En el jardín de niños.
Dentro de un salón pintoresco y animado. Cada niño estaba sentado en mesas compartidas de dos, dibujando cada uno a su familia.
Un niño de cabello castaño, dibujaba sobre aquella hoja con entusiasmo.
A sus cinco años, él era muy popular en su salón de clases. Un niño amable y alegre, es como era conocido por todos.
Siendo su mejor amigo, un pequeño niño de sonrisa tímida, quien se sentaba al costado de él.
Su amigo se llamaba Ángel. Un lindo nombre que iba bien con su personalidad calmada y noble.
Y ese niño de sonrisa alegre.
Su nombre era Lían.
En donde lo que más destacaba de él, era también sus ojos azules.
Que parecían preciosas joyas.
Alzando el papel desde la parte superior, enseñó contento a su profesora el resultado de lo que había creado.
Con una mirada sorprendida. Por su detallado dibujo. Su profesora mencionó de forma animada.
—¿Ella es tu mamá, verdad?
Son como dos gotas de agua.
Dibujas muy bien.
Lían asintió con energía.
—Sí, mamá y yo nos parecemos mucho. Las personas siempre lo dicen cuando nos ven.
—Es cierto, muy parecidos. Es muy bonito. –El dibujo mostraba a su mamá y a él cargándolo en brazos. Por lo que ella no dudó en preguntarle la razón de aquello.—Pero, ¿solo dibujarás a ustedes dos?
Lían movió la cabeza confundido y poco después solo sonrió.
—Ah, yo... Maestra, aunque yo me parezco a mi mamá, dicen que...
Una voz adulta y femenina de repente intervino la plática de la profesora.
—Disculpe. Profesora.
La profesora de inmediato volteó al oírla.
Al mirarla, no pudo contener mostrar sorpresa. No solo porque era la madre de aquel niño, sino también por el traje militar que llevaba puesto y el cual aún no se acostumbraba ver.
Incluso los demás niños voltearon con curiosidad hacia aquella adulta mujer.
—Oh, buenas tardes. Justo estaba viendo el progreso de su hijo.
La mujer que se encontraba mirando a su hijo como su más valioso tesoro. Era Louise.
A sus 33 años, aquel niño se había vuelto su pequeño y animado mundo.
Reflejando en su rostro una sonrisa. Que contrastaba su porte serio. Preguntó de forma suave.
—¿Qué estabas dibujando?
Lían.
—¡Mamá! –corrió hacia ella con el dibujo en mano.—Mira mi dibujo. Dibujé a mamá como si fuera superhéroe. Profesora, mi mamá es muy fuerte.
La profesora no dudó en responderle a Lían con sorpresa.
—Debe ser genial tener una madre poderosa.
—¡Sí!
Louise solo rio por la ocurrencia de su pequeño hijo y acarició su cabeza de forma suave.
Halagándolo poco después.
—Mi hijo tiene un talento excepcional, estoy orgullosa.
—¡Mi mamá es más genial!
Notando que el pequeño amigo de Lían la miraba fijamente, Louise volteó a verlo.
Él de manera tímida la saludó con breve sonrisa.
Y Louise hizo lo mismo, sonriéndole con gratitud.
De forma interna, ella expresó su más sincero deseo.
—En esta vida. Por favor, sé feliz.
En ese instante, dos personas más entraron al salón de clases a recoger a su hijo. Saludando a la profesora primero y luego a Louise. De inmediato Ángel se acercó a ellos. Al ser sus padres.
Su mamá preguntó curiosa.
—Ángel ¿Te has divertido hoy?
—Sí, mamá. Hice un dibujo de nuestra familia. –Mostró su dibujo.
Su mamá rio brevemente al ver el dibujo de su esposo.
—Oh, papá está gordito.
¡Está muy lindo!
Aquel hombre no dudó en bromear también.
—La buena vida me ha hecho ser rellenito. Me dan mucho amor, ¿no sería raro no estar gordito?
Tanto hijo como madre, rieron ante su ocurrencia.
Al igual que Louise, Lían y la profesora.
—Entonces, nos vamos primero –mencionó la joven mujer.
—Hasta mañana profesora, señora y también Lían. –Se despidió Ángel con la mano.
Ella asintió despidiendo a la alegre familia.
—Hasta pronto, Ángel.
—¡Nos vemos mañana! –respondió Lían.
La profesora poco después volteó hacia Louise.
—Entonces, creo que también Lían terminó su dibujo.
Louise asintió
—Sí. Gracias por todo. También nos iremos...
La voz de su hijo habló de inmediato.
—Sí, pero no.
—¿Cómo? –respondió la mujer extrañada.
—Ah, tome mi dibujo profesora. –Ella agarró el papel entre sus manos al recibirlo.—Este es mi dibujo completo.
La profesora viendo el dibujo con más detenimiento. Después de mostrar sorpresa en su rostro, poco después solo dedicó una sonrisa al entender sus palabras.
Al igual que Louise.
(***)
Hace siete años, en medio de la tenue oscuridad. La flama roja aún brillaba sobre la mano del Dios Hades.
Pero detrás de él, una ondeante y majestuosa vestimenta blanca caminaba sin detenerse. Y un largo cabello dorado que pareciera iluminar el frío y oscuro inframundo.
El Dios Hades la miró de reojo con una expresión fría.
—Diosa de la vida, Siris.
La hermosa mujer que parecía ser el centro de luz de aquel oscuro lugar.
Respondió con una expresión autoritaria.
—Han pasado años, Dios Hades. Mucho tiempo en que la vida y la muerte se encontraran.
Volteando su cuerpo al frente de ella, alzó la mano que sostenía la flama roja.
—Siris.
Parece que te esforzaste entrar a mis dominios en vano.
La Diosa Siris ladeó una sonrisa, expresando con sus palabras autoridad.
—No, aún no, tienes algo que no debes sostener.
—¿No debo?
Has hablado mucho.
Será una pérdida de tiempo luchar contra mí. –Señalo con su mano izquierda.—Te doy la oportunidad de irte, sin salir lastimada. De lo contrario, será más problemático para ti.