El olor a tierra guardada y óxido se sentía en medio de la oscuridad, al fondo de una habitación, estaba un hombre encadenado, gastado por los años. Sucio, sin fuerzas y sin esperanzas.
—¿Ya es de noche?
—Sí.– Se inclinó hacia él agarrando las rejas de metal.
Tras el breve silencio, el hombre dentro de aquella cárcel habló con una voz apagada.
—Hoy, será el último día en que podrás verme. Hermano.
Aquella respuesta alteró al visitante, negó con su cabeza y apretó sus dientes con frustración.
—¡No, te sacaré de aquí!
—Has intentado aquello incontables veces, nuestros padres sólo te castigarán más.
—No me importa.–Contestó de inmediato.
—Hermano, aunque suplique por mi vida. Para ellos sólo soy un bastardo híbrido. Sólo un objeto que te volverá más fuerte.
—Eres el único en el que confío, no tengo a nadie. Sólo ellos me quieren utilizar, ¡ser un maldito títere de mi familia! Te tuvieron encerrado por décadas y ahora quieren deshacerse de ti ¡Te tengo que sacar de aquí!– Golpeó el metal oxidado.
—Sabes que no podrás salvarme. Padre es fuerte, si vas en su contra, no sé qué te podrían hacer ahora.–Sacó su mano áspera y herida fuera de la reja de metal, tocando la mano del que lo quería salvar.—Me alegra saber, que me consideras tu hermano. Steven.
—No hay tiempo, ellos ya están aquí.
Aquel hombre desapareció poco a poco en la oscuridad y Steven sólo llamaba desesperado a él.
—Hermano, ¡hermano!
Los ojos de Steven se abrieron junto a su respiración agitada. Sudaba frío y su cabeza dolía. Un recuerdo que no podía olvidar, menos si fue aquello que inició su tragedia. Levantó medio cuerpo de su cama, con ojos inexpresivos y con la mirada perdida. Poco a poco su mente sedió a la realidad en que estaba ahora.
—En ese tiempo, era realmente joven.–Tapó sus ojos con su mano derecha.—Tan joven e inútil.–Rechinó sus dientes con tal fuerza que un hilo de sangre goteó de su boca.— Esta vez, nadie morirá ante mis ojos, nadie.
(***)
La noche para Louise también se presentó, en medio del sudor despertó con el corazón agitado, rechinando la cama por el brusco movimiento. Esto despertó a Fany y Dana, quienes prendieron la luz de inmediato para ver lo que acontecía.
—¿Louise qué te pasa? Tu cuerpo está temblando.–Dana de inmediato ser acercó a ella tocando sus hombros.—¿Louise, me escuchas?
—Pareciera haber tenido una pesadilla.–Intervino Fany.
—Eso fue, una pesadilla.–Contestó por fin Louise mirándolas.—Gracias por preocuparse, vayan a dormir, yo estaré bien. Mañana nos espera un día agotador.
—¿Segura?
—Sí, estaré bien.
Haciéndole caso, ambas se recostaron nuevamente en sus camas, ellas tampoco no podían dormir por estar en un lugar diferente de su hogar, sin embargo, trataron de pegar los ojos para dormir bien toda la noche.
Louise se limpió el sudor de su frente con su mano y dio una largo suspiro. Sabía que aquella visión que tuvo era a causa del ojiverde. Tan doloroso, que ni ella pudo soportar sentirlo. Miró hacia la ventana que reflejaba el cielo estrellado y respiró más tranquila para transmitir aquello a él.
—Steven.
Cuando un lazo de alma se hacía, ambas almas se transmitían todo los sentimientos de dolor, alegría, ira, tristeza, soledad, cuantas emociones tuvieran. Sin embargo, aquella conexión se hacía más fuerte cuando ambas almas eran correspondidas mutuamente. Cuando sucedía aquello, no importa cual lejos estuvieran, ambos se transmitían aquellas sensaciones con la misma intensidad en que sentían. Aún más, si son dos almas destinadas.
Cuando la mañana alumbró la gran ventana, todas despertaron con un rostro agotado, no había cuando tomar un respiro, cuando es la instructora quien con su voz gruesa llamó a todas por el altavoz a que se despierten. No hacia falta una alarma, para tal voz chillona que servía de despertador.
—¡Ruidoso!– Fany se tapó los oídos, con la almohada blanca que hace poco la utilizaba para recostar su cabeza.
—Si me hubieran despertado así antes en mi casa, casi nunca hubiera llegado tarde a clases.–Suspiró Dana con pesadez.
—Ya son las seis de la mañana, para ellos levantarse temprano es la cinco de la mañana. Es porque somos aún novatas, que aún tenemos ciertos beneficios. Eso es algo bueno.– Louise se levantó de su cama para dirigirse al baño.
—Es verdad, yo también oí aquello.– Afirmó Dana.
—Y yo que amo dormir, ni modo tenemos que ser valientes y hacer ese sacrificio.
—No lo hagas sonar esto como algo trágico, exagerada.–Dana se dirigió hacia el ropero para alistar su nuevo uniforme azul con manchas negras.
—No digas nada Dana, que tú también te quedabas dormida en la secundaria.
—No te lo niego.
—Además porqué no es rosado el uniforme, es muy masculino el color. Aunque viéndolo bien no es tan feo.–Posó su mano en su mentón.
—¿Será que es la Escuela de Oficiales en donde estamos?, aquí no hay forma de que seamos "femeninas", es ropa para las novatas. Si seguimos a Louise hasta aquí, no hay que decepcionarla con nuestro desempeño.–Tosió con brevedad.—Añadiendo que yo fui arrastrada aquí, ¡tú deberías ser la más empeñosa!
—En eso te doy la razón. Ni modo, tenemos que apurarnos a salir.
El cuarto el que compartían tenía dos baños y tres camas. Era muy cómodo, digno de una escuela de tal renombre. Luego de la ardua pelea de quien se bañaba primera entre Dana y Fany. Louise se apuró en bañarse para cederles la ducha.
Las tres amigas no fueron las últimas en llegar a la gran fila en donde sus compañeras, ya formaban fuera. Pero el oficial encargado de las clases de entrenamiento, les llamó la atención por la demora. Más al grupo que llegaron últimas.