando a su esposo al lado suyo, cuando ella preguntó por su hija, Dante hizo una de las cosas más dolorosas que pudo afrontar, decirle a su esposa que su hija había muerto. Aún con el shock por aquellas palabras, Emilia se levantó en busca de su hija sin importarle el dolor, finalmente la anciana le mostró a la bebé que yacía envuelta en telas.

El dolor por su pérdida y por no aceptar ver a su hija sin vida, llevó a Emilia a enloquecer por un momento, gritando y tirando todo a su alrededor, hasta que finalmente se rindió, llorando con impotencia. Repitiendo que fue su culpa.




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