•ARCO CUATRO•
En los corazones humanos, hay casos que los lazos entre padres e hijos es irrompible. Aunque uno de ellos se alejen, no habrá manera que no lo puedan reconocer aún de una o varias décadas después.
Con el sonido de las gotas de la lluvia caer sobre el paraguas, aquella puerta que fue abierta se mantenía así, mientras las personas dentro veían pasmadas a una sola persona.
La primera persona en desmoronarse en lágrimas fue la madre de Louise. No importa cuánto ha cambiado su hija de sangre, su instinto como madre la reconoció de inmediato.
Rocío también estaba confundida, habiendo vivido toda su vida con la ninfa que le devolvió la vida. Sólo conoció brevemente de sus antecedentes como humana. Pero viendo a una mujer llorar por ella, sus ojos de repente se nublaron con lágrimas al notar a quién realmente veía.
Louise no había mencionado a quienes visitarían. Su reencuentro fue una sorpresa y regalo para Rocío.
—Madre, padre y hermano. Su verdadera hija. A vuelto.
Soltó esas palabras con nostalgia, señalando a Rocío. La Dríada sabía que algún día vería a sus verdaderos padres, pero nunca pensó que tan gratificante e impactante sería.
El abrazo grupal hacia Rocío, hizo que su corazón se llenara de una paz única. Ya dentro de la casa, todos estaban plagados de dudas y preguntas por ella. En ese momento ni el mismo Adel podía creer que tenía otra hermana menor, estaba demasiado feliz.
—Ella, ¿te trató bien?– Emilia empleó un tono preocupado.
—La ninfa Athla me crio como una madre. Estuve en buenas manos.
—Mi hermana menor es muy educada. Por supuesto que tuvo una buena educación, madre. Yo...–Se señaló Adel.—¿Puedo ser tu hermano mayor?
Rocío asintió.
—Por supuesto, eres mi hermano mayor.– Sonrió gentilmente.
—¡Eso es genial! Tengo dos hermanas menores.– Adel miró también a Louise, que estaba sentada al lado de Rocío y ella asintió.
Dante habló melancólico.
— La ninfa Athla, estoy agradecido con ella. Aún después de tantos años, siempre quise que su promesa se hiciera realidad, eres idéntica a Emilia ¿Cómo podría dudar que eres mi hija?
—Yo no creí que los vería pronto, tenía algo de miedo, ya que soy mitad humana.
Los rostros de Dante, Emilia y Adel fue una total odisea con esta afirmación, pero lo aceptaron de inmediato.
—Ahora, me siento feliz con saber que soy aceptada por ustedes. Gracias.
—¡No nos agradezca! Eres nuestra hija también.– Emilia expresó con conmoción.
—Tenemos que celebrar.– Dante se paró de su sillón.— Por nuestras dos hijas.
—Sí, esperen prepararé algo. Tu hermano mayor sabe cocinar.– Se alardeó Adel yendo a la cocina.
Louise suspiró con buen ánimo al ver a su familia tan feliz.
Era una tarde lluviosa, pero se sentía muy cálida. Una tarde perfecta de la familia Sáenz.
(***)
En medio de un callejón vacío, Louise tomaba un atajo para llegar al restaurante de Steven.
Cuando su pie derecho dio un paso más, su cuerpo se alertó de inmediato por una presencia conocida, volteando su rostro en ese instante hacia aquella figura.
Con la mano sobre el borde de su sombrero, escondía aquel ser su rostro, sólo una sonrisa sarcástica se pudo notar de su boca y unos afilados dientes que contrastaron con la oscuridad.
—Mi bella mariposa, nos vemos después de mucho tiempo.–Su voz sonó tétrica.
Louise sintió como su sangre hervía de enojo, recordando cuánto sufrimiento pasó su clan y Steven por él. Y también Lena, quien aunque su rostro mostrara serenidad, dentro de ella aún se aferraba por venganza.
Ella estaba a poco de atacarlo.
Pero antes de que ella moviera un sólo músculo de su boca, aquel ser desapareció en la oscuridad, tal como apareció.
Pronunció con frialdad su nombre.
—Kendran.
Ya dos meses habían pasado desde que Louise descubrió todo de Steven y por fin veía la razón de venganza de su madre. Pero, ese ser que la desafío, no podía olvidarlo. Ese alguien, incluso la hizo temblar de miedo, como ningún otro ser la había hecho sentir de esa manera.
Ese día de cortas vacaciones, Louise fue a visitar a sus amigos y a Steven al pintoresco restaurante. Por supuesto que todos sabían que iba a llegar Louise ahí, es por eso que estaban desesperados en sacar un póster gigante que estaba pegado en una de las paredes. Sin embargo, el vampiro lo impedía con todo su cuerpo.
Cuando Louise vio la escena, se quedó muy pasmada, con la boca abierta. Pero no por la situación en que se encontraban, sino por lo que trataban de sacar desesperados.
Porque lo que vio ahí a medio despegar, fue una foto suya gigante sacada de su entrenamiento militar, en cuerpo entero.
—¿Qué?...
A penas Louise habló, Steven se alertó y caminó directo a Louise sin dudarlo. Tomando de sus manos, exclamó como un cachorro emocionado.
—¡Esposa! Te estábamos esperando.
—Para idiota no se estudia...– Murmuró Zen comiendo unas galletas.
—¡Zen ten cuidado con tus palabras!– Advirtió Elián.
—Se ha vuelto diez veces peor de lo que era antes, señorita Louise, por favor rechácelo de nuevo.– Drake habló con sinceridad.
—Si dices algo más, nuestro chef va llorar si Louise te hace caso.– Lena suspiró.
A Louise no le quedó de otra que reír por la situación y esperar la explicación de Steven.
—¡Drake no seas malvado! Estoy conmemorando el día en que Louise me aceptó como su esposo. Fue un día como hoy. ¡Cumplimos dos meses!
—¿Qué opinas de todo esto August?– Preguntó Lena. Al verlo tranquilo ver la escena.
—El señor Steven muestra su cariño con acciones. Joven Louise, me alegro de que lo haya aceptado tal como es.
—Gracias por tus buenos deseos August.– Habló Louise en tono formal y familiar.