Esposa de un vampiro (eduv)

-A4- Capítulo 50 Mi convicción a la vida

Su cuerpo entero se entumeció por el ambiente frío, la licántropo abrió los ojos con confusión, parándose de donde estaba y dirigiendo su cuerpo hacia dos pasos adelante. Al levantar la mirada, se dio con la sorpresa que la casa en donde vivió en su juventud. Estaba frente suyo, una vez más.
Su mirada llena de impacto, hizo que su cuerpo se paralizara y sudara frío.

De repente una voz femenina que nunca podría olvidar, la llamó desde dentro. Una hermosa y reconfortante voz.

—¿Hija? Hija entra, la cena está lista. Hice tu platillo favorito. Tu padre también está dentro esperándote.

Olvidándose de los recuerdos malos por un instante, Lena sintió como si aquello fuera un sueño perfecto. Una dulce ilusión. Quería creer que todo lo que vivió fue un sueño, su más anhelado deseo estaba frente a sus ojos. Ver a sus padres vivos una vez más.

Pudiendo caminar, fueron sus esperanzas quien la hizo avanzar. Paso por paso, aquella puerta abierta le daba la bienvenida. Respiró hondo y entró, con el anhelo de ver una sola cosa.

Frente a su sala estaban dos figuras nostálgicas. Su padre y su madre vivos y felices al estar cerca, como siempre los vio. Sobre la mesa reposaba la cena lista para ser disfrutada entre los tres. En los ojos de Lena se desbordaron lágrimas de felicidad, respiró hondo una vez más y en medio de sus lágrimas. No pudo aguantar más y desfogó todo lo guardado que tenía en su corazón.

—Lo siento ¡Lo siento! Yo nunca debí separarme de ustedes. Para mi ustedes lo son todo. Por favor no desaparezcan. Quiero verlos por mucho tiempo más, por muchos años. Aún tengo mucho por decirles, aún tengo mucho por mostrarles. Quiero tener más recuerdos con ustedes. Padres, los amo ¡Los amo mucho!

(***)

El olor que se mezclaba en el ambiente era fresca y aromática.
Louise se dio cuenta de que estaba en un bosque cuando miró alrededor suyo, hasta que vio una silueta femenina de espalda.
Ella no dudó en preguntar.

—¿Quién eres?

—Louise, ¿no reconoces a tu propia madre?

Los ojos de Louise lucieron sorprendidos.

—¿Dalia?

—Hija. No te asustes.–Detrás de ella, la figura de su padre estaba frente suyo.

La sensación que tenía en ese momento era extraña, confusa. Sabía que era una situación imposible, pero verlos e interactuar con ellos. Nunca pensó que sucedería algún día.

Dalia se acercó a Louise y explicó de forma calmada.

—Mi alma y la de tu padre, quedaron atrapados en este lugar.
Ese bastardo. Nos tiene encerrados aquí. Yo también estoy sorprendida. Creí haber desaparecido ese día.

Louise la miró fijamente y habló en manera de sorpresa.

—¿Desaparecido? ¿El día en que fuiste asesinada por Kendran?

—¿Acaso, vistes el pasado?– habló sorprendida.

Louise asintió levemente, por lo que Dalia continuó hablando.

—Mi alma fue mancillada y despedazada. Hasta el punto que fue solo resentimiento lo que quedó de mi.

Jared, se acercó a Dalia de manera serena y elegante. Como lo vio en el pasado. Su forma de hablar y sus acciones, todo eran lo mismo.
Tocó el hombro de Dalia para consolarla y miró fijamente a Louise.

—Louise. Aunque sea por este momento. Puedo verte una vez más de adulta. Creciste bien hija y tal como lo pensé. Te pareces a tu madre.–Sonrió.

Louise cerró sus ojos por un momento y habló.

—Yo. Fui criada por padres humanos muy amables. Athla me entregó a una buena familia.

—Mi amiga, cumplió su promesa.–Dalia sonrió levemente y luego mostró un rostro serio.—Mi querida hija, tienes que matar a ese sujeto. A Kendran.
Nuestros antepasados nos dejaron esa espada para protegernos. Yo conozco, como puedes hacer que el Kali sea más poderoso.

—¿Estás segura? Dalia. –preguntó Jared.

—Sí, tenemos que aprovechar que la presencia de Kendran no está cerca. Si vamos a desaparecer igual. Tenemos que ayudar a nuestra hija.

Jared suspiró y dio un paso adelante.

—No te preocupes Louise, si Kendran aparece. Puedo protegerte aún con mi poder.
No soy tan poderoso. Pero, incluso si no tengo un cuerpo ahora, nunca dejaría que seas dañada.

Louise no pudo decir nada y los miró fijamente. Apretó levemente su boca y asintió con la cabeza.

—Madre, sé que eres la única que conoce los secretos de esta espada.–La miró a los ojos de manera directa.—Necesito vengarlos.

Dalia asintió con una sonrisa.

—Dame el Kali.

Estirando su mano derecha, la hermosa Kali apareció en un instante sobre la mano de Louise. Dalia se acercó hacia la espada y estiró su mano para tomarla. Tocando el filo de su mango. La espada giró y apuntó la parte filuda hacia Dalia, deslizándose en un solo pestañeo en el pecho de Dalia y atravesando su cuerpo al instante. Sobre su boca, recorrió un hilo de sangre.

—¿Qué estás haciendo? Louise –su voz se notó alterada.

—Incluso cuando la vi pocas veces. Puedo reconocer a mi propia madre.

—¡Dalia!–Gritó Jared.

Tosiendo brevemente. El Kali desapareció de su pecho, ocultándola Louise de nuevo en su cuerpo.

Con la mirada confundida, Dalia volvió a hablarle.

—Hija, esa espada es capaz de dañar hasta la propia alma ¿Tienes algún rencor, contra tu propia madre?

—Tus respuestas fueron incorrectas ¿Qué puede saber una ilusión, de lo que realmente sucedió en el pasado o presente?
Oh mejor dicho, qué puede saber Kendran, de mi propio presente.

Viéndolos fijamente, Louise pensó con detenimiento.

No son simple ilusiones, su fuerza no es diferente a alguien real.

—¿Qué no sé?
Cuando naciste, significó la ruina de nuestro clan ¡Pude haber matado a Kendran! ¿Pero qué pasó? Por darte luz y protegerte. Con la ayuda de Athla ¡Yo no pude luchar! Y todo el clan fue destruido ¡Un clan sin la fuerza de su líder, no es nada!

Aunque sabía que aquellas palabras no eran dichas por su madre. Louise sintió ser herida, por ser en parte culpable en que su madre se debilitara después de darle a luz. Sabía que su verdadera madre no la culparía. Pero, algunas verdades pueden generar culpa.




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